Recitales Traficantes

 

RECITAL DE POESÍA

BEGOÑA ABAD, DIANA GARCÍA BUJARRABAL Y ALBERTO GARCÍA-TERESA

 

 

MIÉRCOLES 10 DE OCTUBRE

19 H.

 

 

Librería Asociativa Traficantes de Sueños

c/ Embajadores, 35

Madrid

 

Begoña Abad (Villanasur del Río Oca, Burgos, 1952). Ha publicado los poemarios Begoña en ciernes (Ediciones del 4 de agosto, 2006), La medida de mi madre (Olifante, 2008) y Cómo aprender a volar (Olifante, 2012). Trabaja para vivir, pero eso es puro accidente porque lo que le ha dado verdadero sentido a la vida es descubrir la magia y el poder de la palabra y lo más importante que ha hecho en ella ha sido caminar de la mano de sus hijos y creer en el ser humano. En su día plantó un árbol y está en la tarea de conseguir su mayor deseo: No desear.

 

Diana García Bujarrabal (Madrid, 1980). Participa desde hace años en talleres y recitales en Madrid. Algunos de sus poemas han sido recogidos en antologías como la trilogía PEZ (Nanoediciones, 2012) o Esto no rima. Antología de poesía indignada (Origami, 2012). Premio Jóvenes Autores en el XXVIII Concurso de Poesía Ciudad de Montoro (2005).

 

Alberto García-Teresa (Madrid, 1980). Ultima su doctorado en Filología Hispánica con una investigación sobre «poesía de la conciencia crítica». Ha publicado los poemarios Hay que comerse el mundo a dentelladas (Baile del Sol, 2008), Oxígeno en lata (Baile del Sol, 2010) y Peripecias de la Brigada Poética en el reino de los autómatas (Umbrales, 2012), así como la plaqueta Las increíbles y suburbanas aventuras de la Brigada Poética (Umbrales, 2008).

 

PARA MUESTRA… UN BOTÓN:

 

 

Podría haberme emborrachado
de ansiolíticos potentes
o de vodka barato.
Podría haberme enganchado
a la coca, a las telenovelas
o al chocolate.
Podría haberme hecho adicta
a tus ausencias
a tu malquerer, a tu dolor,
a tu lista de contraindicaciones,
pero preferí averiguar
qué eran los dos bultos
que me nacían en la espalda
y echarme a volar.

 

(Begoña Abad)

 

MADRID (A VECES)

A veces es mejor no respirar.
Cuando lo sucio aprieta el cinturón del cielo.
Al final de la calle
una rotonda enorme gira y gira
en busca de sentido.
Entonces es mejor no respirar.
No mascar ese magma que cuece en la garganta
una explosión de esputos
y da asco,
y te llena de asco hasta las corvas, de rodillas,
porque te estás ahogando
y es mejor no salir a la luz contaminada,
no frotarse los ojos en el vaho de las fuentes
de ciudad,
de esta ciudad.
Ya digo que es mejor no respirar.
Tampoco abrir la boca a pájaros enfermos
o peinarse las manos
con venenos que emulen la mejor seducción.
No hay señuelo, ni alivio.
Tan solo la certeza de que tarde o temprano
irrumpirá la lluvia.

 

(Diana García Bujarrabal)

 

Avanzamos sintiendo el deseo
                                                    –la necesidad–
del incendio bramando en nuestras venas.
Cartografiamos geografías de lo invisible
al halógeno del beneficio y la compra-venta.

Entonces nos desenchufamos, abandonamos
esta carcasa de individuos-máquina
–se quedan resecos sus catéteres de sentimientos–
y mordemos el aliento frío de la esperanza.

Con cucharadas de corazones
de vida expropiada,
hundimos las manos en la tierra.

Quitamos de nuestros ojos
las legañas de alambradas.
Despegamos esa líquida etiqueta
que nos pone un precio, que tenemos anclada
en la mente y en el jugo de las entrañas.

El óxido rechina doloroso en los tobillos.

Desenterrando esta mugre que nos separa,
cabalgando sin miedo la voluntad y la fuerza
de la voz –ya con los brazos ardientes de oxígeno–
puede cada uno, nosotros, levantar la mirada
y ser gaviota en la ventisca: inquieta, aventurera;
un indomable clavel de sangre caliente en bandada. 

 

(Alberto García-Teresa)

 

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