Serie Directores de Cortos: 5- Roberto Cairo (Jota Cuántico)

 

Por Rubén Romero Sánchez

 

 

roberto cairo
Roberto Cairo

 

Roberto Cairo es uno de los actores más reconocibles del cine y la televisión españoles, con más de una veintena de películas a sus espaldas y muchísimas más series entre las que destaca Cuéntame, donde da vida al entrañable Desi.

Pero lo que no todo el mundo sabe es que dirige cortos de terror cuántico, viajes alucinantes al fondo de su mente tapizados por imágenes surrealistas en blanco y negro, música de Ligeti y un compromiso por el arte como pocos cineastas de este país.

Me invita a pasar un día en su casa, un chalet en la sierra llamado La Cripta, cuartel general del movimiento cuántico que él mismo creó. Me reciben una perra boxer, otro perro cuya raza me explica pero olvido, un gato, una oveja negra y un enorme carnero que responde cuando se le llama por su nombre, McFly. Soy un afortunado por estar allí.

Lo primero que hacemos es ver el material en bruto de su último corto, Mineral, que terminará de editar en Barcelona. Yo, aún alucinando, le digo que se le va mucho la olla y que las imágenes son muy potentes y sugerentes. Le digo que lo bueno de sus cortos es que mucha gente no los va a criticar porque dirán: ¿y si los critico y aparezco como gilipollas?

Lo que te puedo decir es que cada vez que pongo uno es nueva jornada de bocas abiertas entre el respetable, pero nadie viene con dos cojones y me dice que es una mierda. Me miran con cara de póker y ya. Hay gente que sí, que ve referencias a Buñuel, y al expresionismo, y a Murnau, y a Acorazado Potemkin

Después proyecta, en la pantalla de cine que hay en su salón, un concierto de Bob Marley que termina por contextualizarnos, y le pido que explique su proyecto cuántico.

Lo cuántico es salir de la rutina laboral, en el sentido de que cuando quieres ser artista es porque tienes un deseo de comunicar, o por lo menos un deseo de plantearte preguntas, y de demostrar que el arte, hecho desde el punto de vista formal, es también útil. Parece que hoy en día ese arte es prescindible, y creo que es todo lo contrario; creo que el realismo no tiene por qué comunicar o contar más cosas que cualquier otro tipo de manifestación artística. Mediante la alucinación o el sueño puedes intentar buscar las mismas preguntas, tanto a nivel estético como a nivel interior; pero parece que hoy en día, debido a la crisis y tal, parece que todo arte que no sea dirigido por y para la lucha social, no está aceptado. Desde el movimiento cuántico siempre hemos estado en lucha con todo y contra todo. Uno de nuestros dogmas es: «todo lo que no nos gusta ni nos interesa y lo vilipendiamos». A lo mejor no somos muy políticamente correctos, o no vamos con la línea de protesta generalizada, y procuramos huir de eso precisamente para buscar la libertad dentro de uno mismo. Nuestra forma de buscarla no es con las armas que hay hasta ahora, ni como la lucha está organizada hasta ahora. No veo resultados, sólo la oferta de un plan B que es tan caótico como el plan A establecido. Y entre esto está el arte, que se lleva pedradas y palos por todos lados; más el mundo del cine, que ya no se sabe si es arte o es un negocio, qué cine es arte, qué artes debe apoyar el Estado y cuáles no, qué negocios debe apoyar y cuáles no… Precisamente, yo creo que en estos tiempos convulsos en los que cualquier lumbreras con capacidad oratoria o populista puede manejar a la sociedad, más nos vale espabilar culturalmente, porque si de algo se están aprovechando nuestros gobernantes es de nuestra profunda cenutriez, que se representa en el trato que damos a la naturaleza, a los animales, al propio cine… Somos un país en el que el doblaje campa por sus respetos. Yo dejaría en el paro a todos los dobladores. Es más, ellos, si son amantes del cine, deben comprender que están mutilando parte de una obra que en teoría debe ser una obra de arte. A nadie se le ocurriría ver una exposición de Picasso y los cuadros pintados por encima por Manolo y Benito; sin embargo, en el cine es así. Entonces, si unes todo esto, estamos en un momento estupendo para crear. Pero al margen de todos los convencionalismos. Y más nos vale también espabilar como seres humanos, porque esto no funciona. No hay más que salir y ver el desencanto que hay, la fácil manipulación a la que nos someten… Hoy apoyamos cosas a las que jamás en la vida se nos habría ocurrido apoyar. Hoy en día si el sindicato de verdugos viene a luchar porque han quitado la subvención a su trabajo, todos nos solidarizaríamos con su lucha. No quiero poner ejemplos dañinos porque me la pela, pero es un momento interesante, qué duda cabe. Y los artistas, cineastas y hombres del arte en general que hemos funcionado siempre por amor a nuestro trabajo y sin apoyo de nadie, no vamos a tener ningún problema en seguir haciéndolo. Van a ser los que no estén acostumbrados a este status quo los que las van a pasar putas; o salimos para adelante o esto sufrirá un retroceso, no queda otra.

