[VI FCIM] Las dos primeras jornadas de la sección oficial

Por Fernando Marañón.

 

David Garrido Bazán (Fotografía de Rodian Contador)

Con su director Ángel Briz mermado en su movilidad por un inesperado achaque, el despliegue de energía de David Garrido Bazán, director de programación del Festival de Cine Inédito de Mérida y viejo conocido de Culturamas, es un verdadero alarde de eficacia, pasión y tablas.

 

Algún día debería hacerse una película sobre este pequeño equipo que regala a Mérida cada año una experiencia cultural de primer orden, con un sentido del compromiso que asombra en los tiempos que corren.

 

Pero David corre más que nadie, de la carpa de la Plaza de España al centro cultural Alcazaba, de los estudios de radio al auditorio de Caja Badajoz, de su público a los invitados, del escenario a la cabina, de la página de Facebook a la barra del Jazz.

 

Quizá por eso ha elegido como primera película de la sección oficial una que se titula Milagro (2011), porque eso es el FCIM, un auténtico milagro para los que aman el cine.

 
 
 
 
 

MILAGRO (2011): LOS NIÑOS, LOS DESEOS Y LA VIDA

 

La primera película del Festival de Cine Inédito de Mérida es una de las últimas maravillas del cine japonés, aclamada ya en Festivales como el del último San Sebastián.

 

Kiseki (2011)

Kore-Eda es uno de esos directores que a menudo suele presentarse con un milagro bajo el brazo, y no solo porque esa sea la traducción de Kiseki (2011), la radiante película que nos regala este año, sino porque –a la manera sencilla y sutil de un Ozu, ahora en color- despliega sus historias partiendo de hechos aparentemente poco relevantes para volcarse después en los detalles con la suavidad y el mimo que consiguen convertir las buenas películas en obras maestras o casi.

 

En Kiseki (2011), el director saca lo mejor de sí mismo para contarnos la peripecia de dos hermanos cuyos padres han decidido separarse por pura y simple incompatibilidad de caracteres. El inconveniente es que residirán en ciudades distintas y cada uno de los hijos se va con un progenitor: el hermano mayor, serio y responsable, vivirá con su madre, mientras que el pequeño, más despreocupado y simpático, se queda con el padre, un músico simpático como él, pero no demasiado cabal.

 

Kiseki (2011)

Como  era de esperar, el mayor, más consciente de lo que supone esta separación, añora a  su hermano y sueña con juntar de nuevo a la familia. Y el pequeño, aunque también querría ver a su hermano, opta por aprovechar las oportunidades que da tener un padre poco exigente con las normas. Es entonces cuando deciden encontrarse en una ciudad intermedia donde se cruzan a toda velocidad dos trenes bala que van en direcciones opuestas, instante cuya energía, como la de las estrellas fugaces, puede cumplir los deseos. En fin, cosas de chavales.

 

El resultado es una película llena de naturalidad y optimismo vital, donde la familia, los amigos y la infancia nos ofrecen su mejor cara para encantarnos durante dos horas y dejarnos un buen sabor de boca. El que debe tenerse en la primera película de un Festival de Cine que este año reivindica el cine como refugio.

 
 

MARÍA ADÁNEZ Y SU PRIMER TRABAJO COMO DIRECTORA

 

5º B Escalera derecha (2011)

María Adánez (Fotografía de Rodian Contador)

Después de las agradables sensaciones que nos provocó Kore-Eda, al día siguiente sábado tuvimos plato fuerte: En primer lugar, la actriz María Adánez presentaba en persona su primer cortometraje como directora y guionista y, a continuación, la sección oficial proyectaría Las Nieves del Kilimanjaro (2011), de Robert Guédiguian.

 

El corto de María Adánez, titulado 5º B Escalera derecha (2011), nos ofreció la historia de una familia que vive una atípica jornada mientras aguarda el levantamiento del cadáver del padre, que una de las hijas ha encontrado muerto en la casa donde hace tiempo que vivía solo. El corto, humilde en su planteamiento, cuenta con un reparto excelente encabezado por Carmen Maura, que suple algunas debilidades del guión, aunque se ve que Adánez tiene oído para el diálogo y sabe poner la cámara donde más conviene. No es poco logro para empezar y el público de Mérida así se lo reconoció con un calidísimo aplauso.

 
 

LAS NIEVES DE KILIMANJARO (2011): LOS PRINCIPIOS EN TIEMPOS DE CRISIS

 

Tras este pase, llegaba el momento del largometraje del día en la sección oficial, uno de los más premiados del año en Festivales anteriores al FCIM y de los más esperados de su programación.

 

Las nieves del Kilimanjaro (2011)

Robert Guédiguian es un autor muy querido por los cinéfilos. Hace películas sencillas en la forma pero con mucho poso. El mensaje de Guédiguian, solidaridad y humanismo como refugio ante la impersonal maquinaria de un sistema globalizado basado en las cifras, atraviesa su cine y su ciudad –Marsella- desde aquellas lejanas y bonitas Marius y Janette (1997) y De todo corazón (1998), pasando por la divertida Al ataque (2000) o las dramáticas La ciudad está tranquila (2000)  y Marie-Jo y sus dos amores (2001), hasta llegar a esta nueva película, quizá la más emocionante entre las suyas: Las nieves del Kilimanjaro (2011).

 

Guédiguian y su equipo de siempre hacen cine social, sin complejos ni subrayados, matizando mucho más que Ken Loach o Fernando León. Y en esta película, toda una vida de cine marsellés ha madurado para ofrecernos la más luminosa y sorprendente propuesta del director, una vez más apuntalada sobre personajes vinculados a la izquierda realmente obrera y unos actores que los interpretan como si la cámara no estuviera allí.

 

Las nieves del Kilimanjaro (2011)

Desde el contundente comienzo, donde un representante sindical -exento de ERES por su posición en el comité- extrae una papeleta con su nombre de la caja de la que saldrán al azar los despedidos del astillero, ante el asombro de un amigo que le recrimina su sacrificio (ya podían aprender algunos por aquí), hasta el momento final entre esos dos mismos amigos delante de unas salchichas en parrilla, la película recorre un espacio vital habitado de personas y conflictos a los que es imposible no entregarse como espectador.

 

Guédiguian, como nos dijo David Garrido en una breve presentación previa al pase, le da razones a cada personaje y ahí radica su grandeza. Todos se comportan de acuerdo con su personalidad y circunstancias de un modo encomiable o abyecto, pero siempre coherente.

 

Y desde una naturalidad romheriana, se compone una historia que hubiese encantado a Capra, llena de momentos extremadamente bellos, entre los que destaca una lección de alcoholes para los problemas de la vida, una conversación de playa, una cena con película infantil y, sobre todo, aquel donde los amigos, los hijos y los nietos del matrimonio protagonista les cantan a capela la famosa canción de Pascal Danel, titulada como la película Las nieves del Kilimanjaro.

 

En fin, que la cosa pinta bien: en sección oficial a concurso, el Festival ha proyectado de momento dos películas y ha hecho dos dianas.

 

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