Entrevista a Juan Jacinto Muñoz Rengel


Por Juan Laborda Barceló.

 

El punto de partida (y de llegada) de este libro tiene aires de novela negra: Un asesino aquejado de diversas enfermedades, reales e imaginarias, debe cumplir su último encargo. Desde esa situación, y a través de saltos en el tiempo, comienzan a enlazarse referencias literarias y filosóficas con las tentativas criminales del protagonista. Así, el lector interesado en las anécdotas y padecimientos de los grandes pensadores y literatos de la humanidad, encontrará en esta novela un completo catálogo de ellos.

 

El enfoque humorístico (eficaz en ciertos momentos, no tanto en otros), preside las cada vez más inverosímiles intentonas del peculiar asesino. Recorren el texto síndromes imposibles y reales que se ceban en él, impidiéndole consumar su misión.

 

La prosa para-médica está trabajada y es brillante, pero la estructura resulta un tanto reiterativa, aunque tal hecho responda a la finalidad metodológica de expresar el carácter cíclico de la novela, además de mostrar los rasgos obsesivos y ordenados del protagonista. La documentación y construcción de la obra ha sido ardua, pero el resultado, ese tragicómico recetario de ilustres padecimientos, verdaderos o ficticios, armado con una prosa que demuestra oficio, hubiera ganado en efectividad reduciendo la extensión del texto.

 

El objetivo de empujar a la reflexión sobre la enfermedad y el ser humano está logrado. Pero integrar un personaje de hoy en una galería de insignes fantasmas desde una óptica humorística, y dotar de ritmo al conjunto, es uno de los ejercicios literarios más difíciles que pueden encararse en una novela. Múñoz Rengel se ha atrevido, para salir -como su personaje-, razonablemente vivo, pero también derrotado.

 

Léanlo para deleitarse en el placer de encontrar secretas esencias entre sus líneas y para cuestionarse lo relativo de las cosas, pues víctima y asesino no son más que dos caras de la misma moneda. La obra tiene múltiples planos de lectura, del lector depende a cuál encaramarse.

  

A continuación presentamos la entrevista que el autor nos concedió en una acogedora sala plagada de libros. Vean lo que tiene que decir:

 

1.- ¿Cómo ha sido el proceso de selección y documentación de los autores (filósofos y literatos) que trata en esta obra?

 

Me he tenido que documentar mucho puesto que lo que se estudia en una carrera de filosofía, o en el doctorado, es la teoría filosófica del  autor en concreto. En cambio a mi me interesaba para esta novela centrarme en cosas más cotidianas, como en el caso de Proust, cuya ama de llaves le lavaba los pañuelos constantemente. Son cosas muy domésticas que hay que buscar. Todo está muy contrastado, intentaba que las anécdotas fueran reales, aunque luego mi narrador, que es el personaje principal, le diera esa forma como de pequeño cuento por capítulo, destacando sólo la anécdota. Incluso parece que esos personajes de los que habla, esos amigos suyos, son una caricatura. A pesar de tener que documentarme, mi cercanía a los autores por mi formación filosófica me facilitaba el trabajo, en el caso de las enfermedades tuve que estudiar mucho. Todas las primeras que aparecen en la obra son muy reales y tuve que documentarme para no cometer errores.

 

Luego, en cuanto a la selección en sí, me he dejado muchos hipocondríacos que me hubiera gustado meter. Lo que hace el personaje protagonista es adaptar todo lo que le va ocurriendo a las experiencias que vivieron estos personajes célebres, por eso no podían entrar todos los que a mí me hubiera gustado. Yo tenía una estructura policial y dentro de ella debía encajar los demás planos. Había ocasiones en las que no me cuadraba o no encajaba el paralelismo.

 

2.- El protagonista está enfermo, pero de literatura…

 

Está enfermo de literatura y de literatura médica, porqué ha leído todo y cree que se le contagian todas esas enfermedades que conoce. Pongamos por ejemplo a Voltaire, era un gran hipocondríaco, pero al protagonista de la novela se le suman todas sus dolencias, más las pocas de Proust, más las de Descartes, más las de Poe y así continuamente. Él es un caso imposible, nadie podría tener todos esos males juntos, estaría muerto. Él lo va leyendo en sus bases documentales sobre hipocondríacos y lo incorpora. Sería algo así como lo que le pasa hoy en día a un hipocondríaco con Google, siempre encuentra síntomas que coinciden con los suyos.