 

Cartel de Mineral, de Roberto Cairo

Salimos a ver la piscina y empiezan a caernos gotas de un cielo demasiado encapotado como para llevar a cabo nuestros planes de darnos un baño; yo hasta había llevado bañador. En el paseo por la finca nos acompaña el séquito animal, que parecen respetarme aunque me vigilan de cerca. Se fastidia el baño y se fastidia la barbacoa, de hecho empieza a granizar con una fuerza como sólo lo hace en la sierra. «Pedruscos como pelotas de golf, cayeron el otro día», me dice Roberto.

Le pregunto si cree que el artista debe crear arte comprometido socialmente o considera que crear arte por el arte es ya un compromiso, el compromiso de crear belleza.

– Lo positivo y entrañable del arte es que nos permite preguntarnos y hablar y cuestionarnos cualquier tipo de problema. El hombre pragmático utilizará una metodología más pragmática para contar lo que él piensa que es más importante, y el más soñador utilizará otra, el más plástico otra, y el artista revolucionario socialista seguirá pensando que es por ahí por donde hay que ir. Pero precisamente el arte es libertad. El arte permite cuestionarte lo que quieras, hacer lo que quieras, siempre y cuando tengas necesidad de hacerlo. La libertad cuesta mucho, y hacer lo que uno quiere es muy caro. Pero si es con tus medios y tú decides invertir tu tiempo así… Hay gente que lo invierte tuneando sus coches o drogándose, etcétera. En cuanto al papel que debería tener el Estado respecto a las artes, volvemos a lo mismo. El cine es un capítulo aparte. ¿Qué es, arte, industria? Llevo muchísimo tiempo trabajando en un medio y aún no sé lo que es, no sé si lo que preocupa del cine es que sea rentable… Por eso intento hacer algo que no tenga que ver con lo establecido, por eso hago terror cuántico y por eso hago cortometrajes deficitarios. En el cine hay tantas cosas buenas que prefiero seguir degustándolas y no colaborar haciendo mierda.

Roberto, cuando habla de arte en general y de cine en particular, se abstrae, enlaza unas ideas con otras, es un torrente. Sólo hacemos una pausa para comer. En Buitrago, una parrillada. En el restaurante le tratan como a una celebridad. A mí también. Aun así, hay que pagar la cuenta.

Le pregunto si cree que una de las cosas que diferencia el arte de lo que no lo es, es que el arte es hacer lo que te da la gana, y si no es así entonces es ya un trabajo.

Evidentemente. El actor como artista creador tiene una parcela cada vez más específica y más corta. Sobre todo en España, donde es tan importante el nombre del director como el nombre de los actores. El actor es de usar y tirar, es alguien de quien se puede prescindir porque ha dejado de molar. Podría dar nombres de un montón de actores que han sido protagonistas y ahora no hacen nada porque dejaron de molar. ¿Es porque de repente son peores? No, es porque a lo mejor no cumplen lo que el mercado requiere. Incluso un fontanero puede hacer arte con su trabajo, si lo hace con dedicación. Otra cosa es un tío, que es director de cine, que lleva todo un mundo, que tiene poder sobre un montón de cosas y un montón de historias, y que haga Torrente… Con todos mis respetos… ¿Eso es arte? No lo sé, por eso lo pregunto. Yo por eso hago terror cuántico, que se lo recomiendo a todos, es una experiencia, es viajar al más allá, además estáis invitados todos a venir a La Cripta, y ver cómo nos las gastamos aquí.

