Kiriwina, o de cómo el tiburón surcó los mares en busca de un cuerpo al que devorar

Por Carmen Moreno.

KIRIWINA

Kiriwina. Ana Tapia. Fin de Viaje. Granada, 2012.

La entrada de un poeta en el mundo narrativo suele dar un poco de miedo porque no mantienen el mismo pulso la poesía y la narración. Así que recibí el libro de Ana Tapia, una buena poeta, con algo de escepticismo. Desde el título, Kiriwina, hasta el punto final que cierra tras “pero solo treinta y ocho heredaron sus ojos”, me ha fascinado la capacidad de trasladar un mundo absolutamente metafórico de una pecera a otra.

Las islas Kiriwina están en Papúa Nueva Guinea. ¿Y qué? Las islas Kiriwina se encuentran en el mar Salomón. Perfecto… Lo que nos interesa es que las Kiriwina son rondadas por un tiburón, el mismo (probablemente) que devoró al tío de Tapia de camino a Cuba.

Kiriwina es un conjunto de microrrelatos que poseen un finísimo hilo conductor para unir los islotes entre sí. Una serie de historias no cerradas, casi no contadas, esbozadas con el escrúpulo de la búsqueda de la palabra exacta, para que el lector se vea obligado a adentrarse en el mar y poner en peligro su vida.  

Los relatos de Ana Tapia traslucen la sinceridad de quien se adentra en unas historias que le han sido reveladas tal vez en sueños, o las ha recibido de una madre que sucumbe a la memoria inventora. Cuentos entre lo real y lo forzosamente irreal donde la descendencia encuadra lo que se narra.

Kiriwina inventa una serie de personas que se sacuden el hartazgo de los días repetidos y se aferra a unos destellos “cronopianos” para crear un mundo absolutamente ficticio: “Cabeza de Pomelo y Cabeza de Exprimidor se conocen y, contra todo pronóstico, se aman. Durante semanas, sus imágenes copan todas las cadenas de noticias.” De fondo la crítica a lo superfluo de lo que nos rodea como en el cuento “Aldea Pereza”: “Un ejército de mercenarios invade Aldea Pereza. Ninguno de los nativos mueve un dedo por defender el hogar. Los mercenarios miran, incrédulos, cómo los vecinos dormitan al amparo de las sombras y bostezan ante la evidencia del saqueo.”

Y, detrás, siempre el océano. El océano como realidad inasible que otorga a los movimientos algo de fantasmagórico.

Ana Tapia, lanza este puñado de historias sobre nuestros ojos. El juego acaba de comenzar. Solo falta saber si nos dará tiempo a escapar de un tiburón que nada a nuestro alrededor, con las fauces abiertas. 

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