Especial Alberto Chimal por “Siete”: reseña y entrevista

 

Entrevista por Benito Garrido.

Reseña por Luis Borrás.

 

A propósito de su colección de relatos titulada Siete (Editorial Salto de Página, 2012), hemos entrevistado al escritor mexicano Alberto Chimal.

 

Alberto Chimal nació en Toluca, México, en 1970. Profesor de literatura y escritura creativa, es también una autoridad en el tema de la literatura en internet y la escritura digital (por el que mantiene, entre otros, un sitio literario muy popular, Las Historias, y una presencia constante en línea). Entre otros reconocimientos, su libro de cuentos Éstos son los días (2004) mereció en México el Premio Bellas Artes de Cuento San Luis Potosí, el más importante concedido en su país a un autor de narrativa breve. Ha publicado también la novela Los esclavos, la colección de ensayos La cámara de maravillas, la obra de teatro El secreto de Gorco y más de una docena de libros de cuentos.

 

Siete.  Alberto Chimal.  Editorial Salto de Página, 2012.  304 páginas.  19,50 €

 

Una niña viaja a un mundo paralelo en el que la Unión Soviética no ha dejado de existir. Un grupo de narcotraficantes descubre que Dios, literalmente, está de su lado. Un niño se convierte en víctima de la otra gente, la que solo puede verse con los ojos cerrados. Leonardo DiCaprio se embarca en un viaje por los sueños del cine… o por sus pesadillas. En esta antología, preparada y prologada por Antonio Jiménez Morato, Alberto Chimal, uno de los narradores más potentes, originales y excéntricos en lengua española, es capaz de fundir la actualidad con el mito y el horror con el juego, hasta ofrecer una colección de historias fascinantes; relatos que trazan un siete en el frágil tejido de lo real y nos ofrecen un atisbo del desorden que oculta.

 

Reseña:    Sí y no

 

Tenía un cuerpo perfecto y se contoneaba maravillosamente. Sólo al quitarse el tanga descubrí que no era una mujer. ¿Estamos acostumbrados –malacostumbrados quizás- a esta clase de relatos? Es posible, pero no del todo. No se trata –simplificando- de un combate Poe vs. Chéjov. Gonzalo Calcedo y Sergi Pàmies lo confirman: para que un relato sea bueno no tiene –obligatoriamente- que ocurrir algo inesperado. Basta sugerir en lugar de mostrar con descaro.

 

“Siete” es una colección de veintiséis relatos del escritor mexicano Alberto Chimal. Un conocido –y reconocido- autor en su país con más de una docena de libros de cuentos, una novela, un ensayo y una obra de teatro publicados. “Siete”, según se afirma rotundamente en la portada, es una recopilación de sus “mejores relatos”. Y esa afirmación crea una peligrosa expectativa. Peligrosa porque ya sabemos lo que a veces pasa con las expectativas. Con una recopilación literaria sucede lo mismo que con la música: que esperamos encontrarnos veinte canciones redondas y perfectas. Y en “Siete” no sucede eso.

 

Lo que nos vamos a encontrar en estos veintiséis relatos de Alberto es una multitud de registros y estilos. Genial despliegue imaginativo y lingüístico. Humor y alquitrán. Pasarela con ¿lo mejor de la colección de su fondo de armario? Diversidad temática y formal. Relatos largos, medios y cortos. Argumentos diferentes en cada uno: clasicismo, historia primitiva, ciencia ficción, cuento árabe y oriental, tragedia clásica, -en algunos me ha recordado a Ángel Olgoso– obsesiones bíblicas, narración contemporánea e incluso diálogos teatralizados.

 

Chimal es capaz de todas las metamorfosis, es un fabulador sorprendente, un contorsionista literario, un camaleón que muta y cambia de color. Y todos esos méritos son algo que no le voy a negar. Alberto es capaz de recrear una realidad paralela dentro de la cotidianidad. Realidad por él reducida, alterada, manipulada y troceada; por él convertida en microscópica, incompleta, misteriosamente deformada y a la vez real. Sí, todo eso, pero también en bastantes relatos abusa sin control de esa capacidad de fabulación. Y semejante exceso y desvarío me lleva a la perplejidad y de ahí al rechazo y la deserción.

 

Normalmente en un ramo solemos descubrir un par de flores de plástico. Un trampantojo, una licencia, una excentricidad de autor que completa el conjunto. Alberto lo hace al revés; en un ramo artificial descubrimos la belleza misteriosa y natural de varias flores auténticas. Desconozco si esta selección la ha hecho el autor o el prologuista a su gusto. Pero el mío me dice que en este viaje de largo recorrido (293 páginas) se mezclan las historias absolutamente seductoras y formalmente diversas como “Se ha perdido una niña”, “Álbum”,“Manuel y Lorenzo”,“Variaciones sobre un tema de Coleridge”,“La mujer que camina para atrás” y “La partida”; los relatos híbridos entre un sí y un no, unas veces más que sí y otras a medias como “Shanté”, “Mogo” y “El señor de los perros”; con los delirios que superan todas las líneas en un gratis total: “Capo de capos”, “Navidades alrededor del mundo”, “Corredores” o “La llegada del reino”.

 

Un libro de relatos no tiene que ser el tren de la bruja o el cubo de rubik. Una mosca en la sopa o un test de inteligencia, ni la interpretación –libros con manual de instrucciones- de una pintura abstracta para que se luzcan los críticos y los lectores se autoflagelen porque no saben apreciar su valor. No hacen falta la obviedad ni la resolución de la fábula para apreciar su sabor en el paladar de cada uno. Basta la seducción con cualquiera de sus disfraces.  Los relatos de Chimal producen desasosiego sin mostrarse del todo. La realidad puede producir inquietud incluso pixelada, insinuada, iluminada de forma indirecta. Y Alberto lo sabe y lo consigue. Y dentro de ese claroscuro, ese escenario por él creado –mitad irrealidad y mitad verídico- somos capaces de reconocer al hombre y su laberinto. Por eso me sorprende tanto cuando pierde el equilibrio y cae en lo cómico y el lugar común para epatar y ganarse la calderilla de unas carcajadas, o cuando el absurdo toma el poder y el relato se convierte en un viaje lisérgico.

 

Sin duda me quedo con esa parte del narrador de talento e ingenio que entre el asombro y el dolor, lo verdadero y lo inconcebible nos muestra a un monstruo de dos cabezas con apariencia de hombre.

 

Entrevista:

 

P.- ¿Qué encontrará en Siete el lector novel de Chimal?

Encontrará una selección de veintiséis relatos muy diferentes entre sí porque vienen de distintos libros que he hecho varios años atrás, pero que todos coinciden en un referente claro, la imaginación, como esa puerta de entrada a mundos extraños, a sucesos inusitados.

 

P.- Ya empiezas el juego con el lector porque Siete en este caso no es un número… es el roto que en este caso se produce en la realidad.

Sí, es esa rotura, esa abertura que inesperadamente y de muchas formas se produce en la realidad, en nuestra manera de ver el mundo. Eso es algo que me interesa mucho, encontrar esa abertura, ver qué hay más allá, jugar con lo que eso implica en relación con los límites que estamos dispuestos a aceptar. Cualquier literatura que permita cuestionarnos las cosas resulta verdaderamente interesante.

 

P.- ¿Es el género fantástico el principal abrigo de tus cuentos?

Lo ha sido durante mucho tiempo. En años recientes se ha ido combinando con lo que podríamos llamar realismo, pero siempre dando prioridad a lo imaginativo. En este caso, varios de los textos que aparecen aquí tienen que ver con las fantasías, con las formas en que la vida cotidiana se va yendo hacia lo extraordinario, lo tremendo, lo terrible.

 

P.- ¿Qué de malo tiene la realidad actual como para romperla buscando salir de ella?

Yo creo que un serio problema que se tiene en las culturas occidentales es que nos hemos vuelto demasiado devotos de esa realidad fabricada por los medios, eso que se nos vende como realidad, y que son todo menos espontáneos y verdaderos; en ellos todo está regido de antemano en función del marketing. Y se nos ha olvidado, incluso más allá de la literatura, esa facultad o esa necesidad de cuestionarnos el origen. Y pensando en el campo literario, nos quedamos con la idea superficial de lo que llaman realismo decimonónico, cuando yo estoy seguro de que se pueden hacer muchas más cosas con el lenguaje.

El proceso de creación es complicado. La idea para una historia puede venir directamente de los sueños, o de una carambola real. Así, un suceso real puede inspirar un relato realmente estrambótico que no parece tener una base real. Esta antología es por tanto, diversa en los temas y en la forma.

 

P.- ¿Cómo nació esta idea de hacer una selección de tus mejores cuentos?

