Las nubes no roban estrellas

Las nubes no roban estrellas

Juan Manuel Lázaro Criado

 

Por Begoña Callejón

 

Editorial Gran vía

Colección complugenia de poesía. 77 pág. 

 

¿Las nubes roban estrellas? Aunque esta es la primera pregunta que nos hacemos cuando el libro cae en nuestras manos, al leer el índice vemos la diversidad de poemas e historias que encierra, nos damos cuenta de que se nos abre un nuevo universo ante nosotros, cada poema, cada palabra, encierra una metáfora dentro de sí.

 

Juan Manuel Lázaro Criado (Aranda de Duero, 1982) publica el libro de poemas Il cielo minaccia tristeza (Anubis, Almería, 2011) unos años antes de Las nubes roban estrellas, pero anteriormente su trayectoria literaria se abrió paso a través del relato con Sombras en mi mente (Ed. Personal, Madrid, 2004) y Quimeras azul celeste. Ha participado en diversas antologías y quedado finalista en varios premios.

 

Este poemario se divide en tres partes: como atlas seguimos cargando con el mundo sobre los hombros, y nos empecinamos en perseguir a las pléyades como el malvado orión y solo Zeus condona palomas por estrellas. En las primera parte sabemos, somos conscientes, de que cargamos con el mundo a nuestras espaldas, que los domingos traen sabores amargos, que queremos andar siempre hacia delante, que los flashback son permanentes, que los mirlos cantan, que comemos pipas sentados al sol, que nos movemos al ritmo de una sonata de jazz, que las sonrisas aparecen en los espejos, que las iglesias se vuelven mudas, que regresa el pasado y la pena, pero a pesar de todo ello, lo que sí sabemos con certeza es que existen unos ojos que nos salvarán de las calles, las farolas y la noche. En la segunda parte, nos compadecemos ante un papel de color sepia, nos enfrentamos nuevamente a la noche, pero esta vez acompañada de insomnio, seguimos un camino entre balbuceos, sin olvidar las ilusiones que siempre se acoplan al último vagón y así, nos montamos en un teleférico, nos adentramos con un cuerpo desnudo al río, nos damos cuenta de que somos funambulistas mientras tomamos un café y sin darnos cuenta dejamos que alguien se deje caer en nuestro hombro. Temblamos ante la mano de Dios, pero nos damos cuenta de que la guerra de almohadas continúa y que todo huele a algodón de azúcar. Te pierdes entre encinas y robles, incluso en la playa, te sonrojas ante unos párpados que irradian vida y vuelves a soñar. Te das cuenta de que el amor cobra sentido. En la última parte del poemario, nos enfrentamos a los espejos nuevamente, a las preguntas que les hacemos, a la incertidumbre, al cuerpo humano y a los besos, a la luna y al ocaso, al trigo, a las regañinas del amor, al cine, a los latidos al atardecer, a los sábados, a las tertulias, a la lluvia, a los momentos en los que hay que acortar distancias y a la esperanza unida a la ansiedad de una voz, a Monet, a las ruinas y a saber que conviene estar desterrado para poder volver.

 

Cuando hemos acabado de leer este libro, sabemos que se trata de un poemario trabajado, donde se han plasmado muchas ilusiones y momentos vividos, un libro dibujado con esperanza. Aun así todavía tendremos que ver cómo va madurando este nuevo autor a lo largo de sus libros. Esperaremos los próximos libros de Juan Manuel para poder ver como se abre paso en el mundo poético, tan difícil en los tiempos que corren.

 

 

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