Verano y amor

Por Ángel de Frutos.

 

Verano y amor. William Trevor. Traducción de Victoria Malet. Salamandra, 2011. 224 páginas. 15,90€.

 

Irlanda, verano de finales de los 50. La joven Ellie, criada en un orfanato, es enviada por las monjas a la pequeña localidad de Rathmoye para ayudar con las labores de la granja al viudo Dillahan, que ha perdido a su mujer e hijo en un extraño accidente, y con quien finalmente acabará contrayendo matrimonio. Su realidad transcurre tranquila hasta el día del entierro de una de las vecinas del pueblo, en el que el joven fotógrafo Florian hace aparición en Rathmoye y en la vida de Ellie. A partir de ese momento, vivirán un verano de amor oculto, intenso, lento, de una pasión contenida que irremediablemente llegará a filtrarse a alguno de los vecinos del pueblo.

 

La brillante narración, en consonancia con el ritmo pausado de la historia y sus protagonistas, retrata con palabras la condición humana, regalando al lector un estudio del abanico de reacciones ante el hecho principal. El escenario, o más bien la red de escenarios -las calles del pueblo, las tiendas, la granja, la casa de Florian-, constituye una tramoya perfectamente hilada para situar al lector en la realidad de los personajes, ayudando a trazar su personalidad e incluso constituyéndose en uno de ellos.

 

Una historia de amor joven, sin artificio ni grandes alardes de romanticismo endulzado, que el veterano autor irlandés William Trevor (Cork, 1928) relata con una aséptica minuciosidad hiperrealista en la que reside su exquisito valor. Una atípica historia de amor de verano entre una huérfana que “ignoraba que no amaba a su marido” y un  alma solitaria e inquieta que aprenderá –quizá demasiado tarde- “que la ternura a cambio de amor no basta”.

 

 

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