Cambalache – Queja al caos editorial

media-uploadPor ALBERTO DI FRANCISCO. En los tiempos actuales, y en palabras de Borges, la imprenta vino a ser también uno de los males de nuestra época ¿Por qué? No la imprenta en sí, un invento que (nadie lo duda) revolucionó y cambió el mundo, haciendo que la palabra se transformara de algo exclusivo y de alcance reducido, a un fenómeno social libertador del pensamiento de la época.  Vino, nos dice, a ser un mal también, sino por el hecho moderno de multiplicar hasta el hartazgo volúmenes innecesarios y fútiles. Así, de esta manera,  ante el caos editorial, uno a veces más que apuntar a la Literatura, juega un especie de azar.

Si no son aquellos ejemplares reconocidos por la prensa, si no son las novelas que boca en boca van ganándose prestigio, o las obras que ni bien impresas van a parar al cine y son delirio de adolescentes, estamos ante el dilema de elegir 1 libro entre millares, y encima con el intento interno y rebelde de querer ser originales, de encontrar ese autor/libro que salga del estereotipo tan trillado hoy, de enigmas baratos, conjuras y acertijos; y todos con el mismo comentario de algún desconocido, que nos exhorta: «Una novela trepidante, no podrás dejar de leerla. Si mezclas a Dan Brown con Stephen King sale esta novela» Una mierda, esa es mi palabra, y una mierda poco original, porque encima son copia de copia de otros libros pioneros en el tema. Lo mismo sucede con las novelas juveniles de vampiros, o pseudo-vampiros (no manchemos el buen nombre de Stoker, y la imagen de Bèla Lugosi); textos todos iguales, copias de copias de libros mediocres, donde también algún/a desconocido/a nos vocifera: «Hipnótica novela; el mundo que fulana nos muestra, es donde quisiera vivir…!». Pues, la verdad Señorita, vaya Ud a vivir en un mundo de vampiros Light con cara de constipados, con una histeria galopante y una bipolaridad enferma. Más que sangre, a esos vampiros les hace falta un Prozac y encontrar un trabajo.

Así, la letra del tango argentino «Cambalache» (el Cambalache es un lugar de trueque), del preclaro Santos Discépolo, ya lo anuncia «Igual que en la vidriera irrespetuosa/ de los cambalaches/ se ha mezclado la vida/ y herida por un sable sin remaches/ ves llorar la Biblia, contra un calefón…» Y entonces es que se aplica su profecía también al mundo editorial, donde así, encontramos enormes y míticos autores, junto a textos de paso, o literatura de verano. «Literatura de Verano», otra mierda. «Voy a la playa, a descansar» – te dicen- Pero…hombre,  si se tiene tiempo libre, y dinero para comprar un libro, lleve algo que lo sacuda, espolee el espíritu con alguna temática un poco más seria, algo que lo haga asomar la cabeza por sobre el fango de las cosas mundanas y triviales del día a día! Todos estamos de acuerdo en que llevar a la playa la «Ética demostrada según el orden geométrico» del sefardita Baruch Spinoza, no es lo ideal, o las Coplas de Manrique, pero intentemos hacer costumbre de utilizar nuestro tiempo libre para cultivar un poco el espíritu. En última instancia, ese cultivo es la mejor herencia (luego del amor, y el trabajo solidario) que podemos dejarnos a nosotros mismos, una vez desechado el cuerpo, y vueltos a lo espiritual.

«Yo voy a la playa a descansar, y a mirar culos, hermano…» son las sinceras palabras de un amigo, las cuales respeto en gran manera, pero no pude dejar de acordarme, entre sonrisas,  de un párrafo del genio de Pierre Rey, que en su libro «Una temporada con Lacan» nos dice (no es textual) algo como:  «Digamos que un hombre desea posar fervientemente su mano en el culo de la mujer. Si lo consigue, su deseo está satisfecho, ahí se termina el acto; pero, si no lo logra, ese deseo insatisfecho, toda esa vorágine queda sin consumar, entonces va a su casa y escribe la Novena Sinfonía. «

Empecé ésta nueva entrada con la firme intención de hablar sobre un libro muy breve, del argentino-canadiense Alberto Manguel, pero se me fueron las palabras de más, y la crítica quedará para el próximo Post. Como se ve, el Cambalache de la modernidad toca todos nuestros quehaceres; y hasta en este pequeño artículo sobre libros se han colado Culos, Sinfonías,  vampiros, mar y Tango…

A veces espero que alguno de éstos que van a la playa a mirar culos, no puedan tocarlos, y vayan a su casa, insatisfechos hasta la médula, y en ese deseo no consumado se produzca el hecho artístico, y regalen al mundo una obra digna del recuerdo. Una obra que acaso yo pueda comprar, y traerme para cultivar el espíritu,  y leerlo tranquilo en mi reposera, mientras de reojo veo pasar algunos buenos culos…

Alberto Di Francisco

 

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