 

3.- Precisamente he buscado en Google algunas de las enfermedades que aparecen en su novela y, para mi sorpresa, muchas son reales (como el síndrome del acento extranjero, Proteus, el embarazo imaginario…) El protagonista de su novela tiene los reales, pero también algunos ficticios.

 

Esa era la idea. Es un concepto un tanto borgesiano, en el que se introducen conceptos reales, poco verosímiles pero reales, hasta que el lector duda y es entonces cuando introduzco la combinación irreal. Ese era el juego, que el lector no supiera hasta que punto era real o no. Como el protagonista es un experto en enfermedades raras basta con que combine un poco y aparezcan las últimas que se ven en la novela, las inventadas, como la de la visión adelantada cien metros que es imposible totalmente. A partir de sus estudios exhaustivos sobre los desórdenes de la percepción, él crea una combinación posible. Basta con que él se lo crea, es lo bueno del narrador en primera persona, que nos mete en su objetividad.

 

4.- La enfermedad como metáfora de la sociedad, del ser humano, ¿qué es la enfermedad en esta novela?

 

Por un lado hay una invitación a la reflexión sobre todo en cuanto a la conjunción del artista, el arte, la creación y la enfermedad: por qué hay tantos artistas, filósofos, genios etc… enfermos de alguna manera, por qué esa gente tenía un peso moral a sus espaldas, por qué esa gente ha producido obras tan grandes y hasta qué punto son ambas cosas consustanciales. Si indagamos en lo profundo, veremos que las cosas que esa gente habría dicho sobre la vida en caso de no estar tan enfermos habrían sido otras. La sensación de que van a morir les da una visión privilegiada o distinta de las cosas, más objetiva. Por otro lado, como el libro es, en definitiva, de humor te invita a sonreír y a que te tomes la enfermedad a broma. La enfermedad es terrible, pero el único recurso que nos queda al ser humano es la risa. Realmente todos vamos a morir, somos una piel del planeta que va a ser mudada, muchos de nosotros moriremos de enfermedades muy duras, eso es así. Vamos a morir con dolor y a vivir la muerte de nuestros seres queridos, lo cual desde el punto de vista filosófico sólo se puede asumir con el pesimismo total como hace el nihilismo o Cioran que dice que la pena es haber nacido. Sin embargo aquí estamos, y queremos estar, así que sólo queda tomárselo a risa.

 

El personaje se toma a si mismo muy en serio y eso provoca en el lector una sonrisa. La visión del personaje y de los otros enfermos nos hace verlos casi como muñecos divertidos, como marionetas dentro de la historia. Por eso hay un capítulo en el que el hombre elefante se queja y todos los enfermos hacen los mismos gestos que él, actúan todos igual. Buscaba así una imagen más amable de esos enfermos ilustres.

 

5.- Vocabulario médico y para-médico.

 

Eso requiere documentarte y leer mucho, para luego poner poco. Debes masticarlo tú, torturar mucho las frases hasta que sean tan sencillas que no torturen al lector. Pretendía que fuesen estructuras gramaticales sencillas y sin embargo que incluyeran los términos como parte de la broma. Yo quería que la novela tuviese cierta sonoridad en las frases, cierta cadencia, por eso introducir todos esos términos médicos me resultaba difícil.

 

6.- Es una novela circular, cíclica. ¿Las reiteraciones de la prosa cumplen ese sentido metafórico?