Cuando se dirige a los futuros lectores de la entrevista va hacia la mesa en la que está la grabadora, coge esta y se la acerca a la boca, para que se le oiga bien. Hace tiempo que no me río tanto. No es una entrevista, es un día que tardará en repetirse.

 

Roberto Cairo

 

La primera vez que vi Pandemonium le dije que visualmente me recordaba a Buñuel, Bergman o Dreyer. Hablamos de nuestros cineastas preferidos. Tengo mucha curiosidad por ver cuáles son los suyos, qué cine le gusta.

El cine bueno, entonces supongo que los tuyos y los de cualquiera a quien le guste el cine. A mí me gustan Orson Welles, David Lynch, Stanley Kubrick… Me gustan los buenos, lógicamente. Me gusta Luis Buñuel. Yo me he nutrido, desgraciadamente, al principio de cine doblado, y no he podido apreciar el talento de actores de la leche, pero cuando he ido creciendo me he dado cuenta de que el cine y la interpretación es gesto y palabra, gesto y palabra, no Chartlon Heston y la palabra de mi prima la del pueblo. Eso no. Entonces cuando te involucras un poco y quieres aprender vas descubriendo la cinematografía que no llega, porque los americanos han absorbido el comercio y te han echado todo lo suyo; que hay virguerías, evidentemente, de entre todo lo que han hecho hay mucho bueno, pero también hay petardadas. Descubres el cine francés, el alemán, el italiano, el japonés… Vas creciendo y, lógicamente, uno caga lo que come, cuánticamente procesado; lo que uno digiere es lo que uno vomita. En el sistema educativo se estudia literatura, arte, música, pero no cine. No se dan en la escuela unos conocimientos teóricos y algo de historia para que la gente tenga criterio y conozca lo que se ha hecho antes de los dos últimos años.El criterio no va bien a los escribidores. Si hubiera criterio, tanto a nivel estatal como a nivel de cada uno, nos preocuparíamos por saber cómo habla Robert de Niro, o Al Pacino.

 Le digo que ya sabemos que hablan igual, ¿no?

Sí, el día que salen en una película juntos hay hostias. ¿Una misma voz para doscientos mil actores? Pero vamos a ver… ¿Esto qué coño es? En la escuela, ¿cómo se va a estudiar a un señor que se llama Luis Buñuel, si luego estos señores no lo van a poder ver a no ser por internet? Pueden conocerlo a lo mejor en la Filmoteca, que hay una en todo el país… Pero para qué, si lo que quieren es que la gente vaya a ver a Van Damme por el señor que dobla también para Barcelona. Entre cuatro están haciendo mucho daño. El doblaje es un atraso tremendo. Somos uno de los países que peor conocimiento tienen de otras lenguas, y eso es porque en nuestra puta vida hemos oído hablar a nadie en inglés. Y ahora es mejor, porque cuando yo era pequeño todos decían (pone acento de Sudamérica: «hola, no más, caracoles». ¿Pero cómo que caracoles? En cuanto a la educación, ¿desde cuándo no se revisan los planes de estudio? Seguimos, que está muy bien, sabiendo de Baltasar Gracián, o Tirso de Molina, pero igual tendríamos que saber cosas de otros alternativos, no sólo lo establecido. En el cine, según está el patio, no creo que fuera una maniobra correcta establecer un cupo de películas españolas en los cines. Porque un exhibidor de Salamanca, en cuanto llegue la película de Van Damme, Un franco 14 pesetas va a durar catorce minutos allí, y la van a sacar a patadas. ¿Protección del cine español? Sí, pero ¿dónde lo echan? ¿Dónde están las ciento y pico películas que se hacen o que se hacían? ¿Por qué no se enseña cine en las escuelas? ¿Por qué no se enseña música y nuevas tecnologías en lugar de estar siempre aprendiendo en la puta pizarra? ¿Por qué se enseñan tonterías en lugar de incentivar el conocimiento?

