El ídolo, un dios con pies de barro

Creo en Elvis

 

Por Manu Tomillo  / Fotografía Mayte Ramiro

 

A veces uno tiene la sensación de que ya ha visto una situación antes, que ya ha experimentado previamente lo que está viendo o que sabe como va a ser el final, déjà vu lo llaman los franceses que parece que siempre tienen la expresión correcta para un sentimiento. La obra que estos días se interpreta en la Sala Cuarta Pared de Madrid Creo en Elvis, por momentos parece una receta sencilla, muy sencilla de una crítica a la sociedad actual, en la que engañados por una falta sensación de libertad, todo lo que es alternativo o cuestiona el engranaje social es ignorado o directamente eliminado.

 

 

Creo en Elvis, escrita y dirigida por Mariano Rochman, pretende hacer reflexionar al público – a través de una situación tan sorprendente como la existencia de una organización que clona réplicas de Elvis para mantener viva su imagen- de la necesidad que tiene el ser humano en creer en algo o alguien, en lo que sea pero a pies juntillas. Un guión inverosímil que no deja de ser finalmente una crítica, inocente en muchas ocasiones, a la postmodernidad, en la que cualquier cosa se ha convertido en un símbolo, explotado y digerido por el sistema hasta tal punto que pierde su sentido natural, el propio Elvis lo podría ser en sí mismo, si es que alguna vez dejó de ser un producto de la industria musical de su tiempo.

 

Dentro del desarrollo de la obra, más allá de una trama que parece no encontrar la salida en un callejón en el que ella misma se metió, destacan los cuatro personajes, los cuatro clones de El Rey, que pese a ser personas diferentes son parte de una sola, el Elvis original. Cuatro conciencias, cuatro pensamientos, cada uno con un mensaje y una actitud vital, todos ellos forman la conciencia vital de uno sólo y no, no es la estrella musical, podríamos ser cualquiera de nosotros. Por momentos valientes, a ratos pasotas e incluso ignorantes y desbordados por nuestra propia vida, así somos todos a lo largo del día y según la pose que tomemos en un momento u otro así actuaremos. Todo esto, eso sí, interpretado y supervisado en la obra por el personaje Cero, que debemos reconocer en nosotros mismos como esa censura que nos imponemos a nosotros mismos, esa que nos invita a hacer siempre lo correcto, o lo que la gran masa considera correcto y que no escandaliza ni pisa, aunque sea un poco, el acelerador de una sociedad que parece que vive con el freno siempre puesto.

 

Porque siempre es necesario un teatro que nos haga reflexionar sobre los problemas de la sociedad, pero quizás no de una forma tan poco firme, con tantas dosis de moralina de primero de carrera. El guión parece ser presa de eso que quiere criticar, el vacío de las ideas, el abismo de una industria que engulle todo si es capaz de exprimir un beneficio. A Elvis como a tantos otros le pasó, su mito arrasó a la persona, y creo que también con esta obra de teatro.

 

Sala: Cuarta Pared

Fechas: del 28 de abril al 15 de mayo

 

Fotografía de Mayte Ramiro– http://www.mayteramiro.com/

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