Cuando soy buena, soy muy buena. Pero cuando soy mala, soy mucho mejor

 
Por Marianna Salvioli.
 

Hasta el momento de leer este libro, desconocía a Mae West. Ahora sé que fue una actriz sensual y provocativa, una versión picante y atrevida de lo que hoy en día son nuestras celebridades (Kim Kardashian y demás, de quienes tampoco conozco sino su nombre). Si tuviera que escoger entre una de estas dos mujeres, por ejemplo, para ponerle voz a mi conciencia, a mis momentos de debilidad y a una enfermedad mortal, mi opción sería Mae West, a ver si entre sus bromas de contenido sexual me vuelvo menos tímida y logro darme ánimos. Sobre todo en esos momentos cuando uno desea ser “única y nunca solitaria”, como señala Dick Cavett:

 

[youtube]http://www.youtube.com/watch?v=WsL7AHCM7PU&feature=related[/youtube]

 

Este es el caso de Felipe Bonasera, protagonista de Mae West y yo (Eduardo Mendicutti, Tusquets Editores). La novela narra la historia de un hombre que decide pasar unas semanas en el mar, sin olvidar que morirá con una enfermedad, mas no de ella. En la urbanización encuentra una serie de personajes con quienes desarrolla una eventual pero divertida amistad, narrada por su voz propia y por la que le inventa a la actriz estadounidense.

 

El homenaje al cine es evidente a lo largo de todo el libro. Tanto Felipe como su Mae West comparan situaciones, personajes y diálogos con actores o escenas de películas. Esta parte, debo decir, puede resultar un poco confusa pues la mayoría son actores que pertenecen a otras generaciones. Sin embargo, la narración está tan bien lograda, que no hace falta buscar en Wikipedia o IMDB todos los detalles de estos films para entender (o suponer) de qué se habla.

 

La fuerza del libro no está particularmente en su historia (con riesgos de anacronismos al hablar del Mundial del 2010 y el explotadísimo beso entre Casillas y Carbonero), sino en la prosa sencilla pero efectiva, en los diálogos hilarantes, en la correcta imitación de la “voz” de Mae West y en los personajes. Mendicutti no crea situaciones del todo verosímiles, pero sí graciosas y compasivas a la vez. El último capítulo emula el final feliz de una película, sobre todo por su carácter emotivo y esperanzador, con una cita cinematográfica muy apasionada y vivaz: “¡Bésame, Hardy!”… precisamente de ese cine que me falta por ver.

 

“Cuando soy buena, soy muy buena. Pero cuando soy mala, soy mucho mejor”, dijo la West. En este caso, la escritura de Mendicutti, jugando con las “malicias” de una actriz fetiche, es muy buena. Mucho.

 

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