El legado de Bourne (2012) de Tony Gilroy

 

Por Víctor Donmaría Arrieta

 

 

 

Película escrita y dirigida por Tony Gilroy, guionista de las entregas anteriores protagonizadas por Matt Damon y dirigidas por Paul Greengrass.

Se le nota cierta “querencia” por las entregas anteriores y en esta ocasión la novedad es que estos malísimos dirigentes de la CIA y otras malísimas Agencias de las muchas que hay en EEUU (extraña que con tantas agencias les derriben dos torres en Manhattan a plena luz del día, pero bueno, allá ellos) trabajan en un proyecto continuador del de Bourne –Damon. Ahora hay un proyecto para que una serie de superagentes (nueve) sean eso,  superagentes casi como Superman o Batman.

 

Se inventan esta nueva trama y se inventan al personaje que encarna Jeremy Renner (Aaaron Cross), que triunfó en la oscarizada En tierra hostil, de Kathryn Bigelow, y por la que fue nominado al Oscar. Le ayuda como puede Rachel Weisz, que la verdad, después de verla como Hipatia de Alejandría no la ve uno corriendo con un Tom Cruise cualquiera por las calles de Manila.

La película es entretenida nada más, y queda muy lejos de Michael Clayton, la magnífica producción que dirigió Tony Gilroy.

Escenas de persecución en coche y moto y magnificas fotos iniciales cuando se trata de presentar al personaje Aaron Cross, cómo se curte en el Artico, gracias al trabajo del proyecto Outcome (curioso nombre), y unas pastillitas azules, que inmediatamente vienen a la memoria del espectador otras pastillitas azules para otra cosa distinta  y ya, claro, nadie lo toma en serio. El superagente en formación Aaron Cross, en la soledad de las nieves, debe subsistir con sus medios , y debe tomarse dos pastillas al día, una rosa y otra azul; cuando se le acaba la azul, empieza el lío (en esta escena miré a mi pareja  y esta me dijo al oído: “Tranquilo, nos queda una”).

En ese momento los supermalos jefes suyos deciden “cargarse” como puedan al superagente Aaron como sea.

La explicación es muy confusa, el guion lo es.

La sensación de haberlo visto ya no nos deja en toda la película: los mismos malos, las mismas buenas, los mismos malvados y las mismas escenas.

Quizás también la película “sufre” de las “demos” tan amplias que se ponen en las promociones, y cuando uno va a verla parece que ya ha visto la película entera excepto comprobar que por la bellísima Weisz también pasan los años.

Película veraniega, con unos intérpretes (no olvidar a Edward Norton) y un director guionista que se merecían otro trato. Y quizás algo de originalidad, ya está bien con Bourne, acaben con el de una maldita vez, pues en esta última entrega está totalmente visible en alusiones y fotos retrospectivas y hay espectadores que si no han visto la serie anterior ni se enteran, como mi pareja, que se la tuve que contar al salir. Por eso decía lo del guion confuso. Tom Gilroy debió de pensar que todo el mundo había visto las tres anteriores, y excepto yo y alguno que otro no lo creo.

Como dice mi admirado Paul Kruggman, ¡Acaben con la Crisis de una vez!; hagan lo mismo con la serie.

 

 

 

 

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