Peleando a la contra: Raymond Carver.

Por Juan Carlos Vicente.

Atrás quedan las viejas historias sobre amputaciones de palabras, frases y finales. Atrás quedan las leyendas de temblores, de tachones sobre los manuscritos. Atrás queda una vida bebiendo, diez años de nacimiento, su amor por Tess Gallagher.

Nos quedan las manos llenas, llenas de aquello que no pudo robar la muerte.

Ese era Raymond Carver.

 

 

Los términos “minimalista” y “representante del realismo sucio” no hacen justicia a la obra de Carver. Como todas las etiquetas, son artificios para vender y no pensar. Puede que ayuden a identificar, incluso en el mapa imaginario de la literatura norteamericana puede que sean una ubicación concreta, una ciudad, un hotel, un vaso roto. Puede que el nombre del editor Gordon Lish sea una etiqueta más, otro lugar, quizás uno dentro del propio Carver que lo hizo menos sentimentalista, más frío y cortante. Sin embargo, Carver era mucho más.

 

Gran parte de su vida la pasó de trabajo en trabajo y bebiendo, sólo sus diez últimos años de vida se mantuvo sobrio y feliz junto a su segunda esposa, la poetisa Tess Gallagher. Nunca escribió una novela, su obra son relatos o cuentos en los que lo cotidiano adquiere proporciones épicas, amenazantes e incluso grotescas. El peligro de la incertidumbre en un gesto común, los silencios al otro lado de una línea de teléfono, los divorcios, las ex mujeres y ex maridos incapaces de romper sus vínculos u obligados a mantenerlos debido a una paternidad común, el alcoholismo y la utilización de este como vía de escape, como medicina y destrucción para olvidarnos que no somos lo que soñamos y, por supuesto, ya es tarde para remediarlo. Todo lo que nos rodea, cualquier objeto que ha pasado desapercibido los últimos veinte años, algo que habíamos guardo en nuestra memoria y de repente, en una broma cruel de la existencia, trastoca nuestro equilibrio, nos golpea y hace que nuestras piernas tiemblen.

 

 

No hay final feliz, en muchos casos ni siquiera tenemos la certeza de que sea un final, puede ser un comienzo que el destino nos obliga a asumir, pero, de cualquier manera, el cierre del texto nos hace esperar lo peor, lo desconocido, la incertidumbre de tener que tomar una decisión que puede cambiar nuestra vida y será una minucia para el funcionamiento del mundo y sus reglas. Carver era un gran cuentista, parte del mérito está en la forma de acabar sus cuentos, algo que relaciona directamente su obra narrativa con su obra poética. Para él, el relato estaba más cerca del poema que de la novela. Y no le faltaba razón en su planteamiento. Su estilo seco, directo, poco dado a la subordinación, es perfecto para ambas disciplinas. No conviene olvidar que el cierre de un poema debe conseguir un golpe de efecto en nuestra lectura, esto facilitará que no lo olvidemos y que se incruste en nuestra memoria. Con los relatos de Carver suele suceder eso; nos guía, nos muestra, nos permite entrar en el texto y casi constatar como real lo que nos cuenta, pero, durante la mayor parte del relato, nos envuelve una sensación de extrañeza que anticipa un desenlace fatal, amenazador.

 

Su poesía contiene características similares. Tendencia a la prosa poética, experiencias personales contadas desde la distancia y la sabiduría que dan los años y cierta tristeza de no-retorno que será una de las marcas de la casa.

 

 

Hay que hacer un apartado en la relación del cine con la obra de Carver, ya que Robert Altman, en un viaje de avión de Italia a Estados Unidos y tras pedir algo de lectura a una de las azafatas del vuelo, descubre los textos de Carver y en su cabeza adquieren proporciones cinematográficas. Finalmente esa idea acaba convirtiéndose en el film “Vidas cruzadas”, en el que , a modo de película coral, se entrelazan varios de los relatos de Carver (Vecinos, No son tu marido, Parece una tontería, Tanta agua tan cerca de casa, Diles a las mujeres que nos vamos, Limonada).

 

 

La obra de Raymond Carver está publicada al completo por Anagrama (Relatos) y Bartleby (Poesía). Hace un año Anagrama publicó Principiantes, en el que aparecen varios de los relatos en su versión original, es decir sin el editing de Gordon Lish. El resultado es el Carver de siempre, algo más humano, más extenso y, quizás, por qué no vamos a decirlo, menos Carver.
Un cáncer acabó con su vida en 1988, tenía cincuenta años y estaba en su mejor momento. Algo injusto, la vida lo es y Carver lo sabía.

 

 

BIBLIOGRAFÍA.
Narrativa.
-Tres rosas amarillas.
-Vidas cruzadas (Recopilación de los textos en los que se basa la película Short Cuts).
– Si me necesitas, llámame.
-Catedral.
-De qué hablamos cuando hablamos de amor.
-¿Quieres hacer el favor de callarte, por favor?
Poesía.
-Un sendero nuevo a la cascada.
-Bajo una luz marina.
-Sin heroísmos, por favor.
-Todos nosotros (Obras Completas).

One thought on “Peleando a la contra: Raymond Carver.

  • el 14 octubre, 2011 a las 12:15 pm
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    Hola, quizás os interese saber que tenemos una colección que incluye el relato ‘A Small, Good Thing’ de Raymond Carver en versión original conjuntamente con el relato ‘Oh, Joseph, I’m So Tired’ de Richard Yates.
    El formato de esta colección es innovador porque permite leer directamente la obra en inglés sin necesidad de usar el diccionario al integrarse un glosario en cada página.
    Tenéis más info de este relato y de la colección Read&Listen en http://bit.ly/ndSymF

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