La transformación de la confianza

 

Por: Cristobal Vergara Muñoz.

Hay términos que debido al avance del modelo ideológico de la globalización han cambiado su significado originario por otro que poco o nada tiene que ver, lo que ha afectado a nuestra manera de estar en el mundo y a nuestra manera de mirar el lugar que habitamos. El concepto de “confianza” es uno de ellos.

Desde el comienzo de la llamada crisis económica el auge de este término en los medios de comunicación de masas ha conseguido que los oídos se nos saturasen en un primer momento y que después nos insensibilizásemos ante sus sílabas. En consecuencia, el significado «económico» de la confianza ha superado la significación moral de la misma.

Nos hemos acostumbrado de un modo tal a escuchar que esas entidades llamadas “Mercados” depositaban o demolían su confianza de un día para otro y que como todo lo que se repite hasta la saciedad, ha dejado de sorprendernos o de llamar nuestra atención. Poco o nada parece tener que ver la realidad de los millones de españoles que diariamente se levantan para ocupar su puesto de trabajo o sus actividades diarias con que un lunes los “Mercados” digan “Sí” y el martes pronuncien un rotundo “No”. Lo que no quiero hacer aquí es defender una u otra ideología política, pues todos tenemos nuestra concepción fruto de nuestro tiempo y nuestro conocimiento cultural. Mi intención es, sencillamente, expresar una duda que no puede dejar de confundirme y atormentarme.

Esas entidades, a las que los mass media llaman “Mercados”, que tienen personalidad y pasiones viscerales según ellos, cada día otorgan su “confianza” como si el toque de un santo se tratase. La cuestión que quiero poner de relieve es en cierto modo, el mismo problema que tenía Rousseau en el “Discurso de las ciencias y las artes”. Esto es, si nuestra civilización ha llegado a un nivel de desarrollo técnico como el actual, lo que encuentro inconcebible es que un asunto tan crucial y vital como la economía (es decir, la administración de los recursos de la humanidad) siga dependiendo de algo tan carente de rigor como la “confianza” de alguien hacia otro, es decir, que pese al avance de la técnica, no ha habido progreso en otros ámbitos. No quiero mostrarme aquí ingenuo ya que sin duda podríamos hablar de causas históricas, sociológicas, culturales y sin duda un largo etc… de razones y justificaciones del sistema económico internacional.  El asunto es que encontramos como normal que esto sea así, al igual que encontramos común que nuestra economía esté por ejemplo basada en el mayor gasto posible de los recursos disponibles en vez de la mayor conservación de los mismos.   

Cuando por ejemplo un ingeniero diseña alguno de los productos de la técnica, ya sea un ordenador, un avión, un tanque o una caja de galletas, los conocimientos que aplica están basados en reglas y leyes que en general distan mucho de estar determinadas por la “confianza” de nadie. Bien es cierto que el proceso es arduo y sujeto a multitud de errores humanos, pero cuando el ingeniero introduce un cambio en el diseño lo hace con relación a alguna norma que él conoce perfectamente que funciona; no existe el momento en que cruza las manos y sinceramente realiza una volición para confiar en que lo que se le ha ocurrido funcionará.

Visto esto, ¿de dónde surge el predominio de la fe dentro del campo de la economía? Si la sociedad de hoy presume de algo es de ser la sociedad del conocimiento y la información, que es, por tanto, la sociedad del dominio y control de la naturaleza -nos guste o no. ¿Cómo podemos concebir, entonces, basar la gestión (que es un concepto completamente racional y propio de la logística) de nuestra civilización en la creencia, la fe y la “confianza” que tienen unos determinados señores en la economía de los países y las empresas?

Ahora bien, lo que quiero plantear aquí es la necesidad de un cambio claro de paradigma con respecto a este asunto; es decir, hablar de la necesidad de cambiar la manera con que miramos la cuestión y por tanto la entendamos. Un símil que podría aquí ayudarnos a ilustrarlo son quizás las palabras de un famoso filósofo del cual no tengo ahora necesidad de citar su nombre. Lo que ponía de relieve era que había que cambiar la forma de mirar con la cual producíamos algo con un objetivo determinado e ir a los efectos reales y finales que los productos de la técnica provocan. Pensemos por ejemplo en un coche y démonos cuenta que la última consecuencia que genera al ejercer su función no es trasladar cosas y personas de un lugar a otro, que es un paso intermedio en su funcionamiento, sino producir gases de efecto invernadero que contaminan el medio ambiente y por tanto son perjudiciales para la vida. Igualmente podríamos pensar en otros ejemplos como las centrales nucleares, que pese a que producen energía nuclear para consumo humano, su «fin último» está en producir residuos nucleares altamente contaminantes e imposibles de reciclar en el período de muchas vidas humanas. El asunto de la economía de la “confianza” circula por el mismo camino, con lo que pese a que nos pudiera parecer algo lógico y entendible, la lógica final que genera tiene resultados severamente perniciosos para nosotros y el resto de seres que habitan la tierra. Hay que ir e investigar los efectos últimos de una economía basada en la «confianza» para ver qué es exactamente lo que genera y si no tiene más efectos negativos que positivos.

One thought on “La transformación de la confianza

  • el 22 mayo, 2012 a las 1:30 pm
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    ¡Ordago a lo interesante!, ¡planteamiento visceral! … en fin me gusta

    por si os vale de algo voy a soltar un comentario de mi papa burgues a su hermano, que yo presiento como un paradigma de la clase acomodada

    dice papa: el patrimonio político de un ciudadano se ha valorado en un voto cada cuatro años. Las élites de poder político nos gestinan el patrimonio político individual agrupándolo en una masa de patrimonial. Eso le da poder para que a cambio nos devuelvan bienestar (queda claro que no considera las pervesiones de poder)

    sigue papa: el patrimonio económico de un ciudadano se valora en modeda corriente. Se lo entregamos a las élites económicas para que nos produzcan rendimientos dinerarios. Masas economicas que mueven los fondos monetarios multinacionales

    continua papa: estamos asistiendo a las leches entre las élites que gestionan nuestros patrimonios políticos y las que gestionan nuestros patrimonios económicos. Ambas por defendernos nos están sangrando ¡Una verdadera revolución!

    En fin yo sólo oigo… pero decir no digo nada

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