 

Por un lado, eso es una representación del propio personaje, que como ya venimos diciendo es el eje fundamental de la novela, y cómo es muy maniático, solitario y obsesivo, al final tiene una forma de hablar y de ver la vida peculiar, por eso siempre empieza de la misma manera a describir la vida de los filósofos. También es un mecanismo de humor, ver como se repite y no sale de su cortedad. Además forma parte de esa estructura más global, que también es fractal, pues si cada párrafo se puede repetir, si las excusas y fórmulas legales que él usa también se repiten, al final todo eso son pequeñas repeticiones desde dentro que nos llevan a un círculo. Eso está a nivel de prosa y a nivel de trabajo del personaje. La prosa y el personaje se van confundiendo al utilizar esa primera persona tan fuerte. El trabajo de estilo de la novela y la forma de hablar del personaje van juntas. Llegó un punto en el que yo quería hacer un homenaje al género negro que está ahí desde el primer párrafo (ese asesino profesional que tiene que matar a alguien) pero al mismo tiempo lo quería acabar convirtiendo en una parodia, porque quería llegar a la hibridación de géneros, que es algo más moderno y por donde creo que puede crecer la literatura. Cuando comencé a tejer el círculo noté que el lector podía sentir como repetitivo algo que de hecho lo era, y que eso podía hacer decaer la novela. Por eso decidí que el personaje debía darse cuenta de su situación, pero sin hacer ese salto metaliterario del personaje que habla con el lector. Le habla pero entre líneas, el no se siente un personaje de novela. Creía que al decirlo iba a ganar complicidad del lector.

 

7.- ¿Están condenados a entenderse asesino y víctima?

 

En cierto sentido sí. Uno de mis propósitos era que él se humanizara a través de la víctima. Él está encerrado en su casa, en ese apartamento en el punto X de Madrid, no habla con nadie ni se ve con nadie. A partir del espionaje al que somete a su posible víctima y a su pareja, empieza a conocer como hablan dos personas, como conviven, oye música…una serie de cosas que normalmente no hace. Hay un capítulo en el que él come carne cuando no le habíamos visto hacer eso nunca, se va dejando contagiar de cierta energía vital que no conocía. Se humaniza un poco y se acerca al otro, pero no tanto como para dejar su obsesión de matarlo. La víctima se va quedando tan perpleja que también piensa que tiene un asesino detrás, pero como quien tiene otra cosa más normal.

 

8.- ¿Hay una superestructura de novela negra?

 

Sí, acaba como una novela negra, si no me parece que defraudaría las expectativas del lector. Yo arranco con esa hipótesis de inicio (¿matará o no a la victima este asesino?), por eso aunque le introduzca en otro tipo de juegos, no puedo acabar nunca sin eso. Para no ser tramposo debía acabarlo así. El cierre es de novela negra.

 

9.- La línea del pasado y del presente están conectadas en la obra, ¿cómo son las líneas del tiempo en ella?

 

La ciencia real está estudiando las muertes de algunos personajes señeros del pasado, pero a parte de eso, sin contar la ciencia médica, hay cosas que no cambian con el paso del tiempo. En el caso de Descartes, cuando se sugiere el envenenamiento, se habla de otros asesinos profesionales en el pasado, y el protagonista es un asesino profesional. Él es un enfermo y en aquella época había otros, los remedios de Kant para sus dolencias también le sirven a él. Ese vínculo entre las épocas está, pero en el fondo, desde el punto de vista del personaje es una ruptura del tiempo. Son personajes atemporales, porque él entiende que van todos a la vez.  Ellos son todos los malditos, los espíritus sensibles y melancólicos y van hacia adelante, da igual de cuando fueran, parece que todo acontece a la vez en su cabeza.

 

10.- ¿Es el asesino profesional un pequeño perturbador para la sociedad?

 

Yo me siento incapaz de hablar de la realidad cotidiana sin distorsionarla de alguna forma. Esta no es una novela fantástica, que es en lo que más me ha movido yo, pero su visión de la realidad está muy alterada, sobre todo al final de la obra.

 

El punto de vista es tan irreal que va a aportar algo nuevo y diferente. Lo que hace falta es salir de una rutina mecánica que nos lleva siempre a lo mismo. En efecto, es un perturbado porque tiene una percepción perturbada de la realidad, en el sentido de que vemos la realidad de una forma distinta. Nos invita a ver otra realidad.

 

El asesino hipocondríaco. Juan Jacinto Muñoz Rengel. Plaza y Janés, 2012. 217 páginas. 16, 90 Euros.

 

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