Las niñas perdidas

Por Susana Hernández.

Las niñas perdidas. Cristina Fallarás. Roca Editorial. 194 páginas. 15 €.

El primer adjetivo que me viene a la cabeza al pensar en Las niñas Pedidas (Premio de Novela Negra L’Hospitalet 2011) es rara. Ojo, raro no es sinónimo de malo, ni siquiera de extraño. Raro es arriesgado, es valiente, es fuera de lo común. Raro es cuando no sabes cómo diablos clasificar esta novela, negra como la garganta de un lobo. La verdad es que tiene su gracia quedarte en blanco, o mejor, en negro, sin encontrar adjetivos más agradables, pero es que esta no es una historia agradable. Es una historia macabra, sucia, árida y descorazonadora. Casi, casi como la propia realidad, Aunque no, a veces la realidad es un poco más  amable que en el relato de Fallarás. Afortunadamente.

La autora aragonesa ha tirado decididamente por la vertiente dura de la novela criminal, aquella que después de la lectura te deja hecha polvo, maldiciendo el momento en el que empezaste a leer. Las niñas perdidas, mucho más allá de las criaturas secuestradas, de la madre ida, de la detective Victoria González  y de todos los personajes, a cuál más colgado, es un inquietante garbeo por el lado salvaje de la condición humana.  Fallarás consigue con una escritura inteligente, de ráfagas y latigazos, esbozar un universo de perdedores, de crueldad sin motivos aparentes, de venganzas y desolación que no puede dejar indiferente a nadie. Advertencia: si esto fuese una película en la España de los años 80, le pondrían tres rombos. La última obra de Cristina Fallarás no es una novela apta para corazones sensibles. Ahora bien, si tienen enfermizamente desarrollada la vena negrocriminal masoquista, sin duda están de enhorabuena. Lo estamos todos los que amamos la buena novela negra.

 

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