La memoria del gintonic

Por Miguel Baquero.


La memoria del gintonic. Antonio Báez. Editorial Talentura. 120 páginas.

 

Novela arriesgada, por cuanto supone de reto, La memoria del gintonic, primera obra del autor malagueño Antonio Báez (Antequera, 1964) nos describe la existencia cotidiana de una enferma de alzheimer. Pero no se trata, por supuesto, de un texto clínico, o de una descripción médica, sino que, para mayor altura del reto, se trata de un texto contado en primera persona. Una anciana, cuya memoria ya está comenzando a decaer y cuyos recuerdos se mezclan unos con otros, le pide como regalo de cumpleaños a su hijo que la apunte en un taller de literatura, con la esperanza, precisamente, de poder articular de alguna forma el caos en el que se desenvuelve.

 

Siguiendo el hilo de los ejercicios que se le encargan en el citado taller, el lector de La memoria del gintonic puede asistir a la patética, pero no por ellos menos honda, colorida y poética, vida interior de una anciana cuyos recuerdos van, vienen, vuelven desde lo más antiguo y a veces se confunden con la realidad. La realidad del alzheimer, en la que algunos días la protagonista/narradora se acuerda del nombre de quienes están a su alrededor y otros se convierten en perfectos desconocidos. Se trata de recuerdos intensos, posibles o imposibles, en el fondo da igual: Antonio Báez, en su novela, nos plantea la pregunta de si los recuerdos han de ser necesariamente verdaderos, si no se puede considerar como recuerdo real la memoria de aquello que en su tiempo imaginamos, las fantasías que hemos ido acumulando, los sueños que un día soñamos. En gran medida, La memoria del gintonic supone un replanteamiento de nuestros prejuicios sobre la materia literaria, sobre si hemos de distinguir claramente entre lo ficticio y lo ocurrido en la realidad, y si no se podría (como en esta novela) mezclar ambos planos para expresar la verdadera esencia de una persona y la poesía y la magia que, hasta el fin, conserva en su interior.

 

Así, el lector se queda muchas veces en la duda, vuelta la última página, de si tan personaje verdaderamente es familiar de la protagonista o no, sobre si sucedió tal o cual accidente de coche, sobre si el marido de la protagonista fue como ella lo recuerda. Y la respuesta que se ve obligado a darse es que no tiene importancia, que la literatura no tiene por qué estar ligada a la concordancia de los hechos, de los sucesos, de las fechas, que en medio de la amalgama también nos puede estar aguardando la poesía.

 

El volumen se cierra con dos pequeños relatos, El regalo y El banquete, donde, si nos cupiera alguna duda, vuelve a demostrársenos que Antonio Báez no se limita a rellenar páginas con afán de entretener, sino que detrás de sus palabras se esconde una honra reflexión sobre la literatura y un deseo de abrir terrenos que hasta ahora le estuvieron vedados.

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