Porque la literatura es nuestra

Por Florencia D´Antonio.

Tengo en mis manos este libro pequeño, cuyo título misterioso y a la vez entrañable abre una historia de múltiples entradas.

Requena se llama. Requena es el nombre de quien se reúne los viernes con tres pibes en un bar de Palermo. Leo la contratapa y lo abro. Espero encontrarme rápido con la identidad de este sujeto con nombre tanguero porteño o tal vez no. Sin embargo, a medida que avanzo, me encuentro con algo más grande todavía. Identidad, sí, pero no como categoría, sino como ideología.

Esta distinción es fundamental porque permitiría abandonar ese concepto como etiqueta histórica, esterilizada, para reconfigurarlo desde una trayectoria propia e interviniente: donde se ejerza la voluntad de crear valores estéticos, no así morales, arraigados a una cultura pero, a la vez, con la posibilidad intrínseca de ser cuestionable, allí se habrá logrado la creación de un espacio. Un espacio donde se inviertan las jerarquías, donde la tangente se apodere del estatuto de aquellos valores. La trituración, la unión y la fuerza. La identidad que, cambiando junto a la historia de los pueblos, se afianza en la relectura de su propio crecimiento.

En este relato la construcción va más allá de las particularidades. En lugar de sujetos caracterizables de manera independiente, hay una sociedad común. Un contrato social que subvierte los límites de la cultura, volviendo al estado de naturaleza previo: es un relato que vuelve a nacer. Es que la literatura debe autoparirse desde los cimientos. La ideología, en un caso como este, es aquello que origina y orienta las cosas para que versifiquen solas su camino.

Por sobre los individuos que componen la novela, se encuentran reflexiones y expresiones sobre la veracidad de las cosas, movimientos metonímicos de la realidad. Es entonces que la identidad se construye en torno al lenguaje;  personaje principal y auténtico. La palabra sectoriza, socializa o dignifica. El contrato social es discursivo: puede hacer que la humanidad crezca bajo la tutela de la comunicación real, que ataña al contacto, la participación.

Detrás de lo-que-verdaderamente-ocurre hay una constelación de pensamientos profundos, un alojamiento para todas las cosas. Nada, absolutamente nada, queda afuera del universo paralelo creado aquí: el mundo que hay después del colegio, el mundo de los sabios, el de la no filiación a las edades ni a las instituciones. Lo escrito allí es metalenguaje, expresión, representación de lo dicho o lo hecho, toda la filosofía del viejo mundo que se metamorfosea, se mete en las tripas del siglo veintiuno y sale así, como una charla de bar.

Me pregunto qué ocurre con el libro, si es el objeto portador de la forma y el sentido o es parte constitutiva de esta historia. Lo escrito allí es una maquinaria que funciona abandonando los límites, porque procrea lo nuevo. El libro es la memoria que trabaja. Pero aquí reside la trampa: la memoria es la que trabaja; opera antes, durante y después de leerlo. El libro es el exterior del interior, la cabeza del lector; hacen fusión los espacios. Se trastoca el tiempo en el adentro: el artificio abre su paradigma hacia el afuera pero juguetea con la autonomía, con el hecho literario.

Qué oportuno entonces, volver a los conceptos que nuclean y permiten la trascendencia de este relato. Hablamos de ideología, lo que necesariamente requería tener un sustento en la identidad y viceversa. Hablamos de individuos ejerciendo su voluntad más militante, la de no abandonarse jamás a la derrota. Hablamos de una actividad previa, el instintivo impulso de hacer sobrevivir los pensamientos. Dejando el plano ficcional, en términos formales, hablamos del objeto-libro: fanzine metódico que permite la unión entre palabra y acción.

Pensamos en la creación de espacios, la posibilidad de lograr un encuentro entre la vorágine que promueven los discursos y aquellas aparentes fábricas de cultura que son las personas.

Requena de Alejandro García Schnetzer permite un momento de fuga en su lectura, pero al pensar y volver a este relato efectivamente realizado, se logra una conexión hermosa entre la identidad de estas palabras y la memoria que es nuestra, de la mirada de nuestro territorio. Un territorio donde no habría patria sin lenguaje. Y donde no hay lenguaje sin literatura.


Ficha
REQUENA
Alejandro García Schnetzer
Entropía

70 páginas

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