La idea vino a partes iguales del editor y de Antonio Jiménez Morato, que estaban muy interesados en traer algo de mi trabajo a España. Y al mismo tiempo, como en México tengo quince libros de cuentos, algunos de ellos editados en grandes editoriales, y otros en ediciones pequeñas que ya no se encuentran, ésta era una forma de recuperar parte de todos esos trabajos. Y así, en lugar de centrarnos en un libro concreto, poder mostrar un panorama más amplío y representativo. El efecto de conjuntar relatos más antiguos con otros más modernos, ha dado un resultado realmente atractivo e interesante.

 

P.- Cuento y literatura fantástica, combinación temeraria en el actual panorama editorial ¿no crees?

Puede ser que sea algo arriesgado, pero no me lo podría haber planteado de otra manera. Escribir de esta manera no es algo planeado o estudiado según la situación del mercado editorial, es algo que a mí me ha venido así desde siempre. Recuerdo que ya de pequeño, en casa de mi madre había muchos libros, y los primeros que más llamaron mi atención eran aquellos de cuentos fantásticos. Recuerdo entre mis lecturas primeras un volumen enorme titulado Mitos y leyendas, y la colección de ciencia ficción Martínez Roca. Desde esos momentos estoy condenado a este tipo de literatura.

 

P.- ¿Cuál es el paso clave que hay que dar o el chip que cambiar para dejar el cuento y pasar a escribir novela?

A mí la novela me requiere un estado de ánimo, cierta dedicación que no tiene que ver con la del cuento. Para un cuento se puede hacer un borrador rápido, que luego exige eso sí, de un arduo trabajo de corrección y revisión. En cambio, la novela es una carrera de resistencia, tiene uno que estar durante un buen rato con la misma gente, en el mismo lugar, viendo como se va enriqueciendo el mundo narrado.

Ahora estoy terminando una nueva novela que saldrá en México en septiembre y que va a ser todo lo contrario a lo que he trabajado en relatos. Va a tener unas quinientas páginas que me ha tomado varios años escribir. Todo lo que he estado trabajando estos años, ha estado alternándose con esa novela, haciendo que esté mucho más complementada.

 

P.- Tienes un blog muy seguido en el que has colgado ya algunos de tus cuentos. ¿Crees que internet y el mundo editorial están condenados a entenderse?

No les queda más remedio que intentarlo. El año pasado estuve en un simposio sobre el libro electrónico, y la mayoría de los ponentes hablaba del futuro de la edición como si todavía estuviésemos en los años ochenta o noventa, cuando ese futuro es ya una realidad, está aquí ya. Existía esa resistencia a aceptar las nuevas tecnologías como algo que tiene todas las de ganar. Igual que sucedió hace un par de décadas con la industria del disco, del lp al cd, y ahora mismo lo que está más de moda son las descargas. Está claro que debemos adaptarnos al correr de los tiempos.

 

P.- ¿Cómo consideras que está actualmente la situación en la narrativa mexicana?

Creativamente hablando, bastante más saludable de lo que nosotros inicialmente podamos creer. Editorialmente, menos. Es como algo proverbial que en mi país se lee poco, que la crisis golpea duramente al mercado editorial, y aparte existe un periodo de transición amparado en los movimientos políticos. Durante buena parte del siglo pasado, el estamento cultural oficial promovía la idea de que la literatura, y en particular la narrativa, tenía que hablar acerca de la agenda política, del poder, como si se tratase de una sucursal de la sociología, y al mismo tiempo, se suponía que también debía ser arte. Ahora está cambiando la situación porque al poder político no le interesa la literatura, ni la cultura en general, y muchos colegas tienen que compaginar el trabajo literario con el hecho de ser funcionarios. Escriben para estar ahí, como parásitos. La lucha interna es inevitable, pero entre tanto polvo y panorama revuelto, existen cosas verdaderamente muy interesantes.

 

P.- ¿Cómo te sientes al publicar por primera vez en España?

Me siento muy contento y orgulloso. Si por lo menos puedo encontrar nuevos lectores que disfruten de acercarse a mis cuentos, me doy por satisfecho. Existe una típica frase hecha que repiten los profesores de literatura en México: “uno tiene que ser universal escribiendo acerca de su aldea”. Viene a decir que uno tiene que ser como el Juan Rulfo del siglo XXI y seguir escribiendo de los mismos asuntos de la política local. Eso no está mal hacerlo, dependiendo de quien sea el autor, pero también está bien hacer cosas nuevas. La realidad no es solo lo que aparece en la prensa, es también todas aquellas experiencias interiores del escritor que fluyen en el papel.

 

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