 

Pandemonium, de Roberto Cairo

 

Me figuro la respuesta, pero aun así le pregunto si en los cortos trata de contar una historia, o de contar algo visual que provoque sentimientos o sensaciones.

Yo sería incapaz de dirigir un largometraje, por lo que lleva de rollo industrial y antipersonal y de lucha y de trabajo. No me interesa, me interesa más vivir, me encanta mi trabajo y ha conseguido desarrollarme como artista. Pero hay un mundo, el audiovisual, que es contar en imágenes y sonidos, que me interesa mucho más como herramienta para ir directamente al corazón y al sentimiento, que para la diatriba elucubrante o para contar una narración novelesca. Eso a mí no me interesa, yo soy adicto al cine, consumo una media de 6 o 7 películas diarias, yo me duermo con una película puesta, si no no puedo dormir, donde vaya me tengo que llevar mi portátil y me tengo que dormir viendo cine, exclusivamente, documentales y eso paso, porque me ponen nervioso. Entonces, como quiero y amo tanto al cine, le tengo mucho respeto, y como yo no tengo esa fuerza, a mí me interesa el formato del cortometraje, porque es mucho más humano, más artesanal, va en contra de las prisas, procuro no contar con actores profesionales en la medida de lo posible y siempre trabajar con amigos y miembros de mi familia. Yo hago cortometrajes con gente a la que una vez que he engañado me dicen a todo que sí y allí se hace lo que me sale de mi santísima voluntad, y allí todos ponen cara de póker pero a todos les mola, se ponen caretas de cerdo y van a saco; pero precisamente, porque no son gente de este mundo y se implican a tope. Porque además me ha dejado de interesar el cine desde que está basado en el star-system. A mí me gusta el cine clásico, el de la gente que ya está muerta. Es el cine que más me gusta, que más aprecio, con el que sueño, El halcón maltés, Río Rojo, adoro a Kubrick y al más grande que hay ahora mismo, que es David Lynch. Me parece la hostia, es músico y todo…

Le digo que Kubrick y Lynch han sido muy incomprendidos, no sólo por el público, sino incluso por la crítica. Para mí, Kubrick es uno de los pocos directores con cierta cantidad de obras cuyas películas son todas obras maestras absolutas. Él aprovecha para contarme una de sus teorías sobre determinada escuela de actrices, que ya me ha comentado antes. Ahora lo hace hablando a la grabadora, lo cual hace que ambos lloremos de risa durante bastante tiempo.

Estoy de acuerdo contigo, excepto en Eyes Wide Shut, que no me gusta. Yo es que soy muy maniático, y como odio a Tom Cruise y a la otra tía, que es de una escuela que se llama «al estrellatio per la fellatio», buenísima escuela que tantas y tan grandes estrellas ha dado. Pero Kubrick es alguien que ha tocado todos los géneros y en todos lo bordaba. Una de romanos, y te da Espartaco; una de atracos, y te da Atraco perfecto; una de majaras, La naranja mecánica; una de ciencia-ficción, y se inventa a HAL, ese ser maravilloso y cabezón, que es como mi cordero, que tiene que sobrevivir y que no le quiten el trabajo. La versión extendida, que son 20 minutos al principio, con música de Ligeti, de Ligeti, ¿eh?, con la pantalla en negro, y tú ahí flipando. Hay una anécdota entre Ligeti y Kubrick. Este era un maestro en no gastarse nada en bandas sonoras, decía que si ya estaban ahí para qué gastar. La banda sonora de mi corto Pandemonium también es de Ligeti, pero son varias piezas suyas entremezcladas, de tal manera que son notas separadas y Ramoncín y su séquito me tocan el nardo y no me pueden crujir. Y esto es lo que hacía este tío. Todos los ambientes de terror, como El resplandor y 2001, son de Ligeti. Y Ligeti, harto ya y a punto de atravesar el Rubicón nuevamente, le pone un pleito a Kubrick y le demanda, y le pide un dólar, sólo un dólar, pero que diga que todas las bandas sonoras son suyas; y lo gana. Hay tantas leyendas sobre Stanley Kubrick… Para rodar Barry Lyndon le cedieron unas cámaras de la NASA y a cambio él les hizo el pasteleo de lo de la Luna: la luna sin atmósfera y la bandera americana ahí ondeando, eso es muy grande.Yo es como no me creo nada…

Le digo que cuando uno no cree en nada no cree ni en las leyendas urbanas, ¿no?

No, ni en eso. Yo hasta que no vea un pedazo hotel de los americanos allí… O no hay nada que merezca la pena o no han ido nunca allí, porque si hubiera algo verdaderamente interesante ya habrían estado esquilmando por allí.

 

Roberto Cairo

Cuando el concierto de Marley acaba me pone en YouTube el vídeo de la noticia que dio Telemadrid cuando fue invitado a dar el pregón en las fiestas de Pinto y la gente reunida comenzó a abuchear al alcalde por haber suprimido las corridas de toros a causa de la crisis y un indeseable lanzó un mechero que impactó en el pecho de Roberto y este le gritó que le iba a tocar los huevos, mientras se cogía su masculinidad, que diría García Márquez. En el vídeo sólo salen las imágenes de Roberto agarrándoselos y la voz en off diciendo que el actor cambió su discurso por esos gestos obscenos hacia el público. Luego aparecen en pantalla imágenes de jóvenes enzarzados con policías, vete tú a saber si de archivo o de ese mismo día protestando por quedarse sin toros, y la voz en off diciendo que los gestos de Roberto provocaron altercados entre las pacíficas gentes pinteñas. Nos reímos hasta llorar y le digo que el vídeo es totalmente cuántico, a lo que él asiente.

Hablamos ahora de directores europeos.

 – Amo al gran Herzog. Porque creo que es el que sintetiza mejor una narrativa visual y visceral, y a la par muy inteligente, y con un discurso muy elaborado. Me gustan todas sus películas, pero Fitzcarraldo, Aguirre… Pero la que más me gusta, y con diferencia, es Grizzly Man, que es una pasada, cómo un tío con trozos de documental explica cómo somos una mierda ante la naturaleza, que nos creemos muy listos. Creo que hemos alcanzado unos niveles de estupidez como nunca, sobre todo en España. Se ha perdido la razón. Yo me refugio en La Cripta a hacer cuantimetrajes que no le gustan ni a mi padre; pero también te digo que nadie se atreve a juzgarlos con severidad, no sea cúanto vayan a ser buenos.

Para mí la película perfecta es Sunrise, de Murnau, porque combina una historia fantástica con una estética fantástica y una manera de narrar fantástica también. Todo muy fantástico. Roberto me habla de Mulholland Drive. Le digo que esa peli es como sus cortos.

Le estás preguntando a un gourmet qué prefiere, si el caviar o el jamón cinco jotas. Pero para mí la película perfecta es Mulholand Drive. A mí me causa desasosiego cómo empieza, con ese enano… Mi secuencia perfecta es cuando está un tío contando a otro en un garito que tiene una pesadilla recurrente, y que va a salir por la puerta y que se encontrará con un ser monstruoso. Y el colega le dice que eso no pasará. Y cuando da la vuelta a la esquina le aparece un monstruo, sólo durante un segundo. Es una secuencia perfecta. Esa peli cuenta las cosas con parábolas. La palabra «gilipollas» en sí ya tiene mucha fuerza para que la metas en determinados contextos; el valor del lenguaje es que las palabras son algo más que puro significante. Mi maestro William Leytton me enseñó el color de las palabras, cómo sonaban según cómo las dijeras. No es lo mismo decir: «Qué cabrón eres» (pone voz de compadreo) que «Qué cabrón eres» (con voz de queja resignada). Las palabras usadas correctamente son música para mis oídos. Entonces no necesariamente tiene que tener un significado aparente esa construcción; por eso creo que el cine y el audiovisual deben utilizar el lenguaje para algo más que narrar novelísticamente. Dentro del terror cuántico procuramos que las sombras cuenten algo, que nada sea gratuito, ni una mota de polvo, ni un movimiento de cámara: hemos de condensar y comunicar un sentimiento o una sensación, por eso nunca nos vamos más allá de 8 o 9 minutos; porque nosotros no vamos al coco, el guión es surrealistamente surrealista. Yo lo veo muy claro, pero lo que quiero es que sientas agobio, o asco, pero sobre todo que te plantees «qué coño me está contando este tío».

