Entrevista a Leopoldo Brizuela, Premio Alfaguara de Novela por «Una misma noche»

 

Por Benito Garrido.

 

A propósito de su última novela Una misma noche (Editorial Alfaguara, 2012), galardonada con el XV Premio Alfaguara de Novela 2012, hemos entrevistado al escritor argentino Leopoldo Brizuela.

 

Leopoldo Brizuela nació en 1963 en La Plata, provincia de Buenos Aires, Argentina. Estudió Letras en la Universidad de La Plata. Es narrador, poeta y traductor. Su primera novela, Tejiendo agua, escrita a los diecisiete años, obtuvo el Premio Fortabat 1985. Inglaterra. Una fábula ganó el Premio Clarín de Novela 1999 y el Premio Municipal de la Ciudad de Buenos Aires, y fue publicada en varios países, con reseñas consagratorias en medios internacionales como Le Monde, El País y La Folha de São Paulo. Es autor también de El placer de la cautiva (2001), el libro de relatos Los que llegamos más lejos (2002) y la novela Lisboa. Un melodrama (2010), entre otros libros. Ha traducido a Henry James, Flannery O’Connor y Eudora Welty, entre otros autores. Fue escritor residente del Banff Center For the Arts, Canadá; del International Writing Program de la Universidad de Iowa, y recibió el subsidio de la Fundación Gulbenkian de Lisboa para el estudio de la cultura portuguesa. Colabora habitualmente en los diarios Clarín y La Nación, y coordina talleres de escritura creativa.

 

Una misma noche. Leopoldo Brizuela. Editorial Alfagura, 2012.  276 páginas.  18,00 €

 

Una madrugada de 2010, el escritor Leonardo Bazán es testigo involuntario del asalto a una casa vecina. No es un robo usual: lo lleva a cabo una banda organizada, con una logística sofisticada, y hasta un patrullero de la Policía Científica. Pero lo que más perturba a Bazán es el recuerdo de una experiencia similar —de la que también fue testigo junto a sus padres— ocurrida en esa misma casa en 1976, a poco de iniciada la dictadura militar en la Argentina. 

 

El trauma de aquella noche pareció caer en el olvido; pero ahora Bazán siente que debe escribir para entender y salvarse. ¿Cómo actuaron exactamente él y sus padres y cómo juzgar hoy esas reacciones? ¿Cómo es posible que una estructura criminal, montada décadas atrás, todavía exista y que la gente siga reaccionando de la misma manera, con el mismo miedo?

 

Narrada como el cuaderno de notas de un detective que, pista tras pista, se indaga a sí mismo y se expone al crimen organizado, Una misma noche es una novela de suspense que explora el rol de los ciudadanos enfrentados a las formas más brutales y secretas del poder. Y reflexiona sobre la intolerable conciencia de nuestra propia cobardía. Un texto a un tiempo íntimo y político, confesional, potente, misterioso, destinado a perdurar.

 

Entrevista:

 

P.- ¿Dónde está el origen de esta repetición de la memoria?

Solo hay dos anécdotas reales en el libro: el asalto de 2010 y el asalto de 1976, a la misma casa. Yo era el único testigo que sabía que en esa misma casa, habían entrado dos bandas integradas por diferentes policías, pero siguiendo los mismos métodos. Ahí, frente a ese lugar común, sentí la necesidad de escribir esta historia. Pero realmente lo que me impulsó fue el miedo, como un sentimiento muy profundo, menos consciente, una reacción instintiva: ante el miedo ponerte a escribir como si en la literatura estuviese tu salvación, como si ésta fuese una forma de entender y al mismo tiempo ahuyentar esos fantasmas.

Esta no es una novela sobre la dictadura, me preocupa más analizar un hecho concreto que ocurre durante la dictadura. Y en relación a la memoria de ese hecho me fascinaban dos puntos: cómo la memoria, esa imagen que tenemos del pasado, puede cambiar (ya que el pasado es algo fijo) con datos que se le ofrecen en el presente; y la idea de la repetición como forma de memoria, como en una especie de arqueología de las cosas cotidianas, se aprende repitiendo los actos.

 

P.- Novela de suspense, thriller, tensión política, psicológica… Híbrido testimonial que reclama la memoria histórica del hombre. Algunos opinan que es mejor olvidar.

Yo creo que solo se puede olvidar si se recuerda bien. Hay que recordar para poder olvidar un poco. Y de hecho, creo que después de escribir la novela mi relación con el pasado es muy diferente, por el solo hecho de haberla escrito. No creo idealizar la memoria, es una herramienta más, y además bastante defectuosa, de ahí la desesperación que tiene el personaje.

