Versos del libro tonto

Versos del libro tonto de Beatriz Jiménez de Ory. Ilustraciones de Paloma Valdivia. Editorial Factoría K de Libros. III Premio de Poesía Ciudad de Orihuela. 48 pp., 14.00€.

 

Reflexionaba Care Santos en un artículo reciente: “Nacemos artistas… Luego nos echamos a perder”, realidad que constatamos al contemplar las naturales aptitudes del niño para expresarse creativamente a través de la música, la pintura y como no, asimilar con la mayor naturalidad el lenguaje de la poesía. Poesía para niños, un género tan extraño a la mayoría del público adulto que, sin embargo, encuentra un lugar privilegiado entre los catálogos de la literatura infantil. Por ello, certámenes como el presente, no solo ayudan a revitalizar la actividad poética sino que van educando el oído de los más pequeños y, ante todo, les descubren las posibilidades lúdicas de la palabra.

 

El libro tonto no es un volumen cualquiera: en él los “ojos”, los “hijos” y las “hojas” se confunden en feliz armonía. Tampoco le falta el humor en su autorretrato “soy libre,/ digo…Libra,/ digo… ¡Libro!”, pero a pesar de ello se le van atrofiando las páginas porque siempre está cerrado y nadie conoce el gran tesoro que esconde en su interior: trescientos versos callados que aunque parecieran muertos sueñan con que alguien los cante.

 

“Catapún”. Basta una onomatopeya para darnos cuenta de que no es el lector curioso, sino una estrepitosa caída del tomo la que precipitará a estos diminutos habitantes por aire, mar y tierra. Tres nuevos escenarios que facilitan, a partir de ahora, la estructura tripartita del poemario, trasladándonos en primer lugar hasta los paisajes ventosos que habita el singular Gallo Veleta. Ha perdido su mitad por empeñarse en girar desde lo alto de la torre. El pobre sufre de continuos constipados por el empuje del aire, y hasta la tipografía se contagiará de tales corrientes al adaptar la disposición de los versos hacia un escalonado juego visual que pone de manifiesto la elasticidad de nuestra lengua, haciendo las delicias del joven lector.

 

A las estrofas que huyeron por el mar se las encontró Flora, esa sirena que lloraba por las esquinas de las profundidades hasta que dio con los versos libres merodeando como pececillos. Ya puede cantar, jugar a la sopa de letras o mirarse en ese espejo de plata que le devuelve las palabras invertidas: “Y aunque su largo pelo/ se vuelva olep ogral,/ es de oro, y el oro/ tampoco cambiará”. Los metros adoptan distintas formas geométricas como si fueran de una maleable plastilina, de manera que se va haciendo patente que el juego no está reñido con lo lingüístico. A este clima de cercanía contribuyen sin duda las sencillas ilustraciones que recrean algunas de estas composiciones.

 

Pero son los versos que huyeron por tierra y que recogió un escarabajo pelotero los que van a disfrutar de la aventura más romántica. “Míralo como quieras” repite el pegadizo estribillo reflejando los significados ocultos que encierran algunas palabras, “cara arriba” o “cara abajo”. Los versos ayudarán a enamorar a la dubitativa Mariquita a golpe de acróstico esdrújulo, y no hay más que pasar la página para leer la “Canción de boda” con toda su corte de lepidópteros y la suave Nana que,  posteriormente, canta a las larvas de esta preciosa pareja.

 

Es hora de volver a casa, de repoblar despacito esas páginas huérfanas después de tanta peripecia. Pero el libro ya no está triste porque “ahora mismo tú me sostienes con las manos”. He aquí el principal mensaje que cierra el círculo: se ha obrado el milagro de la literatura por obra y gracia de lector. Sin él nada tiene sentido. Que el niño que se asome a este poemario tome conciencia de que él tiene la varita mágica para poner en marcha este prodigioso engranaje.

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