Entrevista a Marcelo Figueras: «Aquarium»

 

Por Benito Garrido.

 

A propósito de su última novela Aquarium (Editorial Alfaguara, 2011), hemos entrevistado al escritor argentino Marcelo Figueras.

 

Marcelo Figueras (Buenos Aires, 1962) es escritor, cineasta y periodista.  A fines del año 2000 visitó Israel para cubrir la segunda Intifada para la revista española Planeta Humano.  De esa experiencia límite surgieron las historias que cuenta Aquarium.  Ha publicado las novelas El muchacho peronista, El espía del tiempo (2002), Kamchatka (2003) y La batalla del calentamiento (2007).  Escribió con Marcelo Piñeyro los guiones de Plata quemada y Las viudas de los jueves.  También hizo los guiones de Kamchatka y Rosario Tijeras.  Ha publicado libros para niños, así como textos difundidos por el blog El Boomeran(g).  Sus obras están siendo traducidas al inglés, francés, alemán, italiano, holandés, polaco y ruso.

 

Aquarium.  Marcelo Figueras.  Editorial Alfaguara, Madrid 2011.  328 páginas.  18,50 €

 

Aquarium es una fábula utópica que germina en una tierra seca y estéril para cualquier pensamiento optimista como es Israel.  Una novela hermosa y cargada de simbolismo sobre la soledad del hombre moderno y la violencia.  El autor viajó a ese país como periodista de guerra, y se volvió con la historia de un extraño romance entre un psicólogo argentino y una artista israelí, un relato de ese enamoramiento basado en sufrimientos reales.

 

La mujer de Ulises Rosso huyó a Israel con los pequeños hijos de la pareja.  Como el héroe clásico, pero en una odisea contemporánea, Ulises tendrá que atravesar su propio infierno para tratar de recuperar lo que más ama.  Emprenderá el viaje a una nación dislocada por la paranoia, rota por una violencia que no cesa.  Un argentino que casi no habla inglés, y que tendrá de principal guía en su búsqueda a Irit, una artista que ni siquiera habla su idioma, y con la que va tejiendo una relación amorosa basada en los gestos y las palabras sueltas.  A esta pareja, se unirán en su extraño periplo otros personajes como Fayeq Haridi, un taxista tan astuto como entrañable; los Kaufman, una pareja de neoyorquinos que llegaron a Israel soñando con una utopía que venía cargada de guerra, tristeza y silencio; o Danny, un silencioso niño que encontraron solo en uno de los suburbios de Belén y que se comunica a través de sus dibujos.

 

El escritor reconstruye el viaje a un país donde es imposible escapar de la violencia extrema sin remover las propias heridas.  Cuando ya no quedan esperanzas, en medio del sinsentido, más allá de la alienación del lenguaje, contra toda lógica, contra el desamparo, contra la muerte y el odio, un hombre y una mujer, Ulises e Irit, reinventarán el amor.

 

Entrevista:

 

P.- ¿Qué te llevó a escribir esta novela?
Por un lado la necesidad de utilizar buena parte de la experiencia que viví cuando fui a Israel para cubrir la segunda Intifada.  Y por otro lado, la literatura, que ya había sido la causa origen del viaje.
Tenía ideas para una novela que iba a escribir en la que uno de los protagonistas era palestino.  Pero no quería construir ese personaje tan solo leyendo libros o consultando wikipedia, necesitaba ir a Palestina, vivirlo de cerca, ver y oler ese lugar.  Entonces, le comenté lo que buscaba a una amiga española, Ana Tagarro, que dirigía en esos momentos la revista Planeta Humano, y ella me planteó la posibilidad de cubrir el conflicto palestino-israelí para dicha revista.  Paralelamente podría hacer una investigación para mi novela.  Así hacíamos negocio los dos.
Una vez allí, lo que viví fue tan alucinante, tanto en lo terrible como en lo maravilloso, un experiencia tan conmovedora, que volví con la sensación de que todo lo que había pasado, me iba a pedir una vía de salida (aparte del artículo periodístico).  Articular la historia con esa base hasta ahora, ha sido cuestión de tiempo.  Y el amor entre dos personas que no se entienden por diferencias del lenguaje, me parecía la idea clave para levantar esta historia entre Israel y Palestina: lugares por antonomasia donde la gente, con la excusa de idiomas y religiones diferentes, apuesta a no entenderse.  Es una apuesta al desencuentro.

