En busca del cómic perdido

Por José A.Cartán.

 

Aunque haya aparecido hace unos meses como novedad en el mercado español, la verdad es que Wimbledon Green, editada por Sins Entido, llega a nuestras tierras con un terrorífico retraso de 7 años. Es en ocasiones como la actual en la que uno se cuestiona, aparte de si habrá merecido la pena esperar tanto, si el mensaje de Seth resultará tan fresco y vigente después del transcurso de este lapso de tiempo. Si he de manifestar mi opinión sobre el susodicho desde el comienzo de la reseña, mi respuesta es una rotunda afirmación. A expensas de ir leyendo las novedades a lo largo de este curso, me atrevería a augurar que la “última” obra del autor norteamericano será uno de los imprescindibles de este año.

Seth no necesita ningún tipo de presentación. Ya se sabe, hay un puñado de dibujantes norteamericanos que con solo mencionar el nombre consiguen que un escalofrío de gusto te recorra por todo el cuerpo: David B., Charles Burns, Daniel Clowes, Chester Brown y varias decenas más. ¿Por qué no? Hay lecturas de cómics que aumentan la testosterona del lector mucho más que determinados juegos eróticos. Y no, no estoy hablando ni de Milo Manara ni de Valentina de Guido Crepax. Leer un cómic de Seth es un deleite tal que uno no deja de pensar, tras su posterior lectura, cómo es posible que esta “obrita” que es Wimbledon Green y que el autor definiera como “obra menor” dentro de su producción, tenga más calidad que el 90% de los cómics que se editan en España y en el resto del mundo. Es lo que tienen aquellos que han sido creados por la mano divina. Extrapolando la calidad de este cómic a otras esferas, todavía me pregunto cuándo será el maravilloso día que descubra que en los planes de estudio, tanto de institutos como de universidades, se manden las correspondientes lecturas obligatorias de ciertos cómics, de una calidad y madurez absolutamente incuestionables.

Dejando a un lado el plan de lecturas del sistema educativo, lo que nos cuenta el autor norteamericano en Wimbledon Green es la historia del mayor coleccionista de cómics del mundo, un bebedor de dibujos, un buscatesoros de las viñetas que no se rinde hasta no haber conseguido la preciada reliquia de papel. Siguiendo un esquema bastante parecido al que Woody Allen mostró en Zelig, aquel falso documental que contaba la historia del llamado “hombre camaleón” y cuyos datos biográficos eran obtenidos a través de entrevistas a terceros, Seth realiza un ejercicio narrativo de parecida índole. El autor juega con la posibilidad de que el llamado Wimbledon Green, afamado coleccionista de cómics del que otros colegas del gremio conocen muy poco, sea alguien que exista o, por el contrario, sea el resultado de una especie de ilusión colectiva, un falso mito o un personaje creado gracias a la pasión que sienten los protagonistas hacia el mundo del cómic. Las entrevistas a determinados personajes contienen una muy fuerte carga de escepticismo, son nebulosos comentarios que han escuchado de boca de otros amigos o leyendas urbanas que otorgan un halo más extraño a la figura de Wimbledon, que divaga durante todo la historia en una dualidad cercana a la de ciencia-fe. ¿Deberíamos creer que existe un personaje con características tan particulares y a la vez tan estrambóticas o es el deseo tan ferviente que sentimos hacia el cómic lo que, de manera inconsciente, hace que creemos falsos ídolos? Seth intercala las ya mencionadas entrevistas a segundos y terceros con, lo que es más sorprendente, varias historias “verídicas” que protagoniza el hombre que da título a la obra, así como enseña gran parte de su ingente biblioteca y hace que el bonachón de espíritu y un tacto dictatorial que es Wimbledon Green se sincere con el lector y hable de sus cómics favoritos mostrando, incluso, viñetas de estos. Seth juega con el concepto del mockumentary (falso documental que ya ha sido pincelado anteriormente), así como con el de la metaficción o, mejor diríamos, con la noción del metacómic.

Aunque Seth se decanta en esta ocasión por trazar un buen número de viñetas por página, además de plasmar sobre ellas un dibujo tan ridículamente pequeño como perfectamente elegante y preciso, muy parecido al que utilizaría Chester Brown en Pagando por ello, lo que es cierto es la portentosidad que desprende la obra. Se podría hablar de muchos temas, conceptos y/o referencias a la hora de analizar Wimbledon Green, pero una cosa está clara cuando se termina su lectura: el amor que desprende este cómic por el mundo de las viñetas es algo absolutamente extraordinario.   

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