Esta novela me puso en evidencia que lo ocurrido en el pasado, y sus consecuencias forman parte del presente. El personaje recuerda básicamente imaginando, de una forma incompleta, tomando apuntes para una novela. Y es la sociedad la que le ayuda a recuperar la información. No puede recordar solo, es demasiada tarea, y además algo difícil de soportar si no hay un apoyo social. Por eso cuando surgen los juicios encuentra esa posibilidad y empuje.

 

P.- Cómo periodista que eres, ¿qué crees que aporta de diferente a la narración el escritor que es periodista en cuanto a otro que no lo sea?

Una de las cosas que me comentaban los amigos y conocidos a los que conté mi idea del libro, era que debía escribir mejor una crónica que una novela, que nadie iba a creer lo que sucedió si lo contaba con el formato de novela, que tenía todos los datos para cerrar una buena investigación periodística. Pero yo confío en la ficción, puede llegar a lugares que la investigación no, básicamente por el uso de la imaginación. Y eso me permitió en esta novela, aparte de inventar, jugar todo el tiempo a imaginar lo que pudo haber sido. Todo el libro está lleno de hipótesis que pueden llegar a estremecer al lector que pueda sentirse protagonista.

 

P.- ¿Qué queda todavía en la sociedad argentina actual de aquellos terribles momentos de la dictadura militar?

No sabría decírtelo en términos generales, pero hace poco y por primera vez, después de más de treinta años, Videla admitió que existían los desaparecidos, que era verdad. Durante todo ese tiempo, ha estado negando la evidencia. Responde por su parte a una necesidad de enmascarar las muertes, pero quien responde por esos treinta y cuatro años de tormento e incertidumbre de los familiares. Está claro que todavía queda mucho, más incluso que rabia o rencor. La negación de las desapariciones produjo un daño que se ha ido prolongando hasta nuestros días. No es que esté el pasado, la nada y el presente… No, es todo una misma noche. De ahí el título. Y luego está también la culpa y el pudor por sobrevivir ante aquellos que han perdido a algún familiar. De esa culpa nace el personaje de Diana, con un pudor terrible por haber desaparecido y luego poder volver, de no haber muerto, quizás de no haber sido tan combatiente. La culpa se hace entonces tan terrible como el miedo, la culpa de haber tenido miedo. Todo el mundo tiene vergüenza a la hora de reconocer el miedo.

 

P.- En tu libro tratas la vergüenza, la cobardía, el miedo, el silencio… ¿qué más caras pueden encontrarse?

La desesperación por encontrar un lenguaje para contar esas experiencias, y lo confuso que resulta ser la memoria que no se habla. Tenía la sensación de que un secreto que se guarda durante tantos años parece que se quedara arrumbado en ese lugar al que van los sueños y las imaginaciones. ¿Esto realmente lo viví o lo imaginé? No idealizo la memoria, sino todo lo contrario, la pongo como un elemento precario. Quería quedarme con los recuerdos, con las sensaciones de aquella época, con la memoria de los sentidos, con las concepciones de palabras que cuando surgieron no tenían sentido, como desaparecido.

 

P.- ¿Qué tiene el protagonista, Leopoldo Bazán, del escritor Leopoldo Brizuela?

Tiene en principio la misma motivación, y un nombre muy parecido para interpelar aún más la cercanía del lector. Aunque puestos a pensar me resulta más fácil decir lo que no tiene.

El proceso interior me ha sido muy liberador, pero para él no sé si tanto, es más quizás al final creo que enloquece un poco: puede descubrir un montón de cosas que son ciertas, o simplemente las imagine, y que se pierda un poco en el pasado. Por otro lado, el protagonista tiene una disconformidad con su propia literatura que yo no tengo.

Tenía que buscar un personaje de mi generación, con esas vivencias, alguien que entró en la secundaria el mismo día del golpe, que siguiera esos mismo pasos hasta la universidad y después. Un personaje que enfocase esa maldad que se vivía en aquellos momentos.

 

P.- Escritura muy precisa, de diario, con saltos en el tiempo, paralelismos personales… ¿Esto implica una estructura narrativa previa muy trabajada?

Mitad y mitad. Yo voy levantando la estructura conforme voy escribiendo. Escribo el primer capítulo y determino hacia donde va, no solo en términos de argumento sino también de evolución del personaje, de técnica de escritura. La idea es preguntarte siempre hacia donde va la novela, y entonces ir armando su estructura en función de cómo evolucione. Como decía una escritora inglesa, escribir una novela no es aplicar una forma, sino ir encontrando la forma.

 

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