El hombre que se enamoró de la luna

 

El hombre que se enamoró de la luna. Tom Spanbauer. El Aleph Editores.

 

1

Hubo una vez…teruteru 

 

el-hombre-que-se-enamoro-de-la-luna-9788415325581Si tú eres el diablo, no soy yo quien cuenta esta historia. Ni soy Afuera-en-el-Cobertizo. Ése es el nombre que ella me dio sin siquiera saberlo. Ella es Ida Richilieu, la misma a quien años más tarde, tras lo sucedido en el Paso del Diablo, llamaban Ida Pata-palo. 

Yo también creía que Eh-tú y Ven-Aquí-Chaval eran mis nombres. Hasta que tuve más o menos diez años, yo pensaba que esas palabras tybo se referían a mi. Tybo significa «hombre blanco» en mi lengua. Mi lengua está compuesta por unas cuantas palabras que todavía recuerdo.

Mi madre era una bannock y trabajaba para Ida, limpiando y satisfaciendo a los hombres. Así es como fui concebido… o eso al menos pensaba yo. Mi madre me llamaba Duivichi-un-Dua, lo que significaba algo, lo que significa que yo era alguien que se merecía un nombre semejante: no uno como Afuera-en-el-Cobertizo.

Tardé mucho en saber lo que significa mi nombre indio. Una de las razones de ello es que mi nombre no es bannock sino shoshone, y ningún bannock podía explicármelo cuando se lo preguntaba. Siempre creí que mi madre era una bannock. Supongo que debía ser shoshone. ¿Por qué si no me puso un nombre shoshone?

Mi madre murió cuando yo era un chico de unos diez u once años. Asesinada por un tal Billy Blizzard. Una de las cosas que recuerdo de mi madre era que me puso el nombre y que yo nunca debía contestar cuando me llamaban por él porque el que preguntaba podía ser el diablo. Si alguien me llamaba por mi nombre, lo primero que tenía que responder era que yo no era. Otra cosa que recuerdo de mi madre es que cuando estoy a punto de dormirme ella es un olor y una sensación que no puedo expresar con palabras.

Cuando mi madre murió ocupé su lugar en casa de Ida encargándome de la limpieza y las faenas. Alguna noche, afuera en el cobertizo, cuando la luna brillaba demasiado y todo parecía suspendido en el aire, cuando todo lo que podía oír era el latido de mi corazón y la respiración entrando y saliendo a toda prisa de mi interior, subía de puntillas los escalones traseros hasta la segunda planta del Local de Ida y miraba por la ventana de Ida. Ida Richelieu estaba sentada en su habitación en su círculo de luz, con la lámpara de keroseno que daba un tono rosado al cuarto. Si era invierno, Ida estaría envuelta con la ropa de cama. Si verano, Ida apenas llevaría nada encima. Pero fuera invierno o verano, siempre encontrabas a Ida en su círculo de luz bien entrada la noche, cuando había terminado su trabajo, escribiendo en sus diarios sobre la vida y sobre su cargo de alcaldesa.

Espiar a Ida en su círculo de luz, con la pluma y el tintero, escribiendo en un papel sus historias sobre seres humanos, invariablemente me hacía sentir bien. Sentía que había secretos que yo necesitaba conocer…Historias que tenía que oír. Detenía el espantoso martilleo en tu interior.

Hasta que estuve a punto de morir congelado. Me quedé dormido de pie mientras miraba por la ventana de Ida. O creo que me quedé dormido, porque no se parecía al sueño. No sentía el frío, no miraba por la ventana, me encontraba en el círculo de luz de Ida, el color rosado en mi piel, y tumbado en la cama de plumas de Ida.

Me quedé en la cama de plumas de Ida, a ratos despierto; Ida en su escritorio escribiendo en su círculo de luz. Otras veces inconsciente, sin saber dónde estaba, en el lugar adonde vas cuando te duermes. 

Cuando regresé de ese lugar desconocido, cuando se me pasó la fiebre, Ida me dejaba dormir con ella de cuando en cuando en su cama de plumas. Se suponía que no debía contárselo a nadie y nunca lo hice. Si Ida te hacía prometer algo, lo cumplías. Pero tenía que lavarme a fondo antes de meterme en su cama. 

Una noche, mientras dormía con Ida, la desperté con lo que estaba sucediendo. Ida siempre decía que no podía dormir si había alguien en su habitación que la tenía tiesa. 

Después de la noche que Ida no pudo dormir, y después de ver mi polla dura -bueno, y de conocer el resto de mi historia- a pesar incluso de que no tenía más de doce años…Ida supuso que me gustaría el trabajo. O sea que acabé asumiendo el resto de los deberes de mi madre: satisfacer a los hombre en la cama. 

En indio eso se llama berdaje. La primera vez que oí la palabra berdaje fue cuando conocí a Dellwood Barker. Me dijo la palabra y me explicó la historia del berdaje conocido como Mujer Loca, cómo Mujer Loca había curado a Dellwood Barker para luego enseñarle a follar. 

No sé si berdaje es una palabra bannock, shoshone o simplemente india. He oído que es una palabra francesa, pero como yo no sé francés no podría afirmarlo. 

Lo importante es que ésa es la palabra: berdaje. 

-B… E… R… D… A… J… E…- deletreó Dellwood Barker- significa hombre santo que folla con otros hombres. 

Las únicas palabras tybo que conozco para afuera en el cobertizo, para cómo soy, para follar con otros hombres, son palabras que ahora no utilizo. Pero solía utilizarlas. Creía que eran otros nombres para definir quién era yo. 

Pero Dellwood Barker lo cambió todo. Volvió a entrar en mi vida tras dos años de no estar en mi vida y cambió todo eso: mi nombre, quién creía yo que era. Llamó a la puerta del cobertizo. Dio un paso dentro. Ahí estaba, Dellwood Barker, el hombre que yo creía era mi padre. Todo era diferente. Yo era diferente. Yo era alguien que se había enamorado.

Me enamoré de él profunda y rápidamente, desde ese instante y para siempre.

Siempre era una de las palabras de Ida. Fue una de las primeras palabras que me hizo aprender.

-S… I… E… M… P… R… E…-  me había deletreado Ida-. Significa eternamente -añadió.

En cuanto a mí, nunca creí que me enamoraría de alguien, menos aún de un hombre blanco, menos aún de mi padre, y menos aún para siempre.

Dellwood me dijo que también estaba enamorado. Pero no de mí, no estaba enamorado de mí. Ni tampoco de Alma Hatch, aquella hermosa mujer pájaro de pezones rozados que olía a agua de rosas que un día entró en el Local de Ida inopinadamente y, delante de todos los hombres del bar, pagó en metálico para pasar la tarde con el chico de Ida afuera en el cobertizo; pagó en metálico para follar conmigo, me folló y luego me despachó, sin inmutarse.

No estaba enamorado de ninguno de nosotros; ni de Ida Richelieu, ni de Alma Hatch ni de mí.

Y es que Dellwood Barker era el hombre que se enamoró de la luna.

 

(…)  

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *