Jardín circunmurado

 

William Shakespeare. Jardín circunmurado

(Antología poética del teatro) Ed. Christian Law Palacín

 

Pre-textos, Valencia, 2012

 

Por Ricardo Martínez

 

        He aquí no solo un magnífico libro de poesía (y es siempre un acierto que se acompañe en la lengua original, lo que no deja de ser un signo de respeto hacia el lector) sino, tal vez, un libro que pudiera suscitar una cierta polémica teórica, si bien constructiva.

 

        Es decir, ¿por qué implícitamente, se ha de desligar de los textos dramáticos la poesía? Piénsese en Chejov, en Dürrenmatt en Beckett. ¿Por qué la poesía ha de estar encerrada en la ‘forma’ expresiva de poesía? Hay páginas de Nabokov, de Celine, de Marai, de Gregor von Rezzori que para sí quisiera la poesía considerada canónica en cuanto a ejemplo observación sensible, en cuanto al uso de la palabra limpia, expresiva, imaginativa.

 

        Viene a cuento el exordio por cuanto este no es, en sentido literal, un libro de poesía al uso. Es un libro que contiene textos dramáticos, más, eso sí, llenos de poesía, no en vano su autor, Shakespeare, nos ha dejado algunos de los sonetos de amor más recordables y emotivos.

 

        “Ah, espíritu amoroso, enérgico y ardiente,/ tienes la inmensidad de los océanos,/ pero qué poco tardas/ en despreciar aquello que haces tuyo,/ por muy maravilloso que se estime./ Amor, estás tan lleno/ de ensueño que eres pura fantasía”, se nos dice en la obra ‘Noche de reyes’.  Un bello texto donde los hubiere, ya sea para el decir dramatizado o la lectura gozosa, sin más.

 

Por otra parte, en  la obra ‘Como gustéis’ podemos leer, en el monólogo de Jacques: “No, mi melancolía es de cuño propio: está hecha con una mezcla de muchos ingredientes que he obtenido de cosas diversas, entre ellas las numerosas observaciones realizadas en mis viajes, durante los cuales un frecuente ensimismamiento me ha sumido en la más caprichosa de las tristezas”.

 

        Aquí, me temo, el lector, ha de encontrar poesía en estado primigenio, poesía al fin, sea la forma en la que se nos entregue. Digamos, palabras elegidas para el placer de los sentidos.

 

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