 

Rubén Romero Sánchez y Roberto Cairo

Yo me pregunto si los espectadores están preparados para ver sus cortos. La mayor parte de los festivales proyectan cortos con un argumento, rodados en color. Imagino la escena en la platea cuando empieza Pandemonium, por ejemplo.

Como somos tan breves, es tan corto lo que contamos, a la peña no le da tiempo a desesperarse. Pero lo que es seguro es que la gente flipa. No te digo que lo que hacemos sea bueno o malo, pero lo seguro es que es diferente. Nadie hace lo que nosotros hacemos, nadie. Yo voy a muchos festivales de cortos, como director, o como invitado o como jurado, y te aseguro que nadie hace lo que nosotros. Es una cosa muy artística, y como nos lo pagamos nosotros pues si no te gusta te sales, te fumas un piti y te ves el de cualquier otro. Yo no cuento un chiste, que es lo que cuentan muchos; los cortos duran 5 minutos y los tres primeros son de la subvención del Gobierno tal, presentan tal… No, nosotros vamos al turrón, desde el principio está la historia.

Y las subvenciones qué, vosotros no recibís dinero de nadie, por lo que podéis hacer realmente lo que os dé la gana.

En nuestra política está no hacer nada con subvenciones, porque no queremos que nos quiten nada de libertad. La mayor parte de la gente que hace cortos es para dar un paso para el largo. Aquí se entiende que los cortometrajes son una mierda para coger soltura, donde la cagas, y como no pagas a nadie, pues haces las mierdas para luego trincar la subvención y hacer un largometraje de mierda, con todos mis respetos. En el mejor de los casos les gusta a tres. O a lo mejor eres Amenábar y triunfas. En literatura tenemos a Edgar Allan Poe, que cultivaba el cuento y no para luego tirarse en la novela.

Apunto que Chejov no escribió novelas. En la literatura el cuento es un género en sí, pero en el cine el corto es el hermano pequeño, el campo de pruebas.

Sí, y ves cómo empieza el campo de pruebas… Muy pocos chavales arriesgan. El cine es muy convencional, y si el cortometraje ya es inviable de por sí, porque nadie lo quiere, ni las televisiones…Hoy en día con las nuevas tecnologías pegas una patada y te salen cientos, te sale un Tarkovski a la mínima. Me gustaría hacer referencia también a lo que hizo Danny Boyle en la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos, sacando todos los iconos de la cultura inglesa. A ver qué haríamos aquí si sacáramos a todos nuestros iconos.

Y así, con su última pulla, terminamos la entrevista. Luego la charla prosigue, pero eso ya no interesa.

Cuando me marcho por la tarde, pues pasan autobuses hacia Madrid cada hora y media los sábados y hay que coger uno antes de que se acaben, nos despedimos en la verja de su casa. Pero al salir me doy cuenta de que no le he hecho ninguna foto que inmortalice el día. Vuelvo a entrar y me recibe McFly, el carnero. Le digo a Roberto que pose, pero McFly no parece querer fotógrafos en sus dominios e intenta embestirme. Roberto me había contado que hacía pocos días McFly le dio un viaje en la puerta de la casa que lo hizo volar hasta casi la piscina. Así que él lo coge de la correa y lo calma mientras yo, un ojo en la cámara, otro en McFly, convierto en inmortal nuestro encuentro.

Roberto Cairo es una de las personas más consecuentes con sus ideas que he conocido en el mundo del cine. Es un gran actor. Es un gran director de cine. Pero sobre todo es un gran tío que desde el momento que atraviesas el umbral de La Cripta hace que te sientas como en casa, y sólo por eso tiene mi apoyo incondicional desde ya.

 Ver completo el cortometraje Pandemonium

 

 

 

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