De amor y guerra

Por Fernando González Ariza.

 

Un día me esperaba a mí mismo. Miguel Ángel Ortiz Albero. Jeckill&Jill. Zaragoza, 2011.

 

El primer libro de la jovencísima editorial aragonesa Jekill & Jill es hermoso. Aunque una reseña literaria suele centrarse en el contenido, déjenme comenzar con el objeto editado, pues demuestra un cuidado y un gusto nada habitual incluso entre las editoriales independientes. Que el autor, Miguel Ángel Ortiz Albero, sea también artista plástico ha facilitado una gran coherencia estética y cromática: el azul turquesa, el rojo sangre y el obligado negrodel texto sobre un papel ahuesado claro colorean con sobriedad y elegancia cubierta, contra, guardas y dos bonitos regalos: un marcapáginas con texto de Ortiz Albero, donde se nos explica el logo de la editorial (el pececillo de plata que se supone en las bibliotecas pero yo sólo he visto en los cuartos de baño) más un grabado numerado y firmado del escritor-artista en perfecta coherencia con el dibujo de cubierta. ¿Alguien puede dar más por menos?

 

Siendo una estética tan personalizada, parecía difícil que pudiera convertirse en diseño de colección. Nos han resuelto la duda con la publicación del segundo libro recientísimamente aparecido: Doppelgänger, ocho relatos sobre el doble + bonus track, libro en el que se mantiene apenas el logo y nombre de la editorial y todo lo demás (colores, tipografía, estilo de los dibujos) se distancia completamente del anterior. Desconocemos cómo funcionará una imagen de marca tan diluida, pero desde luego no se puede negar creatividad y ganas de hacer.

 

Hemos comenzado la reseña indicando que el libro es hermoso. Acto seguido hemos descrito su fisicidad. Extendemos el adjetivotambién al contenido. Se trata de una novela hermosa, muy cuidada formalmente, con mucho de poesía pero también de prosa: en una ilusión histórica, describe la relación epistolar de Apollinaire con su amada Madeleine durante su etapa de combatiente en la Gran Guerra, todo ello contado desde la mirada discreta de su amigo y compañero de armas René Berthier.

 

Mediante breves cuadros casi autónomos (y numerados para dar más pistas poéticas) nos adentramos en una historia real y en principio sencilla, contada con gran elegancia y sobriedad afectiva. Lo que parece siendo un ejercicio de estilo u homenaje al poeta avanza poco a poco hasta crear un interés por la ficción narrada y una vinculación con las pasiones de los protagonistas realmente elogiable.

 

La novela tiene mucho de obra de poeta. La prosa tiene una cadencia particular, formada al forzar el orden de la frase y el uso habitual de comas de separación. Esta característica, junto con las muy habituales aliteraciones y secuencias líricas que rozan lo onírico (donde el mundo interior del poeta se confunde con el narrador y su propia poesía) puede ralentizar un poco la lectura de personas con paladar más estrictamente prosaico, pero nos parece que se equilibra perfectamente con las escenas bélicas, de una vivacidad descriptiva memorable. En este punto el libro adquiere algo de novela centroeuropea por su solidez, riqueza cromática y contención nerviosa.

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