Erika Bornay: “Perdí mi última inocencia durante la guerra de Bosnia”

Por Robert Sendra.

La sensibilidad y los íntimos matices humanos son algunos de los ingredientes que hacen de ‘Lunes en la calle Slova’ (Sd Edicions) un relato especial. La novela de Erika Bornay es una historia pequeña y cuidada, ya que es en las cosas menudas, en las miradas y en las minúsculas derrotas personales de los protagonistas, soportadas sólo con el empuje del día a día, donde alcanza su plenitud. No obstante, la narración también se enfrenta cara a cara con temas de tinte mucho más épico, como son el amor que se resquebraja, las heridas del pasado que nunca han dejado de sangrar y la terrible guerra de Bosnia. De hecho, la historia ocurre en la Vall del Baç de 1999 y en plena Guerra de los Balcanes allá por 1992 en forma de flashback. Más allá de la trama, el relato hace un esfuerzo por cuidar y entender a sus tres personajes principales: una mujer catalana, su marido, que regenta un restaurante, y una chica bosnia que conoce a la pareja en las postrimerías del siglo XX. El encuentro entre las dos mujeres no es para nada casual y tiene un efecto balsámico en ambas. Y es que, según la autora, “siempre necesitamos en algún momento de nuestras vidas que alguien o algo nos rescate”.

Además de escribir esta y otras obras de ficción, Erika Bornay es profesora de historia del arte en la Universidad de Barcelona y miembro de la Asociación Internacional de Críticos del Arte. También es autora de ensayos en los que la relación histórica entre el arte y la mujer constituyen uno de los ejes centrales. La escritora nos habla de lo que supuso dar vida a ‘Lunes en la calle Slova’.

 “Siempre he intentado que en mis novelas exista un plus de información cultural, histórica o de arte”

Pregunta: ¿Por qué eligió el conflicto de Bosnia para retratar el dolor que provocan las cicatrices del pasado?  

Respuesta: Este conflicto, que tuvo lugar entre los años 1992-1995, me impresionó mucho. Me afectó. Todavía tengo presente en mi memoria la imagen desolada de familias enteras huyendo por las montañas. Después de la perversidad del nazismo con sus campos de exterminio, pensé que aquello ya no podía volver a pasar en una Europa próspera que me parecía civilizada. En realidad aquellos días perdí mi última inocencia.

P: ¿Cómo se documentó sobre la guerra de Bosnia?  

R: Mediante lecturas de historia política, reportajes y sobre todo visita a hemerotecas. Siempre me han interesado aquellos países. Como recuerdo en mi novela, los acontecimientos de Sarajevo dieron lugar a la Primera Guerra Mundial.

P: Al contrario que en sus ensayos, en la novela los hechos históricos y teóricos quedan en segundo plano respecto a la historia de ficción. ¿Cómo es la tarea de combinar documentación y ficción?

 R: Seguramente por mi vertiente pedagógica siempre he procurado que en mis novelas exista un plus de información cultural, histórica, de arte… En ‘Los diarios de Fiona Courtlaud’, una de las protagonistas es una mujer prerrafaelista. En ‘Las historias secretas que Hopper pintó’, todo gira alrededor de los cuadros de aquel pintor norteamericano. En esta, si no explícita, sí hay una denuncia implícita de la obscenidad de la guerra. Estas ambientaciones son, pues, pretextos   buscados para que una lectura nos aporte algo más que una simple evasión. Estoy segura de que algunos de los que  han tenido oportunidad de leer el segundo de mis libros se habrán interesado por Edward Hopper.

P: Las mujeres de sus libros son personas fuertes, ¿no es así?

R: Más que fuertes las definiría como mujeres complejas, que buscan encontrarse a sí mismas y tener un rol en la sociedad.

P: ¿Se enfrentan las mujeres de todo el mundo a problemas parecidos? 

R: Básicamente sí: ser respetadas y tratadas como a un igual.

P: Desde el punto de vista de profesora de historia del arte, ¿qué le interesó del trato que recibe la mujer en el arte y que usted debate en  sus ensayos?

R: Tradicionalmente y hasta las primeras vanguardias pictóricas, la mujer fue representada muy a menudo como objeto de deseo sexual y como símbolo del mal. Este tipo de imagen de femme fatale  fue sorprendentemente abundosa en el último cuarto del siglo XIX. En esta época aparece con mucha fuerza en las artes y la literatura la dicotomía María-Eva (la perversa Lilith), aunque con mucho más énfasis en la segunda imagen que en la primera. En poesía, Baudelaire la refleja en sus ‘Flores del Mal’. Tolstoy, Flaubert y Fontane, por su parte, nos retratan a la mujer adúltera que osa romper el orden establecido y escribir su propio relato emocional.

P: ¿Considera su novela dirigida principalmente al público femenino?

R: Cuando escribo no soy consciente si lo hago para un público femenino o masculino. Ni me lo pregunto ni me lo propongo. Pero ocurre que en mí reconozco al mundo de la mujer. Lo conozco más. Me es más cercano. También tengo un diálogo muy enriquecedor con algunas mujeres y ahí debe hallarse la respuesta de por qué finalmente en mis libros las protagonistas sean principalmente ellas.

P: ¿Cuál cree que puede ser la reacción de una mujer al leer el libro?

R: Me ha llegado noticia de que muchas se han emocionado

P: ¿Y la de un hombre?

R: Lo desconozco.

P: Pese a que las emociones a lo largo del libro son muy fuertes, la novela es sutil al tratarlas, y los personajes piensan, dudan y hacen conjeturas mucho más de lo que actúan. ¿Cómo consiguió esta contención en la escritura?

R: No sé como sucede esto. Me gusta escribir de manera tersa. No puedo decir muchas más cosas de mi escritura, no puedo distanciarme.