Entrevista a María Zaragoza

 

Por Juan Soto Ivars.

 

María Zaragoza publica «Los alemanes se vuelan la cabeza por amor», una intensa novela sobre las obsesiones en el mundo de la impostura, con una plaza irreal como escenario en la que desembocan distintos personajes con afán de realidad. Una novela que ha sido merecedora del Premio Ateneo de Valladolid y busca a sus lectores en una buena edición de Algaida. Hablamos con la autora a través de esa Plaza irreal o algo parecido: internet.

 

Tu novela es arriesgada formalmente, ¿fue una sorpresa que recibiera un premio como el Ateneo?

 

Soy una de esas extrañas personas que cuando se presentan a un premio no esperan ganarlo, así que supongo que siempre es una sorpresa. En el caso del Ateneo joven de Sevilla, que fue el primer premio importante que gané, me presenté porque un amigo me insistió. Cuando me lo llevé, de alguna forma, me vine arriba y saqué el borrador de “Los alemanes se vuelan la cabeza por amor” que llevaba seis años construyéndose y rompiéndose, le di una última corrección y decidí buscar un premio al que presentarlo, con el fin de testar la novela, para ver si iba bien. Había perdido por completo la perspectiva y no estaba segura de si la novela funcionaba o sólo funcionaba en mi cabeza. Fue un gusto hablar con el jurado en la entrega del premio y darme cuenta de que la habían leído con placer y que la habían comprendido casi mejor de lo que la comprendía yo. En cuanto a ser arriesgado formalmente, creo que debemos dejar de pensar ya de una vez que el lector medio es tonto; me da la impresión de que existe un equilibrio entre ofrecer cosas bien escritas o arriesgadas y contar historias interesantes (que al final es lo que el lector espera) y que es en esa franja donde hay que intentar moverse. Desde luego ningún escritor es un dios y hacer una novela es siempre arriesgado, así que unas veces sale mejor y otras peor, pero al menos hay que intentarlo.

 

Has sido becaria de la Fundación Antonio Gala, has ganado multitud de premios… ¿crees que hay otra forma de vivir como escritor? ¿Necesitan mecenas los escritores?

 

En mi caso tengo la sensación de que he tenido mucha suerte en mi carrera y no me gusta ponerme por ejemplo de nada, es cierto que me ha ido bastante bien, pero como todo el mundo me he llevado muchos portazos en la cara. Supongo que es una cuestión de no darse nunca por vencido y seguir intentándolo. Creo que los premios y las becas son importantes por muchas razones. La primera es la económica, porque el dinero es tiempo para poder dedicarte a lo que te gusta, eso es evidente. La segunda es que te sitúan en una mesa o en una estantería o te hacen una línea en el currículo, lo que permite que estés más visible y la gente tenga la oportunidad de sentir curiosidad por lo que haces. El círculo de una novela siempre acaba en el lector y hay muchos libros maravillosos que se mueren de aburrimiento en las librerías porque la gente no sabe que existen. Y la tercera y, para mí la más importante, es que te dan ánimos para seguir. El mundo de la literatura es muy complicado y todos acumulamos muchas negativas, una beca o un premio te dice que, de alguna manera, hay algo que estás haciendo bien y que puedes seguir. No sé si lo llamaría mecenazgo, pero es una forma bastante buena de apoyarte económica y moralmente. 

 

Encuentro menos sexo aquí que en otros de tus relatos. ¿Has sentado la cabeza?

 

No, no creo. Creo en el sexo literario como medio para contar algo, no porque sí, y en este caso no me parecía que en la historia procediese. Ni siquiera me lo planteé. En la novela aparecen historias de sadomasoquismo, pero yo pretendía hablar de un sadomasoquismo emocional, no físico, y una escena con látex y fustas hubiera matado el objetivo.

 

Tengo entendido que el proceso de creación fue largo y difícil. ¿Nos haces el making off?

 

La idea de la Ciudad donde vamos todos cuando soñamos, nos quedamos en blanco o estamos a punto de morir, con esa Plaza donde la gente se reúne para hablar de sus cosas y donde los conflictos diarios acaban causando o resolviendo conflictos mundiales, era en mi cabeza tan jugosa que estuve escribiéndola durante seis años. El primer borrador tenía unas 1200 páginas. Había tantas cosas en ese primer borrador que no se entendía nada en absoluto. A veces cuando tenemos una idea que nos obsesiona, queremos dar tantos detalles, contar tantas historias, que al final damos demasiada información que se va matando por exceso. En un momento determinado, no sé muy bien cuándo, decidí que tenía que mutilarla y me di cuenta de que había tres troncos o tres historias principales. Me quedé con una y quité todo lo demás. Esta fue “Los alemanes se vuelan la cabeza por amor”. Creo que tendría material para sacar otras dos novelas y que aún así tendría que tirar unas 500 páginas de sobras. No tengo claro si lo haré. Muchas veces funciono por instinto y un día me da la vena y me pongo. O no me da nunca. Y gracias a eso hago las cosas, porque tomar la decisión de romper algo en lo que llevaba seis años trabajando, si no lo hubiera hecho por impulso, es algo que no hubiese hecho nunca.

 

Tus personajes se mueven por sus obsesiones, que es como se mueven los solitarios, ¿así funcionamos en estos tiempos?

 

Yo creo en el hombre como animal gregario. Me parece que sí, hemos llegado a una sociedad de individualidades en la que es más difícil entablar relaciones sinceras, pero en realidad intentamos comunicarnos. La proliferación y el éxito de las redes sociales es un gran ejemplo. El ser humano necesita comunicarse, romper de alguna forma con la soledad que una sociedad como la actual potencia. Y lo hace como mejor puede. Todos los personajes de mi novela están obsesionados y se sienten solos, y justo por eso hacen las cosas que hacen. Porque en el fondo su objetivo, creo que como el de todos, es que se les entienda, sentirse comprendidos.