 

P.- ¿Es tu novela quizás un discurso contra la incomunicación contumaz a que nos llevan las religiones, las políticas…?
Vivimos tiempos claramente paradójicos: jamás hemos estado tan comunicados tecnológicamente hablando (podemos charlar con alguien que está en la otra punta del mundo, incluso verlo), y sin embargo no he conocido momentos tan marcados por la intolerancia como estos.  Es la incapacidad de ponerte en el lugar del otro, de asumir que el otro también puede tener sus razones para hacer lo que hace, lo que piensa.  Y esencialmente respetarlo como ser humano.  En este mundo post-11S,  los poderes establecidos apuestan a que la gente viva en el miedo, lo más encerrada posible en su casa, dependiendo de la tecnología hasta para comunicarse.  Incluso los medios de comunicación parecen querer venderte ese discurso del enemigo que viene a quitarte todo lo que tienes, tu casa, tu trabajo.  Y ese enemigo es el inmigrante, el musulmán, el de otro color, el de otra sexualidad, otra religión.  Hay mucha gente, que en su inseguridad, compra ese discurso con el que nos bombardean a todas horas.  Básicamente, en Aquarium, me planteo esa cuestión y hasta donde nos vamos a dejar llevar por ella, aunque apuesto firmemente por la esperanza.

 

P.- Aquarium nos muestra la utopía de un país, de unas gentes que sueñan con acabar esa guerra triste que ya se les hace rutinaria.  ¿queda lugar a la esperanza?
Obviamente, no todo el mundo allí respira esa esperanza.  Hay mucha gente que está atrincherada en sus prejuicios.  Una de las cosas que allí me sorprendía era el hablar con personas que tenían una visión progresista del mundo muy cercana a la mía, salvo en el caso puntual del conflicto.  En ese caso, eran de una derecha recalcitrante, porque básicamente habían abandonado la posibilidad de que esto se pudiese arreglar de otra manera que no fuese a bombazos.  Pero lo maravilloso fue también encontrar a ambos lados del muro, a otra gente que cree en una solución del conflicto alejada de la violencia, una vía política de entendimiento en la que el primer acto sería aceptar el derecho del otro a vivir y a concederle la mínima dignidad real.  He visto a la gente que está trabajando para esto, y creo que sí hay lugar a la esperanza.  Lamentablemente no son la gente más visible, pero están ahí.

 

P.- Y ahí está el amor que supera fronteras y lenguas.  Pensábamos que eso ya no existía.
El amor es una necesidad.  Muchos me preguntan porque había llevado la historia a una situación tan límite.  Y es que si algo así ocurre en esas circunstancias, si desarrollas relaciones humanas, ya no solo de amor, sino de verdadera empatía o compañerismo, éstas se mantienen en el tiempo como experiencias de gran intensidad que dejan una marca imborrable en tu vida.  En un conflicto así, todas las emociones se potencian a la enésima.

 

P.- Reivindicas los cánones clásicos de la novela, el viaje del guerrero.  Y además, incluso el protagonista se llama Ulises.
Para mí, toda escritura de un relato entraña en sí mismo una aventura, algo parecido a un viaje.  Ya por definición, trato de escribir historias que no me están al alcance de la mano, y me gustan aquellas que me llevan a investigar realidades que no conozco, a aprender ciencias que no domino, a pensar en un paisaje que no es el mío.  La ficción te da la posibilidad de poder vivir esas otras vidas que no te han tocado en suerte.  Entonces, difícilmente me vas a encontrar escribiendo una novela sobre un escritor argentino, ubicado en Barcelona…  Porque esa ya es mi vida.  La gracia de escribir es desinstalarte, aunque solo sea en el interior de tu cabeza.  Sigues un camino más o menos trazado dónde lo interesante también está en lo que vas a descubrir durante ese trayecto, a lo que te va a ocurrir mientras la historia empieza a tomar forma.
Creo en las experiencias intensas, creo que lo más probable es que una literatura rica salga de una vida rica, que no de una vida entre algodones o encerrada en cuatro paredes.

