Libros Leídos: "Los anticuarios" (Pablo De Santis)

PortadaPor ALBERTO DI FRANCISCO. En mi opinión, los libros pueden merecerme tres opiniones.  Esto dicho, viene en un intento de sintetizar tantas variantes, ya que cada libro es una obra de arte, es también un cuadro hecho con palabras, y por qué no, también una pieza de rompecabezas. Así, la obra solo se completa (o el «arte» de esa obra se consuma) con la mirada del Otro, que la ve bajo su particular prisma, y hace de una obra terminada, una interpretación propia. Ante esas consabidas interpretaciones y/u opiniones varias y casi infinitas, es que suelo clasificar mis lecturas en tres conceptos capitales.

.Hay libros buenos (o muy buenos, o excelentes, dígase como guste) que enganchan, que divierten, que enseñan, que otorgan otra mirada, que conmueven, bla-bla-bla, ya saben, todas las variantes posibles.

.Los hay malos (o mediocres, o insoportables, dígase como guste). Aquellos que decepcionan por su final, aquel tedioso, el ilegible (Ulises, de J. Joyce), el que parte de una buena idea pero está mal desarrollada, aquel que mucho promete de un tema y nada dice, el que pasa como pasa cualquier lectura de un diario/periódico, bla-bla-bla, ya saben, todas las variantes posibles.

.Y, por último, están esos libros que cuando uno dobla la última página, se da cuenta que ahí estaba nuestra propia voz; uno se siente movilizado internamente, porque acaso hemos vibrado al unísono con la pasión que movió al escritor. Esos libros que al cerrarlos, suelo decir para mis adentros: «éste libro me hubiese gustado escribirlo yo».

Así fue que, sin haberlo premeditado, salí de la librería con «Los anticuarios» del argentino Pablo De Santis. Desde la primera página uno ya se da cuenta, o presiente, que hay una buena historia; el niño Santiago Lebrón viaja a la ciudad (un Buenos Aires de 1950 y algo) a buscar una nueva vida, y a su tío, que vive allí, y que es quien le ofrece trabajar con él, reparando viejas máquinas de escribir, y luego le consigue empleo como periodista en un diario. Tras un accidente, el protagonista es vuelto inmortal, mas a condición del vampirismo, y comienza su andadura en ese mundo oculto, de la mano de un hermético grupo de libreros de su misma condición, quienes han aprendido a aplacar su roja sed, y viven refugiados ante la amenaza de un especie de Van Helsing vernáculo.

Para quienes el género vampírico no es su fuerte (ese es mi caso) y aún para quienes a su vez han visto en la actualidad deformado malamente ése mismo género (véase la saga «Twilight»), «Los anticuarios» sabe darle una original vuelta de tuerca, en una historia de amor, de mucha intriga, con personajes bien definidos, en un escenario de librerías de libros antiguos, y todo en una prosa que se desenvuelve sin esfuerzo (características éstas siempre presentes en De Santis).

Hace años me dije que quería escribir algo sobre vampirismo, no porque esté de moda, sino por la opinión personal que tengo del género, y algunas ideas que me rondan hace tiempo. El feliz hallazgo de «Los anticuarios», el haber cerrado su última página diciéndome «éste libro me hubiese gustado escribirlo yo»,  ha pospuesto ese proyecto mío.  Quizás mi libro ya está escrito.

Alberto Di Francisco

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *