Sentido y culpabilidad

Por Cristina Consuegra.
El fin de semana. Bernhard Schlink. Editorial Anagrama, 2011. Traducción de Txaro Santoro. 221 páginas.

Bernhard Schlink, el escritor y jurista alemán que sacudió el panorama narrativo internacional con El lector (2000) -título que fue traducido a más de 30 idiomas y cuya adaptación cinematográfica, dirigida por Stephen Daldry, supo estar a la altura de su original- regresa con El fin de semana, libro donde su autor recupera, en cierto modo, parte del legado temático del que ha sido el gran acontecimiento literario de su amplia trayectoria narrativa, e incorpora nuevos horizontes que si bien no son en absoluto una novedad en materia literaria resultan bastante eficaces insertados en el esqueleto de esta novela.

 

Intuyo que cuando Schlink deja hablar al jurista, o mejor dicho le concede prioridad frente a la voz de escritor, ese legado, casi una letanía, aparece y le lleva a reflexionar sobre la condición del individuo contemporáneo a través de una geografía común y habitual en el entramado narrativo y filosófico alemán: la culpabilidad y su devastador efecto sobre la identidad, tanto en la particular o concreta, como en la general o abstracta; el establecimiento y problema del mal, el voraz sistema capitalista, la globalización, la muerte de las ideologías, la complejidad de las relaciones interpersonales y la cuestión sexual; este conjunto de elementos es recogido por el escritor para darle forma narrativa, en el caso de El fin de semana, de manera brillante e inteligente.

 

Schlink hace transcurrir la historia durante tres días, en una casa de Brandeburgo, y la llena de personajes que se han convertido en sombras, proyecciones, mentiras de lo que soñaron ser veintitantos años atrás cuando eran jóvenes, cuando el mundo les pertenecía, y no a la inversa. A través de diálogos, de marcado corte existencialista, y silencios –buena parte del peso de la novela transcurre a través de lo que se calla o no se dice- que le permiten al autor mostrar todos los rostros posibles que encierra el concepto de verdad, cuestión que ya reflejó en El lector e incluso, tangencialmente, en la trilogía Selb, Schlink nos lleva, una y otra vez, a la formulación de interrogantes. Además, el autor recurre al ejercicio de la ficción para insertar, dentro de la historia principal, parte de la novela que está siendo escrita por uno de los personajes, tal vez el que mejor se mueve a través del silencio, para contarnos un misterio no resuelto del pasado de estos personajes que determinó el distanciamiento entre ellos, fragmento que alcanza su clímax cuando las cuestiones a las que te conduce el escritor principal encuentran un lugar común –en forma de acontecimiento histórico reciente- desde el cual poder comenzar a buscar las respuestas, e incluso, nuevos interrogantes que ayuden a aliviar el peso de la condición humana en el presente siglo.

 

Tres días para cambiar el mundo

El libro se presenta con la llegada, un viernes –un poco antes de las siete-, de Christiane al centro penitenciario del que saldrá Jörg, uno de los últimos terroristas del denominado grupo Baader-Meinhof, quien, tras veintitantos años en prisión, recibe el indulto. Con este primer y breve encuentro, casi instante fotográfico, el lector se enfrenta a uno de los primeros interrogantes, la extraña relación de dependencia entre ambos hermanos y su inevitable consecuencia o reflejo en el resto de relaciones que entablan los protagonistas; mientras, otros nombres propios van llegando a la casa donde pasarán el fin de semana, personajes aterrados que se cuestionan si recibir a Jörg como un asesino o como el amigo de antaño, cuando el mundo tenía sentido para ellos y las ideologías determinaban comportamientos y personalidades. Y así transcurre la novela entre conversaciones y almuerzos, imposturas y desaciertos, para despedirse del lector con la extraña sensación de haber asistido a un encuentro fallido, como si hubiera cuestiones que no pueden ser resueltas o que simplemente no tienen por qué serlo. Y aquí, justo aquí, todo adquiere sentido.

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *