Proyecto

Por Ignacio G. Barbero

 

Los productos de la intelección humana no dan suficiente cuenta de la fluidez inherente a lo real. Interesada por un control práctico del entorno, detiene y solidifica el devenir a golpe de concepto, simplificando su complejidad. La reflexión teórica es evidentemente antropocéntrica, a saber:  proyecta categorías propias de la acción personal -como causa o fin- en la definición de cualquier cosa. Entiende que son las características de lo humano las que determinan  y  “fijan” en toda su pureza las propiedades de lo no humano . Con este proceso, sin embargo, nos encerramos más y más en nuestra consciencia, que es tomada por una identidad sólida e indivisible, e instalamos progresivamente una distancia insalvable con los procesos ajenos del mundo.

 

Los entes (vivos o inertes) son ilimitadamente polifacéticos y, por ello, no podemos reducirlos a nuestra imagen y semejanza.  Hemos de ensayar una filosofía integral que procure exponer todas las caras de los fenómenos, abstrayéndolos de la instrumentalización humana, y concretando todas las posibilidades que esas caras implican.  A partir de ellas, podremos dibujar la red completa de interacciones del mundo conocido. El siguiente paso será aplicar este análisis al ser humano, descomponiendo sus átomos esenciales, sus jerarquías y sus múltiples perfiles. Este desenmascaramiento brindará el honor de conectarnos con el mapamundi de lo real. El «cosmos/caos» de estratos  y vínculos es tan inmenso que apabulla a la mente humana, mas si deseamos una comprensión plena de lo que la realidad -con nosotros- es y puede ser, este proyecto de pensamiento es ineludible.

 

Despertar a ello indica un cambio de rumbo en la navegación filosófica. Nuevos horizontes de sentido, nuevos mares bravíos. La dificultad de la ruta no es cuestionable, mas creo que su dignidad vale la pena. Desembocaremos en un nuevo ser humano, polimorfo, uno con su entorno y en continuo cambio. Esto implicará una nueva y necesaria ética, que tendrá que abarcar las variables dimensiones y relaciones de un mundo que no es reducible a conceptos, que sólo «deviene». El hombre aparecerá así como un ente más, integrado en esa constante modificación. Esto implica volver a entender la existencia como radical insistencia y perseverancia en ser -que nunca se termina y siempre se está haciendo.

 

Nada es completo por sí mismo, no hay naturalezas propias, constantes, sólo un vacío pleno de vínculos increados en continuo movimiento. Una irreductible heterogeneidad. Todo es dependiente de lo demás, forma parte de un mismo gesto. Esta inevitable dependencia tendría que resonar en un corazón “inteligente”, en un ente que no está-siendo sin lo ajeno, cuyas potencias sólo son comprensibles a partir de lo otro. Hay una comunidad con lo extraño que impide, por un lado, pensarlo sin asumir lo propio y, por otro, actuar físicamente contra ello, porque supondría, en primer término, el dolor general. Este dolor es la consecuencia directa de seccionar el mundo en partes indiferentes a las demás- inocuas y escindidas- , haciendo del inteligir y el vivir humanos una legitimación de esta sesgada partición. No podemos volver a este comportamiento si deseamos un entendimiento comprensivo y generoso con la inconmensurable realidad que habitamos .

 

One thought on “Proyecto

  • el 16 marzo, 2012 a las 8:52 pm
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    Decía T. Adorno que los primitivos a veces se estremecían ante la naturaleza y le dieron como explicación el término maná, lo no identico y fluido que habita la cosa, la naturaleza. ¿Entonces se puede entender que la «fluidez inherente a lo real» es una vuelta al estremecimiento primitivo?, pero ¡ojo! lo racional nos ha quitado una inmensidad de estremecimiento, ha desencantado la naturaleza y ha diluído el maná

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