POR UN MENDRUGO DE PAN

mendrugoPor CARMEN MORENO. Hace unos días vino a visitarme una amiga de Zaragoza. Hablábamos, por aquello de no señalarnos por ser originales, de la crisis y del momento laboral de este país. En un momento de la conversación me dijo: hay quien mantiene que acabaremos trabajando por un plato de comida, pero conmigo que no cuenten.

España ha pasado de ser un país laico (supuestamente) y en crecimiento, a ser un país a-laboral y en involución continua. ¿La culpa? Ay, esa cosa tan judeocristiana que es LA CULPA. Supongo que la culpa es de todos: de nosotros, de los bancos, de los partidos políticos, del poder, de las multinacionales. Pero, ¿cuál es el porcentaje que todos cargamos sobre nuestras espaldas? Me hubiese gustado encargar el estudio a la Universidad de Michigan, o de Ohio, o de Liège…, pero en este país no acostumbramos a invertir en investigación, así que me he inventado los datos:

-Nosotros (5%) por cerrar los ojos, por mirar a otro lado cuando nos subvencionan por no hacer nada, por no señalar al corrupto mientras a mí no me afecte, por establecer una línea de servilismo con el poder, por acomodarnos y no querer mover un dedo para cambiar las cosas y las cosas nos han hecho cambiar.

-Bancos (31%) por engañarnos, jugar con información privilegiada, especular con nuestro dinero, invertir mal (véase Rato), promover la corrupción y sálvese quien pueda, por hacer de la expresión «letra pequeña» un eufemismo de «tinta invisible», por jugar siempre con la necesidad, por las preferentes (preferentemente hundir a los ancianos)

-Partidos políticos/poder, incluyo a los sindicatos (31%) porque cuando hablan de «servicio público» siempre se refieren a cagarse en la calle; porque han hecho del Monopoli su juego privado; por la coca supuestamente comprada con dinero público, por ERE que ERE, por los Gurtel, los Bárcenas, los Borbones, los sobres, los a, ante, bajo, con, contra…; los casos de corrupción abiertos, los cerrados y los encajados (estos proliferan); por mantener aquellos de «todo por el pueblo, pero sin el pueblo»; por seguir llamándonos pueblo en vez de ciudadanos; por jugar con la vida de los otros como si fuera un videojuego; por utilizarnos como moneda de cambio; por hacernos pagar sus fraudes; por sus mentiras, por sus prevaricaciones, por escupirnos a la cara una y otra vez; por no acudir al Congreso; por programas electorales que podrían ser programas de Si-com; por la manipulación de los medios de comunicación y la censura encubierta; por la extorsión a los contribuyentes (los que no tenemos dinero); por la destrucción de empleo y la creación de corruptos; por el apoyo incondicional a una banca que nos ha dejado sin aire; por la Reforma Laboral; por las extorsión a las PYMES

-Multinacionales o grandes empresas (31%) por la masacre a sus empleados; por utilizar una Reforma Laboral que debería llamarse «Ley de Paro»; por aplastar a las PYMES

-Azar (2%) porque también es mala suerte haber dado con esta panda de indeseables…

Pese a todo, tendrán que reconocer que nos hemos dejado chulear. Que, cuando un sindicato, utiliza la Ley de Vagos y Maleantes, ya citada antes como  Reforma Labora, y callamos; cuando nos piden que carguemos con las deudas de bancos, y grandes de España y callamos, cuando miramos mal y escupimos y asumimos como normal el desprecio que descargan contra los que pertenecen a «Stop Desahucios», contra Willy Uribe y su huelga de hambre por aquello que cree justo, contra Candela Peña por su petición de trabajo, contra los pensionistas (los únicos con cojones y dinero para mantener a una familia que crece mientras su dinero decrece), estamos asumiendo culpas que no nos pertenecen y haciendo buenas las afirmaciones de que tenemos lo que merecemos.

No sé si acabaremos trabajando por aquello tan antiguo de un «mendrugo» de pan. Ay, ese pan que era lo primero que quitaban los dietistas en los tiempos buenos en los que nos preocupaba estar más delgados.

Lo único bueno que tiene esta situación es que cada día nos acordamos del gran Berlanga, un visionario. Sólo hay que cambiar el título de la película de «Bienvenido Mr. Marshall» a «Bienvenida Miss Merkel» y ahí está la gran verdad de este país: al que tiene razón, manto de cemento.

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