¡Que viva el libre albedrío!

Por Mariano Velasco

Por su condición de auto sacramental, escrita para ser representada con un objetivo marcadamente religioso y con un claro mensaje ejemplarizante (obra bien, criatura de Dios, y obtendrás la recompensa en el otro mundo), la alegoría de El gran teatro del mundo de Calderón de la Barca tiene a priori un difícil encaje en el teatro de hoy, aun tratando de despojarla de ese carácter tan angustiosamente adoctrinador que posee.

Y sin embargo -será porque después de todo estamos ante uno de los grandes de  nuestra literatura- coinciden ahora en escena dos intentos bien diferentes de hincarle el diente al aludido texto de Calderón, ambos en las Naves del Español del Matadero de Madrid. El primero, bajo el título de Una propuesta sobre el gran teatro del mundo, es cosa de Carlos Saura, que deja aparcado el cine para adentrarse en la dirección teatral; y el segundo, titulado Otro gran teatro del mundo, de la compañía Uroc Teatro, nos propone una versión infantil del clásico para toda la familia.

foto3Si se trata, tal y como parece, de despojar a Calderón de su carácter religioso y de darle un nuevo sentido al texto, hay que reconocer que de las dos versiones, la aparentemente más inocente e intrascendente, esto es, la infantil, resulta ser la más atrevida. Se diría que Saura, más temeroso de faltarle al respeto al clásico, aporta novedad, desparpajo y frescura sobre todo en lo que a la forma y al vestuario se refiere, pero apenas se atreve con el contenido. Uroc Teatro, en cambio, se tira a la piscina y le da tan literal como acertadamente la vuelta al texto de Calderón, ofreciendo al público más pequeño una propuesta original, rebelde, inconformista y, por si fuera poco, de rabiosa actualidad.

Comienza la representación de Saura con la advertencia de uno de los actores, que pide perdón por la falta de respeto a los clásicos, y a continuación oímos el canto de Mercedes Sosa, “cambia todo en este mundo”. Este tío se va a cargar el texto de arriba abajo, piensa uno.  Pero a medida que avanza la representación vamos advirtiendo que no tanto, que en realidad Saura aporta, sí, una nueva perspectiva, la de la compañía de teatro que ensaya la obra de Calderón, desdobla planos y personajes (introduce a un atemporal Calderón que es director y autor a cargo de un esforzado José Luis García Pérez) y cuela alguna que otra escena y situación, baile discotequero incluido, con aires de pretendida modernidad. Pero el texto y, en definitiva, el sentido de la obra siguen siendo al final prácticamente el mismo: “obrar bien, que Dios es Dios” y “que en este teatro del mundo, toda la vida humana representación es”.

Uroc Teatro parte en cambio de una idea muy apropiada, tremendamente actual  y que funciona la mar de bien: la de que el mundo está pachucho, no habría más que echarle un vistazo a las portadas de los periódicos para constatarlo. Calderón, también convertido aquí en personaje, decide darle al enfermo una fiesta sorpresa de cumpleaños y reúne a los actores de su compañía para escenificar su obra, un gran teatro del mundo en el que la variedad de personajes tipo del auto sacramental (el rey, el rico, el pobre, la hermosura, la discreción, el labrador y el niño) se reduce a la alternancia entre ricos y pobres o, lo que viene a ser lo mismo pero mucho más divertido, a la guerra que se desata entre el Reino de los Yotodo y el Reino de los Yonada.

Y la cosa no acaba ahí, porque resulta que gracias a la osadía e impertinencia de una niña que se cuela en la representación, al bueno de Calderón los actores se le rebelan, le plantan cara a la dictadura del texto y se convencen los unos a los otros de que con la pereza no se va a ninguna parte, de que hay que mandar a la porra el conformismo y de que (aquí reside el quid de la cuestión) ¡viva el libre albedrío!

foto4¿Estamos los seres humanos capacitados para tomar nuestras propias decisiones? Visto desde la perspectiva de la sociedad del siglo XVII y siguiendo la doctrina católica de la época, Calderón parecía conformarse con un libre albedrío reducido a la posibilidad que se le brinda a todo ser humano de hacer bien su papel en esta vida para obtener la salvación en la otra. ¿Y por qué conformarse con el papel que nos ha tocado vivir? ¿Es que no se pueden cambiar las cosas? ¡Pues vaya un libre albedrío!, diríamos hoy. El juego que da la concepción calderoniana de los seres humanos como personajes del gran teatro del mundo, ese “teatro dentro del teatro” que tan bien domina Calderón, sería la excusa perfecta para plantear hoy, siglo XXI, año 2013, encima del escenario la necesidad de un verdadero libre albedrío, entendido como un “rebelémonos contra el poder establecido, si tan mal lo hace, y pongamos más de nuestra parte para tratar de cambiar las cosas”. En una palabra: “¡indignaos!”.        

En los personajes de Saura se atisba, es verdad, un tímido intento de rebeldía, pero al final cada cual asume su papel, así como su consiguiente premio o castigo tras la muerte. El cineasta metido a director teatral se esfuerza más en lograr que  los personajes reproduzcan el texto original, cosa que consigue gracias a su arriesgado desdoblamiento de planos. Y ahí reside también su mayor acierto, porque se les podrá objetar muchas cosas a los autos sacramentales vistos desde hoy, pero lo que es innegable, al menos en el caso que nos ocupa, es la belleza, la sonoridad y, en definitiva, la calidad poética de esa pequeña joya literaria que es El gran teatro del mundo.

Sin embargo, los actores de Uroc Teatro, con la niña impertinente al frente, se rebelan con todas las de la ley ante un sorprendidísimo Calderón, a quien no le queda otra que ver como la obra se le escapa de las manos. Hay aquí, evidentemente, mucho menos respeto por el texto original, pero en cambio encontramos, tras todo el planteamiento infantil y aparentemente inocente de esta versión para peques, mucho de indignación y de rebeldía, de voluntad de cambiar un mundo que se nos muere en los brazos por la pereza de no hacer nada por evitarlo. Y de ganas de salir del teatro gritando: tres hurras por el libre albedrío. ¡Hip, hip, hurra!  

 

Una propuesta sobre el gran teatro del mundo

Versión libre y dirección: Carlos Saura

Reparto: José Luis G. Pérez, Fele Martínez, Manuel Morón, Adriana Ugarte, Emilio Buale, Eulàlia Ramon, Raúl Fernández de Pablo, Ruth Gabriel, Antonio Gil, Hector Tomas, Tacuara Jawa

Lugar:  Naves del Español 

Fechas: Hasta el 5 de mayo

Horario: De martes a sábado, 20.00h; Domingos, 19.00h.

 

Otro gran teatro del mundo

Dirección: Olga Margallo

Reparto: Antonio Muñoz De Mesa, Nines Hernández, Rosa Clara García, Víctor Ullate Roche, Celia Vergara, Víctor Gil, Manuel Mata, Nuria Sánchez, Iván Villanueva

Lugar: Naves del Español 

Fechas: Hasta el 5 de mayo

Horario: Sesiones matinales a las 12.00h.

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