 

P.- Aunque con un trasfondo triste y desalentador, los personajes tienen luz y consiguen empatía con el lector.  ¿Tiene que ser el escritor un poco psicólogo para escribir vidas así?
Mi mujer diría que sí, que algo de psicólogo tiene que tener un escritor.  Pero yo no creo que sea tener dominio de psicología, sino más bien desarrollar lo más posible la empatía que puedas tener.  Es decir, tratas de ser lo más honesto posible.  Ese es el truco del escritor: los personajes tendrán las dimensiones que le des en la medida en que has sido honesto con ellos, hasta incluso para definir a los malvados de la historia.  Hay que dejarlos respirar y vivir para considerar el correcto punto de vista de cada uno; entonces el personaje logrará ser humano, aunque esté lleno de defectos.  Se podrá entender su forma de actuar, aunque eso no quiera decir que yo como escritor la justifique.  Así, humanamente, se entendería el proceso que le ha llevado a tomar las decisiones que enfrenta.

 

P.- ¿Qué del autor tiene el propio Ulises? ¿Y el resto de personajes?
Parte del derrotero de Ulises es el mío, pero también del derrotero de cada uno de los personajes.  Hasta la forma en que Irit se relaciona con su arte, tiene que ver con la forma en que yo me relaciono: escribir, pintar o esculpir es un ejercicio de pérdida.  Todos los personajes son partes de uno mismo, tanto en lo que tienen de maravilloso como de deformación.

 

P.- Israel-Argentina.  ¿qué separa y une a estos dos países igual que a los protagonistas Ulises-Irit?
En mis vivencias de aquel viaje, vi una suerte de espejo deformante de lo que había sido mi experiencia en Argentina, ya no solo con la dictadura, sino también durante el periodo democrático; de cómo los poderes fácticos tratan de reunir votantes llenando a la gente de miedos.  Esa espantosa manipulación que hacen los políticos solo para perpetuarse, haciendo ver que el otro es el enemigo, es para evitar que veas que son ellos mismos los que nos están metiendo la mano en el bolsillo, los que están alimentando esa intolerancia.  Como en un espejo, las dos realidades vividas, la de Argentina y la de Israel, se interrogaban la una a la otra y se cargaban de sentido.

 

P.- Novela emotiva, con humor, sensible pero quizás también arriesgada, muy cinematográfica.  ¿Te atreverías con el guión?
Ya lo hice.  En realidad lo primero que pensé fue en hacer un guión, pero no me bastó, y necesité ir más allá y escribir esta novela.  Y de hecho, es la novela lo que ha salido primero, aunque como te decía, el guión ya existe.  Ahora es cuestión de encontrar un productor que se arriesgue a hacerlo.

 

P.- ¿Repetirías la experiencia de ser cronista de guerra?
Quizás en este momento, que tengo tres hijas que ya son grandes y un niño pequeño, pensar en ellos me llevaría a ser un poco más prudente de lo que fui entonces.  Si no fuese por ellos, sí que repetiría la experiencia.  Que te disparen en más de una ocasión, que aparezcan los tanques inesperadamente, ver los bombardeos lejanos mientras tomas té, embotellamientos de tráfico por enfrentamientos, que casi te secuestren (como le ocurrió al fotógrafo)… eran cosas que te podían pasar, cosas realmente terribles, pero que se hacían normales, de cada día.  
Es algo arriesgado que tiene sentido porque te ayuda a darte cuenta, que ahora más que nunca, tienes que hablar sobre la violencia, pero con el objetivo claro de que no tenemos que acostumbrarnos a ella.  Nosotros que vemos todas estas cosas por televisión, no podemos aceptar la normalización de la violencia.  Es un error que no debería existir.

 

P.- ¿Nuevos proyectos a la vista?
Estoy terminando otra novela muy distinta a las anteriores, la historia que he querido contar desde que era pequeño y tuve sentido de que mi futuro era la escritura.  Quiero hacer una historia de aventuras que a la vez sea mezcla de géneros.  Lo más característico de la misma es que va a ser una novela multimedia: vamos a colgarla en internet por capítulos semanales.  Va a tener ilustraciones y videos grabados con actores.
Y después hay dos películas con guiones míos que empiezan a rodarse aquí, incluso un proyecto mío para dirigir.  No voy a parar.

 

One thought on “Entrevista a Marcelo Figueras: «Aquarium»

  • el 14 octubre, 2012 a las 3:01 pm
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    excelente, Figueras, brillante y sensible, me enamora y me dan ganas de seguir viviendo, solo para emocionarme con él

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