Eduardo Sacheri: de «El secreto de sus ojos» a «Papeles en el viento»

 

Por Benito Garrido.

 

Papeles en el viento (Editorial Alfaguara, 2012) es la última novela del escritor argentino Eduardo Sacheri. Es conocido sobre todo por el éxito de su primera novela La pregunta de sus ojos, llevada al cine por Juan José Campanella con el título El secreto de sus ojos, y de la que fue guionista junto al mismo director. También ha publicado libros de relatos y colabora en su país en diarios y revistas nacionales e internacionales.

 

En esta su tercera novela, Sacheri vuelve a sorprender con historias cercanas, cotidianas, plagadas de personajes en una eterna adolescencia, entrañables, que se mueven por amistad, lealtad y amor. Papeles en el viento cuenta las andanzas de tres amigos, que ante la muerte prematura del Mono, cuarto integrante de ese firme grupo, se las tienen que ingeniar para traspasar un jugador de fútbol que se quedó solo en promesa. El difunto había invertido todo su dinero en un futbolista que ahora no marca goles. Sin dar tiempo al dolor, y pensando sobre todo en ayudar a la hija huérfana, desplegarán todas aquellas estrategias que, dados sus escasos conocimientos del tema, consideran más viables para recuperar lo más pronto posible ese dinero, antes de que ya no valga nada. Desconcierto, ingenio, humor, inspiración y complicidad se unen en esta prueba de amor, de la que el fútbol es eje central.

 

Eduardo Sacheri. Foto © Diego Sandstede.

Eduardo Sacheri:

La idea de escribir este libro se fue montando por partes. Primero surgió la idea de hablar sobre la amistad y la muerte, aunque fue más el deseo de un tema concreto que un argumento encontrado. De ahí llegué al grupo de amigos que se encuentra afrontando la muerte de otro. Y finalmente al fútbol que me permitía ese terreno conocido y compartido por los personajes, por los lectores y por mí mismo. En el fondo, quería salir sobre todo de aquella vorágine que supuso la película El secreto de sus ojos, y volver a la intimidad del barrio en que vivo, la gente que conozco, retornar a la vida más cotidiana.

La pregunta era ¿qué hacemos con la muerte inesperada de una persona cercana y joven? Las muertes asociadas a la vejez son las únicas que entendemos, el resto se nos hacen imperdonables. Y quería recuperar en torno a esa pregunta el vínculo central de la amistad.

 

Me gusta usar el fútbol como herramienta para llegar a otras cosas más profundas. Creo que así es como funciona en la vida para los que nos gusta este deporte. No lo podría hacer con otro juego. Cualquier persona, como yo, muy relacionada con este deporte podrá entender esos vínculos entre lo superficial y lo profundo. El fútbol tiene la ventaja de quitarnos las máscaras, y nos permite exhibirnos como realmente somos. La tragedia es la derrota, pero es solo momentánea, volveremos a jugar y entonces quizás podamos de nuevo ganar. Ojalá la vida tuviera el mismo punto de partida perpetuo.

En mi país, no sé acá, si tu preguntas a la mayoría de los hombres si abandonarían todos los logros profesionales alcanzados por ser jugador profesional, te dirían directamente ¿dónde firmo? La derrota del Mono entonces es aún peor pues ha llegado a rozar el paraíso pero se ha quedado fuera. Y cuando uno ya tiene algunos años puede obsesionarse con los caminos que no llegó a tomar en su momento.

Es poca la presencia femenina en esta novela. Después de El secreto de sus ojos, donde el papel principal era el de una mujer fuerte y motivadora, en esta novela prescindo casi por completo de ellas para mostrar directamente la debilidad encubierta del hombre. Creo que los hombres somos más cobardes que las mujeres a la hora de enfrentar los problemas. Ellas, incluso confían más en la palabra, como medio para aliviar tensiones, mientras que los hombres tenemos miedo de enfrentarnos a las dificultades y hablarlas. De ahí que el fútbol sea la vía de escape para ello.

 

Es un libro muy construido desde la Argentina. Quien lea esta novela aquí seguro que encuentre muchas diferencias pero también cosas que pueda llevar a su propia realidad. Las artimañas que hacen para vender al jugador, algunas son absolutamente ilegales, pero es que yo sé que en mi país es posible que sucedan. Allí toda ilegalidad es posible y justificable. Todo nos está permitido, y justificado por nosotros mismos.

El mundo suburbano que reflejo es muy autobiográfico. Casi todo, las calles, los horizontes, las escuelas, son los de mi entorno, el barrio bonaerense de Castelar, donde me críe y ahora lo hacen mis hijos. En cuanto a los personajes, ninguno es absolutamente autobiográfico, pero sí que están sazonados de cosas mías. Esto es algo muy catártico para mí, me permite oxigenarme. El objetivo de mis personajes no es que produzcan empatía, sino que sean personajes reales, corpóreos. Nuestras vidas y nuestros días son muy parecidos unos a otros, pero si nos detenemos y aproximamos la lente a la vida de cualquiera de nosotros, aparecen cosas extraordinarias: situaciones, pensamientos, imágenes, vínculos que son únicos y merecedores de observación. La literatura y el arte detienen su mirada no en lo rutinario, sino precisamente en eso extraordinario que nos habita.

 

Ya estoy trabajando con el director argentino Juan Taratuto en la elaboración del guión para adaptar la novela al cine. Es un proceso similar al que llevé con Campanella. Me gusta que los libros se conviertan en películas, es como si se le diese una segunda vida a la historia.

Me gustan las vidas cotidianas. Como escritor, mee sentiría abusivo si empiezo una novela diciendo: voy a hablar de la muerte. Quien soy yo para hablar de ese tema, de qué muerte puedo hablar. Mi manera de respetar al lector, es achicar mis pretensiones y mis ámbitos de incumbencia. Si voy a algo lo suficientemente pequeño, eso lo cuento y lo comparto con el lector, para que después sea él quien lo agrande. No me siento capacitado para decir grandes cosas, creo que puedo tocar grandes temas diciendo cosas pequeñas.

 

Papeles en el viento.  Eduardo Sacheri.  Editorial Alfaguara, 2012.  424 páginas.  18,50 €

 

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