De la novela, al teatro; del cinismo y la hipocresía, a la más pura crueldad

Por Mariano Velasco

Oportuna apuesta de Ernesto Caballero por subir a escena a la Doña Perfecta de Galdós, reflejo de una época tan convulsa como intransigente

Viene a decir Ernesto Caballero sobre su Doña Perfecta que la elección de la novela de Galdós para a partir de ella -y no de la versión teatral que también escribió- dirigir este montaje que se representa en el Teatro María Guerrero de Madrid, se debe a la estructura marcadamente teatral de la primera. Ahora bien, quien ya conozca el texto de la novela fácilmente podrá pensar que no va a resultar nada fácil la empresa, que pese al depurado dominio del diálogo, así como a la facilidad para la creación de personajes-tipo del autor canario y la progresión teatral de la acción, el texto novelado de Doña Perfecta se caracteriza sobre todo por la elegante ornamentación de su retórica así como por una marcada tendencia hacia la complejidad sintáctica, más propias ambas del narrador y novelista que del dramaturgo.

He ahí el órdago que Caballero acepta para este montaje y que el variado reparto trata de ganar con mayor o menor acierto, según el caso. Al frente, dos actores de primerísimo nivel, como lo son Lola Casamayor (Doña Perfecta) e Israel Elejalde (Pepe Rey), salen victoriosos llegando a alternar momentos sublimes con otros que no lo son tanto. A destacar entre los primeros el violento enfrentamiento directo entre tía y sobrino, en el que ya se anticipa el trágico desenlace, y en que ambos se dejan piel y garganta.

Difícil también el reto para las largas intervenciones de José Luis Alcobendas (Don Cayetano) y Alberto Jiménez (Don Inocencio) quienes, pese a lo complicado de su papel, lo salvan con habilidad y muchas tablas, por encima del resto del reparto. Los lunáticos monólogos del primero, uno de ellos perfectamente finalizado gracias al escenario giratorio que se lo lleva (que parece que es que, si no, no hubiera forma de callarlo) constituyen algunos de los mejores momentos del espectáculo.

Acierta Caballero a la hora de reflejar en escena la transformación que experimentan los dos personajes principales y más complejos, Pepe Rey y Doña Perfecta, en especial en el caso de esta última. La arriesgada apuesta del director por la involución del vestuario utilizado, que comienza siendo contemporáneo y acaba por reflejar las modas del XIX, contribuye a subrayar ese camino hacia lo primitivo y retrógrado, casi hacia lo salvaje, que sustenta el desarrollo argumental de la tragedia galdosiana y que pretende ser también, a todas luces, una metáfora y una llamada de atención sobre el retroceso al que todos podemos vernos abocados a poco que nos descuidemos.

Poco tiene pues que ver a los ojos del público la Doña Perfecta de los primeros compases de la historia, recta pero aparentemente refinada, firme en sus convicciones pero supuestamente abierta al diálogo, con la señora de las escenas finales, cada vez más cercana a la Bernarda de Lorca. Así, el personaje pasa del casi cariñoso “ya estás hecho todo un hombre” de los primeros momentos al violento “¡mátalo!” de su última intervención sin experimentar ni un ápice de culpa o remordimiento.

Se distingue Doña Perfecta de su consecuente lorquiano precisamente en ese cinismo orbajosense que consigue maquillar su vileza e intransigencia durante al menos la primera parte del espectáculo. Y es que la evolución del personaje no consiste tanto en un cambio de actitud ni de talante, sino más bien en un despojarse de ese manto de hipocresía que impide sacar a la luz su verdadera crueldad.

Además de los ya aludidos cambios de vestuario, otra de las más singulares aportaciones de Ernesto Caballero al texto de Galdós es la conversión de los tres personajes de las Troyas en una especie de coro a la manera de las tragedias griegas, que hace las veces del narrador que haría falta en toda novela de Galdós. Curiosos personajes estos tres de las Troyas que, pese a ser despreciados por la pulcra sociedad orbajosense, resultan ser al final los menos hipócritas y los únicos que muestran señales de cierta honestidad.

Reflejo de una época tan convulsa como nefasta para España, esta oportuna versión de Doña Perfecta, vista desde una momento en el que tampoco es que estemos como para sacar pecho, pone sobre la mesa temas tan universales y atemporales como la intransigencia, la hipocresía, la incapacidad para el diálogo, la falta de empatía y el miedo al progreso, cuestiones que no nos viene nada mal recordar de vez en cuando, no vaya a ser que nos dé a nosotros también por retroceder, no tanto en el vestuario, pero sí en nuestras ideas.  

 

Doña Perfecta 

Autor: Benito Pérez Galdós

Versión y dirección: Ernesto Caballero

Reparto: Lola Casamayor, Israel Elejalde, Alberto Jiménez, José Luis Alcobendas, Karina Garantivá, Jorge Machín, Diana Bernedo, Miranda Gas, Vanessa Vega, Toni Márquez, Paco Ochoa, Belén Ponce de León

Lugar: Teatro María Guerrero

Fechas: Del 2 de noviembre al 30 de diciembre de 2012 

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