Bolaño sin Bolaño

Por Pedro Bosqued.

 

Archivo Bolaño, 1977-2003.

Centre de Cultura Contemporània de Barcelona.

Calle Montealegre, 5.

Hasta el 30 de junio del 2013.

 

En el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB) se han realizado otras exposiciones literarias. De autores ya desaparecidos como Joyce, Kafka o Borges; o de autores vivos como Claudio Magris que con su implicación y huella, dejó una impronta indeleble de Trieste en el Raval. En el caso de esta, Archivo Bolaño 1977-2013, sus años en Cataluña; la  ausencia desde hace una década del escritor chileno la ha cubierto su pareja, Carolina López, que puso en manos de la organización el inmenso material que ha guardado de su meticuloso archivo.

 

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Sin embargo, uno no puede dejar de pensar qué es lo que cambiaría el autor de lo que está expuesto. Qué cosas hubiera consultado con Carolina si hubiese aceptado realizar la muestra. Y es en ese material que no sabemos que Bolaño hubiera elegido exponer, o esconder, donde podría estar el verdadero autor. Él mismo es el único que realmente podía acercarse a lo que su mente estaría dispuesta a revelar. Y es en esas cosas que quizá hubiera cambiado, donde estarían algunos elementos claves de su personalidad. Solo Bolaño sabría de verdad cómo se pasa de una vitrina a otra. Como pasar de una obra a otra mostrándonos -manteniendo la duda de que desease hacerlo-, lo que hay en medio de ellas. Los resquicios por donde su obra se ha ido conformando, más allá de la gran cantidad de elementos materiales que existen o se expongan. Los resquicios que el propio autor podría haber mostrado entre obras para dar un poco más de luz a su ingente tarea vital.

 

 Con una luz tenue en toda la muestra, la oscuridad casi plena con la que se perciben de forma más limpia los manuscritos de letra clara y sin tachones, se ve claro el gran botón del trabajo incesante de Bolaño por sacar adelante lo que siempre deseó. Escribir, luchar porque todo el esfuerzo vital se encaminara a dejar una obra de la que, ni siquiera diez años después de su muerte, ha sido publicada la mitad.

 

La exposición se sustenta sobre los tres lugares en los que escribió sin demora desde su llegada a España. Barcelona, entre 1977 y 1980, compartiendo trabajo y obra, bares y futbolines, en la calle Tallers con Antoni García Porta, y que dio el libro a cuatro manos tan inclasificable como Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce (Acantilado), y que recibió el premio Ámbito Literario de Narrativa en 1984. De esa época también relucen obras como La Universidad desconocida y es también entonces, cuando se acaba de publicar su obra poética escrita en América como Muchachos desnudos bajo el arcoíris de fuego.

 

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Luego llega la época de Gerona, entre 1980 y 1985. Conoce a Carolina en 1981 con la que se casará en 1985. Es durante esos años cuando los premios a sus relatos se suceden. En especial, Sensini –nacido a rebufo de que le quitara el escritor Antonio Di Benedetto el primer premio a su El contorno del ojo-, que ganaría en 1987 el Ciudad de San Sebastián.

 

 

Cuando Carolina comienza a trabajar en Blanes, arranca su fase más extensa, productiva y fructífera. Entre 1985 y su fallecimiento en 2003, Roberto encuentra en la Costa Brava su lugar en el mundo. Sobre todo desde 1994, cuando tras ganar el premio Ciudad de Irún por Los perros románticos, vive dedicado exclusivamente a la literatura, sin condicionar su obra a su salud durante esos últimos nueve años de su vida. Parroquiano del restaurante chino al que es fiel, su videoclub y sus juegos de guerra, su bar de cabecera, su paseo marítimo. Va formando una estructura tan sólida que ni siquiera usa calefacción en su estudio. Con la Olivetti que muestra la exposición y el teclado roto de su ordenador, saca adelante sus obras más complejas. Y eso se aprecia sin duda en el ala final del CCCB. Sus cuadernos, desde los de espiral a los libros dietarios. Desde el listado de hipotéticas selecciones de escritores de Francia, España o Estados Unidos al juego de frases en el que los sustantivos deben comenzar con la misma letra. Los juegos de guerra en los que se apoyó para escribir El Tercer Reich. O el recorte de prensa que cuenta la historia del hombre que vivió 142 años en China gracias al optimismo, y a dormir solo cinco horas, a ser posible, sentado; pasando por los dibujos con las figuras con sombrero mexicano que dejó grabado en el lector su profunda 2666, sus cinco novelas en una, que póstumamente publicara Anagrama.

 

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Es en esa época de Blanes cuando por fin dispone de un poco de dinero para trabajar en un estudio junto a la casa que comparte con Carolina y sus dos hijos, Lautario y Alexandra. Como decía el escritor, “mi única patria”. Cuando comparte charlas y cenas y noches y llamadas eternas telefónicas con Javier Cercas, al que llamó sobresaltado la noche en que asesinaron a Ernest Lluch; o con Vila-Matas que también tenía en Blanes algo más que mar. Si hoy su vasta obra todavía sin publicar espera su tiempo, quizá los resquicios de los que hablábamos antes nos dirían cuándo, qué duda cabe que sus años finales, la obra mostrada en el ala oscura y larga de la exposición del CCCB, expresan mejor que nada el sacrificio vital de Bolaño, que hipotecando tiempo, salud y vida; dejó una obra que no quedará nunca del todo clasificada. Como su afecto a Mario Santiago, compañero que leía a Bolaño hasta en la ducha. De forma que Roberto le preguntaba por la humedad de sus libros para acabar amando hasta la higiene de Mario.

 

 

Una exposición detenida en el tiempo, fuera de la luz, del día o de la noche. Llena de manuscritos y objetos que acompañaron a lo que Bolaño llamó “Un narrador en la intimidad” en su libro Entre paréntesis (Anagrama). “En mi cocina literaria ideal vive un guerrero, al que algunas voces (voces sin cuerpo ni sombra) llaman escritor. Este guerrero está siempre luchando. Sabe que al final, haga lo que haga, saldrá derrotado. Sin embargo recorre la cocina literaria, que es de cemento, y se enfrenta a su oponente sin dar ni pedir cuartel”. El guerrero ya descansa; su archivo, sus resquicios y su obra, no.

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