Hacer de puta y poner la cama

 

Por 

Por Tura Varla

             Me cuenta M, mi amiga la correctora, que aquella memorable primera noche que pasé con Posmoderno, ello la pasó con Micropene. Era de esperar y desde luego si había retrasado el momento de preguntar por el evento, era por no llevarme una sorpresa desagradable, si es que se puede llamar sorpresa a algo que una se espera aunque confía en que no ocurra.

            Hay que contar con que M es una de esas niñas bien de la clase media alta que en un momento de su vida decidió disimularlo comprando ropas hippies y yendo a manifestaciones, no por propia convicción, lo que hubiese estado muy bien, sino por hacerle la contra a sus padres tan decentes y tan de derechas. Lo malo de esta clase de chica es que, por un lado, su educación la prepara para desear un marido pijo y estirado, una casa en las afueras y tres o cuatro churumbeles, y por otro, sus recién adquiridas convicciones en cuanto a política liberal, extienden sus dedos hasta tocar un conflicto con las libertades. Me explico: M siempre defiende la libertad de la gente, las relaciones abiertas, el no-pasa-nada-buen-rollo-tío, cuando lo que en verdad desearía es casarse y formar una familia. Lo cual causa situaciones como que se enganche de mala manera al primero que le diga cuatro cosas bonitas, pero vendiéndole la moto de que deben llevar una relación liberal. Y esto se traduce, cómo no, en que la pobre M acaba haciendo de puta y poniendo la cama.

            Me cuenta pues que aquella noche se fue con Micropene a su casa y que se enrollaron fogosamente, cosa que es difícil de creer y me hace sospechar que M ya se ha enganchado, porque el afamado escritor de ensayos ganó su apodo liándose con una joven periodista que entonces era virgen y que después de estar con él dijo textualmente que no podía estar segura de haber dejado de serlo. En fin… el caso es que M se lo llevó a su piso en el centro, se dejó sobar, manosear y desnudar. Follaron o algo parecido y cuando despertó al día siguiente, Micropene ya no estaba.

            Por casualidades de la vida, parece que le tocó corregir el último ensayo de este tipo en la editorial. Alguna cosa remilgada sobre el carácter cíclico de la obra de algún autor serbio que nadie conoce. Y aprovechando la coyuntura, le puso un mensaje. Micropene se prestó a quedar y hasta aquí la historia de amor parece muy normal hasta que M, en un arrebato de hippismo trasnochado, le preguntó entre copa y copa si tenía novia.

            -Bueno, ya sabes lo de mi relación con Periodista Virgen. No acabó muy bien y me quedé destrozado. No he podido rehacer mi vida desde entonces.

            -¡No te preocupes! Yo puedo hacerte de chica puente, conmigo no te vas a tener que preocupar por nada. Me gusta el sexo por diversión y no pido nada a cambio. Recupérate tranquilo, no te pido nada. Disfrutemos, que la vida es muy corta -Brindó ella.

            -Una soga al cuello hubiese sido igual de eficaz -Digo yo cuando me lo cuenta.

            M, tuerce el gesto y echa un trago de su té moruno con menta.

            -La verdad es que no te lo he contado todo.

            La subespecie de hombre que ha salido de una relación larga y conflictiva y se aprovecha de eso para vengarse en todas las demás es algo a estudiar, lo garantizo. Pero ponérselo en bandeja como lo hizo M es tan masoquista que sólo podría venir de una mujer.

            Micropene cogió la sana costumbre de llamar a M para follar cuando le vino en gana en todo este tiempo. Y esto podía ser en mitad de una fiesta, en horario de oficina o a las cuatro de la mañana diciendo.

            -Estoy en la puerta de tu casa, ábreme.

            Y tras subir las escaleras con paso afectado por el ego y el alcohol decirle en un embiste:

            -Me siento tan libre contigo. Tan, pero tan libre.

            Y esto hubiera puesto contenta a M en cualquier otra circunstancia, por supuesto, de no ser porque en una de las presentaciones de una editorial pequeña con pretensiones, que había tenido lugar la semana pasada, Micropene pasó por su lado y ni siquiera la saludó. Eso le pareció extraño, por supuesto, pero no le afectó hasta que una poeta rubia y casi menor de edad entró por la puerta ataviada con unos shorts diminutos, una blusa transparente y un sombrerito negro, contoneó su culo hasta Micropene y le metió la lengua en la boca. Obvio. M, sin embargo, no contenta con volver a casa a lamerse las heridas, se acercó a la pareja con la excusa más evidente que pudo encontrar.

            -Hola. Cuánto tiempo. Entregué ayer las correciones. Te llegarán las galeradas la semana que viene. ¿Nos conocemos?

            La poeta rubia parpadeó un par de veces.

            -Creo que no, soy su novia: Poetisa Fotogénica.

            M tragó saliva, le dio dos besos a Fotogénica, aguantó conversar un rato con ellos y se fue arrastrando su dignidad como mejor pudo. Eso sí, por la noche, como a las cinco de la mañana, su móvil vibró con un mensaje de Micropene: Estoy abajo.

            -¿Y tú qué hiciste? -Pregunto, tonta de mí.

            -Pues abrirle la puerta.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *