Los límites del político

Por: Cristóbal Vergara Muñoz

La cuestión a abordar esta vez no es de absoluta actualidad desde cierta perspectiva del presente, aunque de urgencia sí que es claramente. Diariamente los medios de comunicación de masas llenan los informativos, los artículos y toda clase de reportajes de publicidad y promoción de los eventos políticos a los que los líderes occidentales del mundo asisten. Cada día tenemos y nos encontramos ante noticias de las peripecias y aventuras que les acaecen en su defensa de la civilización. Así pues, repasando la actualidad de la casta política, creo provechoso una humilde llamada al replanteamiento y la reflexión sobre presupuestos básicos en este artículo sobre lo que es y no es lo político, y sobre a lo que se dedican y no se dedican los políticos. El último hecho que me ha llevado a volver a recordar la necesidad de replantear esta cuestión son los muy recientes episodios ocurridos con Obama y las pizzas.

Ya estamos más que acostumbrados a recibir cotidianamente todas las informaciones que ocurren dentro del ámbito político norteamericano con todo lujo de detalles pese a que ni es nuestro país, ni nuestro continente siquiera sobre el que se informa. En los últimos escasos diez días, hemos tenido constancia de dos eventos ocurridos en los que Obama paga veinte pizzas ante las cámaras y saluda al dueño del local con gran efusividad y alborozo; y otro en el que para agradecer a la gente de su campaña electoral de Virginia el esfuerzo realizado, les recompensa apareciendo por allí en persona repartiendo pizzas. Evidentemente no quiero simplemente hablar aquí ingenuamente acerca del objetivo mediático de tales sucesos, para ello recomendaría la, a mi parecer “moderada”, película Los idus de Marzo bajo la dirección del actor George Clooney o para una información más seria, la genial Inside Job de Charles Ferguson.

Es sin embargo mi pretensión una llamada al debate sobre la cuestión acerca de lo que es un político en la actualidad y en lo que éstos se han convertido. Fijándonos en el ejemplo de Obama, y las elecciones norteamericanas de las que estamos tan informados (pese a que en Estados Unidos existen más partidos políticos además de los dos que se alternan en el poder, conocidos por todos) nos encontramos el show hollywoodiense en su máxima expresión. Los actos electorales se basan en una mentalidad televisiva de entretenimiento inspirada en chistes, frases ocurrentes y simpatía por doquier. De hecho es muy frecuente en nuestra realidad cotidiana encontrarse con opiniones a favor de Obama y receptivas a su tan abundante “espontaneidad” y “buen rollo”. Se nos aparece casi como incuestionable, Obama es “guay”, es más tiene el Nobel de la paz, ¿por qué íbamos a dudar de un tipo así?  Lo que yo me pregunto entonces es: ¿Y en todo esto dónde nos hemos dejado la política? Esa supuesta apariencia de voluntad de servir al pueblo ¿Dónde se ha quedado? La política propiamente hablando, es la disciplina que se ocupa de los asuntos de la “polis” como bien dice su nombre es decir, de servir al bien común y a los intereses del pueblo.

Lo que no encuentro por ninguna parte es laparte argumentativa (Migobi)de la cuestión y esto es lo que más me urge de todo. ¿Dónde está lo que realmente dicen, lo que realmente quieren cambiar? En los medios de masas, diariamente supuestos expertos analizan las poses, la capacidad de respuesta en los debates, la actitud, la sonrisa, las fotos, etc… Lo que no parece importar ni ser susceptible de análisis es lo que realmente dicen los candidatos o los  políticos. ¿Suponemos que están mintiendo desde un principio o es básicamente irrelevante? Simplemente se ha convertido la política en una cuestión de marketing y, en este sentido, podemos hablar de Obama como el culmen de la ingeniería del marketing y la publicidad, apoteosis de la cultura de la imagen. No hay razones a discutir ni verdaderas confrontaciones dialécticas en sus palabras o actos, tan sólo un show interminable a caballo entre un “reality” y “el club de la comedia” que provoca la sonrisa y animosidad del público hacia un “cómico” u otro.

Si bien sabemos que la política en su esencia es una cuestión de engaño y apariencias (y si no tenemos esto claro recomiendo afanosamente la lectura de El Príncipe de Nicolás Maquiavelo) a lo que hemos llegado en última instancia es a la desaparición total de la faceta “política” en la figura del político en favor de la total conversión de este en un mercader, negociador y traficante de influencias.

Hace relativamente pocos días teníamos en nuestro propio país ejemplo de la total disociación que hay entre la casta política y la ciudadanía. Rosa Díez, del partido UPyD fue recriminada en plena calle por un hombre que la acusaba de no “defender a la clase trabajadora” de ninguna forma. Ella básicamente se limitó a seguir con su labor publicitaria e ignorar la increpación repartiendo apretones de manos. No había razones que dar. Todo este tipo de comportamientos por parte de distintos líderes políticos me llevan al punto de pensar que simplemente se han convertido en simples “vendedores” servidores de los grandes poderes económicos y únicamente necesitados de la ciudadanía para conservar su status con una supuesta apariencia de democracia.

No hay razones que considerar y posturas enfrentadas que negociar o confrontar, no hay migajas de política que tener en cuenta siquera, tan sólo las idas y venidas de los mercachifles utilizando el poder y la «legitimidad» de todos a favor de sus verdaderos amos. Cada día nos encontramos con esta postura y este modo de hacer política de forma más extendida por todo occidente. Simplemente todo es una cuestión de chistes y frases al estilo Obama o Rommney, vacío y sin trasfondo político verdadero. Las películas de Hollywood se erigen finalmente como el esquema bajo el que se copia y se impone la forma de hacer política en occidente hoy en día, metáfora del héroe salvador de enorme ego que aplasta a golpe de pistola a quienes osan pensar de manera contraria a él mientras las explosiones se suceden por doquier y afectan a los otros pero no al que las provoca. Ejemplo de esto es la diferencia actual entre los líderes mundiales actuales y los del S. XX. que se caracterizaban por una oratoria y carácter fuertes y políticamente muy marcados, al contrario de los actuales, perfecta imagen para los anuncios publicitarios y los carteles que pueblan sin cesar nuestra sociedad.  

En consecuencia, ¿ha terminado ya la política en sí misma como forma de supuesta argumentación y propuestas razonadas en favor de la política entendida como show televisivo de entretenimiento?

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