Las almas nadan

Por Luciana Carlopio.

Se llega y ahí está la imagen congelada: La señora, desparramada en una silla con la cabeza al ras del suelo. Desde ese mismo punto, aparece otro personaje, también mujer, arrastrando dos bolsas de basura.
 
Así es como se inicia esta coreografía, dos fuerzas en tensión, entre la pasividad de una y el trabajo constante de la otra. «Almas» es una obra que articula un juego de opuestos, casi que un laberinto de espejos. Pero esto no se queda en palabras, las escritas por Griselda Gambaro y que tan bien son corporeizadas por Mariana Rodrigo y María Pía Baschong, sino que se potencian en su puesta: un escenario despojado, luces intensas que proyectan sombras gigantescas que demonizan. Y sobre todo el manejo de los silencios que descorren la tan lograda expresividad de estas dos jóvenes actrices.
 
Es lo que no se posee, lo que se desea y se busca obsesivamente lo que se acentúa en esta historia. Narrada por la señora, en un diálogo íntimo consigo misma: con esa otra ella misma, perfectamente reconocible en su rostro y su voz. ¿Pero qué se persigue?
 
Almas gemelas, grandes, trasatlánticas. Que no suden, ni hagan surf. En este ping pong de deseos y realidades, la señora va abriendo su propia alma sedienta. Pero es una incomprendida. No pudo Danilo, su marido, no pudieron otros. Suena el teléfono, pregunta como un autómata, “¿ah?”, como si la única disertación se espiralara y se mordiera la lengua. Porque se habla en un tête-a-tête, en una conversación que amenaza con devenir monólogo.

Y ella habla del alma. Con mayúsculas. Su discurso ondula entre lo grandilocuente y lo vulgar. “…yo lo miraba a los ojos, y buscaba, buscaba, ¿qué?, su alma, mientras sus manos me levantaban la pollera…”. Es precisamente en este choque insalvable como se alimenta el absurdo: “¿Qué dice? ¿Quiere una toalla?” Es que su mucama tampoco la comprende. Pero tendrá que tener un “almita” aunque sea, algo que justifique siquiera el ferviente deseo de buscarla. Porque de lo contrario, ¿qué?
 
Destaca la puesta dirigida por Pilar Lourenco, especialmente por haber puesto al texto de la Gambaro unos buenos pares de pies. Así, las palabras son bamboleadas por la señora y detenidas por la mucama, que en sus interrupciones logra dinamizar el discurso. Pero el cual no se detiene y que al final devela su centro: la repetición. Por eso un gran acierto de su directora: ubicar a la mucama fuera del campo visual de la señora para ser la portadora de sus ecos. Como si el único destino proyectado fuera esa búsqueda obsesiva.
 
De que esta vez sí, por favor, aparezca un alma gemela, igualita a uno, pero que al final no, y vuelta a empezar. Porque no hay un alma. Hay almas, o almitas, que nadan y nadan y nadan.
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«Almas» sigue todos los viernes a las 21hs, hasta el 27 de mayo.
Teatro Puerta Roja (Lavalle 3636).
Precio general: $ 40
Precios promocionales: $ 30 estudiantes y jubilados.
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Foto Vía: Cristal Morillo.

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