Hasta siempre Clarence Clemons

Por Paloma Marín.

«Te sientes tan fuerte que si alguien te pegara un tiro serias capaz de seguir.» Así tocaba Clarence Clemons. Así describió en su día la vitalidad que el público le inspiraba y así es como cada noche saltaba a los escenarios. Sus propias palabras definen ahora su carrera. Una historia con forma de saxofón que es también la de la E Street Band.


Nacido en Norfolk, Virginia, y conocido como de The Big Man, Clarence Clemons se vio enseguida seducido por el profundo canto del góspel y el R&B de los 50. Por sus grandes dimensiones y la habilidad en su juego, muchos le aconsejaron en la universidad que se dedicara profesionalmente al fútbol americano, pero un accidente automovilístico y la pasión que sentía por el trabajo de saxofonistas como King Curtis o Junior Walker, terminaron por inclinar la balanza del lado de su otro talento: la música.
A partir de ese momento y dispuesto siempre al doble o nada, Clemons entrenó sus pulmones hasta que nadie pudiera impedirle sumarse a la liga de los grandes nombres del rock and roll. Entonces apareció Springsteen. Ambos se conocieron en Nueva Jersey a principios de 1971 y dos años después, cuando salió el primer álbum del Boss, Clemons abandonó la banda en la que militaba para seguir al nuevo Jefe en una extraordinaria relación de camaradería y simbiosis musical que guiaría sus pasos durante años.
Springsteen, amante del soul y el rock primigenio de los cincuenta, vio en Clemons la oportunidad ideal para ampliar su espectro sonoro. Su manera innata de tocar y su calidad interpretativa a la hora de abordar cualquier género hicieron el resto.

Con su sello inconfundible de saxo tenor, Clemons marcó el sonido de la E Street Band durante casi 40 años. Capaz de cortar el aire en Darkness on the Edge of Town, subrayar el dolor de Born to Run y aderezar con un punto canalla el espíritu callejero de Greetings from Asbury Park, sus poderosos y evocadores solos se convirtieron, para la mayoría, en la seña de identidad del mejor rock de Springsteen.

Sumergido siempre en la misma devota intensidad, Clemons soplaba como si cada golpe de viento fuera el primero, cada directo el último. Una hiperactividad musical que en 1983 le abocó al riesgo inevitable de iniciar su propia carrera como solista con la publicación de Rescue. Una andadura que vio nacer un total de tres álbumes más (Hero, A Night With Mr. C y Peacemaker) sin apenas repercusión, que mantuvieron a Clarence en plena forma tocando por la costa este de Estados Unidos al mando de los Red Bank Rockers durante los descansos que las giras y grabaciones con la E Street Band le permitían.
Fiel a su incasable estilo de vivir y fuera del entorno de Springsteen, Clemons colaboró también con artistas de la talla de Aretha Franklin, Jackson Browne, Ian Hunter o Carl Perkins, y se dejo oír en las aventuras en solitario de sus compañeros de grupo Little Steven y Nils Lofgren. Sopló su saxo para algunas canciones del último disco de Lady Gaga, y en la pasada década no era extraño encontrar actuaciones de su Temple of Soul en las noches de Nueva Jersey. Un mar de aportaciones emblemáticas y savoir faire interpretativo que destaca especialmente en los discos de Gary U.S Bonds, Dedication y On the Line, publicados a principios de los 80.

Un hombre que en los conciertos no necesitaba presentación y por cuya muerte se viste estos días con flores, velas y fotos el popular club de música Stone Pony, donde Clemons y Springsteen actuaron con frecuencia durante años. <<Clarence amaba el saxofón, amaba a nuestros fans y lo dio todo cada noche que pisó el escenario. Su pérdida es incalculable y damos las gracias por haber tenido el honor de conocerle y la oportunidad de estar junto a él durante tantos años. Fue mi gran amigo, mi compañero. Con Clarence a mi lado, mi banda y yo conseguimos que nuestro relato fuera mucho más profundo que nuestra música. Su vida, su memoria y su amor permanecerán en ese relato y en nuestra banda. >>

La última actuación de Clemons con la E Street Band tuvo lugar en diciembre de 2010. Hoy, todas sus canciones han quedado huérfanas. Su muerte deja viuda una banda aún por recuperarse del fallecimiento en 2008 de su teclista Danny Federici, y un vacio a todos los niveles imposible de obviar. From the churches to the jails tonight all is silence in the world: «Jungleland» ya nunca sonará igual.

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