'El pez rojo' de Taeeun Yoo

El pez rojo de  Taeeun Yoo. Traducción de Carlos Heras. Faktoría K, 2011. Cartoné, 16,7 x 22,7 cm., 40 páginas en color, 14 €. También en gallego “O peixe vermello”.  A partir de 5 años.

 

Por Cecilia Frías.

 

Nadie pone en duda los beneficios de la lectura y sin embargo, parece igualmente importante que el niño aprenda a valorar el libro como preciado objeto en el que contenido y continente caminan de la mano.

 

De hecho, lo primero que llama la atención del presente tomo es la factura. Frente a las publicaciones “todoterreno” a prueba de tirones, manchas y demás lindezas propias del mundo infantil, la Faktoría K de Libros apuesta por una edición encuadernada en preciosa tela encarnada que desvelará a los pequeños lectores el placer estético que desprende el libro bien hecho.

 

Pero vayamos al interior del cuento: ¿Acaso se puede soñar lugar más fascinante que una antigua biblioteca escondida en mitad del bosque? Ramiro tendrá el privilegio de descubrirla el día en que acompaña a  su abuelo hasta tan mágico lugar, llevándose consigo al pececillo rojo, su mejor amigo. Tras explorar cada rincón de las estanterías cae rendido por el cansancio y la sorpresa es mayúscula cuando, al despertar, se da cuenta de que su mascota ha desaparecido. Solo y asustado la busca con ansiedad hasta descubrir un rojizo coleteo que se escabulle dentro de un viejo volumen, justo antes de que el niño pueda atraparlo.

 

Y llegados a este punto el texto cede protagonismo a las espectaculares imágenes que retratan con gran plasticidad el instante en que Ramiro se precipita sobre las profundas páginas del libro para rescatar a su escurridizo amigo, diluyéndose entonces la delgada línea que separa ficción y realidad. Los fondos sepia se iluminan expresivamente con sutiles toques de rojo para transportarnos hacia los remotos parajes que contiene el papel apergaminado del tomo.

 

Prendido de las patas de un pelícano vemos cómo el niño va surcando los mares hasta que divisa a su pez entre las olas, y sin dudarlo ni un instante, se lanza sobre él para rescatarlo no solo de las fauces del océano sino de las del universo de la fantasía.

 

Solo nos resta concluir que al llegar al final del relato tanto Ramiro como el pequeño lector podrán llegar al mismo aprendizaje: no hay mayor aventura que la que nos permite vivir un buen libro sin tener que movernos del sitio, ni templo más extraordinario que una suculenta biblioteca.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *