El árbol, el fruto y la cocina – Presentación

Por Linneo

A vosotros que acudís periódicamente a esta sección de gastronomía  en  CulturamasOcio quisiera hablaros, en una serie de entregas, de los frutos que más utilizamos en nuestra alimentación diaria, de su utilización y de su procedencia.

Con el título general de “El árbol, el fruto y la cocina” os iré mostrando los frutos  que llenan de vivos colores y sabores nuestras mesas, de sus temporadas,  de sus usos en la cocina o en la alimentación y de su procedencia. También de su verdadero creador, casi siempre omitido y olvidado, el sufrido árbol.

La intención no es otra que, a través del conocimiento, aprendamos a valorar y por lo tanto a cuidar y respetar a estos seres vivos que tales frutos nos proporcionan,  además de otras muchas cosas. No olvidemos el oxígeno, la lluvia, la leña, la belleza…

He oído, más de una vez a mis sobrinos lo ricas que son las cerezas; pero no saben absolutamente nada del gran laboratorio que las genera, el Cerezo. Por este motivo y otros mas, sin ningún alarde y ninguna profundidad  botánica, me gustaría presentaros, como si de un familiar o amigo se tratase, a estos árboles que llevan tantos y tantos años, en silencio, ofreciéndonos los resultados de su trabajo en cada ciclo vegetativo.

Con su trabajo constante y sordo, con la clorofila transforman la energía luminosa del sol en energía química tan necesaria para, con materias tan simples de partida (agua y anhídrido carbónico) construir las estructuras mas complejas de los compuestos orgánicos esenciales para la nutrición: los azúcares.

Cada minúscula célula de una planta es un admirable laboratorio químico. Cada hoja y cada tallo exponen al sol cantidad de miríadas de estas células verdes.

Por este arduo trabajo además de otras muchas cosas,  su belleza por ejemplo, merece la pena que sean respetados y reconocidos por todos nosotros.

Observareis que, en contra de las normas, siempre que nombro un árbol lo hago en mayúscula como si se tratase de Juan, Alberto, Pedro o Lorenzo. También procuro dirigirme a ellos por su nombre propio.