 

Los alemanes de Goethe se volaban la cabeza y ahora la gente pone candados en un puente a lo Moccia. ¿Cómo ves la literatura de masas?

 

A mí me interesa como fenómeno sociológico, básicamente. ¿Qué tiene Moccia que hace que la gente ponga candados en las vallas simbólicamente para sellar su amor? Yo leo a Moccia y me quedo igual, con todos mis respetos, pero ha sido capaz de crear una imagen que se ha convertido en símbolo. ¿Estamos tan sedientos de romanticismo que en la época de Goethe la gente emulaba Werther y ahora van dejando candaditos? ¿Es eso? O a lo mejor lo que necesitamos son símbolos, ídolos, ejemplos? No lo sé, la verdad, pero en realidad es eso lo que me interesa. Me fascinan las cosas pequeñas que crecen como una bola de nieve rodando por una colina. La literatura de masas me fascina como puedan hacerlo los niños que se tiran de una terraza emulando a Superman o un tweet que da la vuelta al mundo. Desde el punto de vista de la lectura, pues prefiero que la gente lea (lo que sea) a que no lea. Hay un montón de lectores que han empezado con “Crepúsculo” o “Harry Potter”, por poner otros ejemplos de fenómeno mundial, y que han ido descubriendo gracias a ellos otros libros. Y otros que no, pero que por lo menos han descubierto que un libro les emociona o les aporta algo y no es una obligación que te ponen en el instituto para hacer un trabajo. Y yo creo que eso es bueno. 

 

Dijo un místico que el paraíso es un buen momento de la vida repetido hasta la eternidad. ¿Qué hay de mística contemporánea en Los Alemanes?

 

Creo que lo más místico que pueda tener mi novela es la idea de punto de encuentro. Todos los personajes buscan algo, como ya hemos dicho antes, buscan comunicar algo. Aunque la Ciudad y la Plaza no existan, podrían tener su espacio en estas cosas que se han inventado para la red, redes sociales, foros, etc… creo que todos buscamos algo ahí, ya sea exhibirnos, hacernos publicidad, comunicar, encontrar amigos, saber que hay alguien del otro lado leyendo que he ido a hacer la compra… la soledad y la depresión, que son ahora nuestro mal endémico, pueden aplacarse si sabemos que hay más gente ahí, del otro lado, con sentimientos y búsquedas semejantes a las nuestras. Supongo que el paraíso en la tierra es encontrar tu hueco, tu espacio, y nunca perder la capacidad ni de sorprenderse, ni de luchar por lo que sueñas. En mi novela, como en la vida, a unos les va mejor que a otros en ese sentido, pero supongo que rendirse es la peor opción. Siempre hay alguien que se siente como tú o está dispuesto a apoyar. 

 

¿Es el masoquismo sentimental un leiv motive en tus relaciones, o tal vez en las de todo el mundo?

 

Ni en las mías ni creo que en las de todo el mundo. Yo soy muy bruta sentimentalmente, la verdad, y cuando estoy con alguien lo doy todo, no porque me proporcione sufrimiento, sino porque soy así. Pero cuando me canso, lo hago de la noche a la mañana y sin dar marcha atrás. Supongo que eso desorienta un poco. Pero desde luego lo que me mueve a hacer las cosas que hago en pareja no es, ni mucho menos, el dolor. Yo busco la felicidad, y hacer feliz al de al lado. Y quizá por eso me fascina la gente sentimentalmente masoquista. Uno a veces escribe para comprender lo que se le escapa del mundo, y yo escribo mucho sobre masoquismo sentimental porque me maravilla que haya gente a la que le guste sufrir, gente que se recree en estar mal, gente que se engancha a gente que evidentemente la va a dañar como si fuera un patrón repetido, gente que llama “dar vidilla a la relación” a tener peleas encarnizadas. Y lo que más me llama la atención es que hay muchísima gente así, muchísima gente sádica (que eso hasta puedo hacer un esfuerzo y lo entiendo) y masoquista en sus relaciones y que lo buscan a veces conscientemente. El hecho de que escriba sobre ello es más bien como estudio que como parte participante. 

 

Al terminar tu libro, uno se siente desorientado. ¿Ves afán de realidad en los habitantes de la red, o es el afán de irrealidad lo que nos lleva a vivir conectados?

 

Creo que es una mezcla. Me parece que vivir conectados nos evade de los problemas, nos hace soñar con ser otros cuando lo necesitamos, nos transforma de alguna manera en aquello que nos gustaría ser. El otro día vi otra vez “El club de la lucha” y me gusta mucho cuando Brad Pitt le dice a Edward Norton que es una versión mejorada de él, que dice las cosas que a él le gustaría decir, que hasta folla como a él le gustaría follar. Me parece que en muchos sentidos las redes sociales o los foros, crean esa ilusión. Pero creo también que hay una necesidad oculta de volver real ese personaje, de crear lazos reales con la gente que conocemos por internet, porque, como ya he dicho, necesitamos que nos comprendan.

 

Tu literatura sabe ponerse en el lugar de los hombres. ¿Crees que estamos dejando atrás la literatura feminista?

 

Siempre he creído que la literatura es una cosa única y que no debe calificarse ni por quién la escribe ni por quién la lee. Estoy en contra de las etiquetas y sobre todo de que si algo está escrito por una mujer debe tener unos determinados personajes que se comporten de una determinada forma. Creo que los escritores deberían poder meterse en el papel de mujeres y las escritoras en el papel de hombres a la hora de escribir para ser completos y poder contar una historia con todos sus matices. Creo que cualquier tipo de división es un empobrecimiento de la literatura como tal.

 

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