CANAL NOSTALGIA: 'El Santo'

 

Por JON C. ALONSO

Las noches en blanco y negro de la vieja caja mágica seguían igual de largas. Todavía no habían llegado los nuevos usos de horarios. Pendientes de la más absoluta oscuridad se esperaba algo de diversión. La España, primitiva y esclava de los monitores de línea floja tenía un nuevo héroe que apuntar a la agenda del monocanal catódico. Las historias de un escritor —británico—muy popular durante el periodo de los años 30, Leslie Charteris se adaptaron a la pequeña pantalla y su protagonista; Simon Templar — el protodandy 007—, “el santo” con alma de Robin Hood,  y maneras muy cool. El rostro del mocetón Roger Moore, ya era un fijo en la caja de novopan. Posteriormente, alcanzó la gloria, al ser elegido para representar las hazañas del  agente británico del MI5 y su graciosa majestad por antonomasia, James Bond 007. Basado en otra novela tan exitosa del escritor Ian Fleming. Pero, la caja tonta ordenaba que era el momento de Simon Templar, que a veces se convertía en un juego de iniciales traducidos como Simón “el tumbas” y refrendado con el logo del halo, a modo de coronilla que le daba los galones de héroe santoral, como nuestro santo nacional, Iker Casillas. 

El Santo

 

El éxito de esta serie en aquellos 60 radicaba, esencialmente, en la idiosincrasia del personaje. El público disfrutaba de lo lindo con esa mitad héroe, mitad detective free lance, y el sutil toque de playboy sofisticado adinerado. Embaucador de refinados modales, que trabajaba para causas nobles o por el bien —pensarían algunos— como Robin Hood. Un producto “Total Sixties”. Su sello de identidad es dejar  su tarjeta de presentación en la escena del crimen, algo así como un ángel de la guarda que lucha por la restauración y la dignidad del bien sobre el mal. Una figura humana esbozada con líneas básicas, en forma de halo. Esta figura aparece como logotipo de los libros y la serie de televisión desde su cortinilla inicial. El joven Roger Moore se metió de lleno en  este personaje al que le debe todo lo que ha sido en el mundo del espectáculo hasta nuestros días. Templar era ambivalente ya que buscaba la justicia, usualmente, por medios ilegales. El detective privado mujeriego—se veían hermosas damiselas— que resuelve todos los casos porque la policía no puede o no asistía. El santo flirteaba, en un prototipo de agente con licencia para ejecutar y viajar por medio mundo. De Oriente para liquidar una Liga terrorista hasta las Highlands escocesas a poner orden a una conspiración o repentinamente, la alerta en busca de un tesoro en América del Sur, enfrentándose a enemigos de calibres mortíferos y exóticos. Con su Volvo convertible, aparecían nuevas tramas e investigaciones de asesinatos, extorsiones y robos. Ingredientes en clave Noir, cercanos a la vieja escuela de Doyle y Christie.  Roger Moore bordaba el papel, y da se le veía a gusto. Confirmando lo que más tarde o más temprano se corroboraría: nuevo 007 a la nomina de Brocolli  para la franquicia que, últimamente, va de aniversario. Es más que evidente, que las tramas del Santo son muy similares a las de Fleming o viceversa. Nadie sabe bien, cual es su profesión ni el origen de su gran fortuna. Lo que importa de  Simon Templar es su estilo, esa manera de vivir y la ironía que se gasta contra sus adversarios. Elegante, rico, sofisticado y sobretodo muy culto, perteneciente a la alta sociedad británica. Templar está del lado de  los débiles, enfrentándose a muchas clases de delincuentes y villanos, utilizando sus grandes conocimientos y empleando métodos poco ortodoxos, lo que usualmente lo lleva a meterse en muchos líos con la policía.

La España ávida de sensaciones, sueños y utopías en blanco y negro disfrutaba del nuevo  guaperas made in UK, que hacía las delicias de la imaginación mas resignada de los silentes peninsulares. El Santo, comenzó como serial radiofónico en los años 40, narrados por la impresionante voz de Vincent Price, para pasar a la gran pantalla poco después, interpretado por George Sanders, entre otros muchos actores. Entre 1962 y 1969 se realizaron 71 capítulos en blanco y negro, y 47 en color. Más tarde volvió a aparecer en 1979, con el reclamo de El regreso de El Santo. El actor, Ian Ogilvy fue  el nuevo gancho. 24 episodios en color, un fracaso rotundo de audiencia y crítica. En 1987 volvieron a la carga con un nuevo Santo, esta vez interpretado por Andrew Clarke en el papel de S. Templar, tampoco llegó a buen puerto. Posteriormente, en 1989, el Santo fue rehabilitado para la televisión en una miniserie de 6 entregas con una duración de 2 horas. En esta ocasión, el personaje cambia de nombre, Templar por  Dutton, manteniendo el mismo nombre y el alias. Y finalmente,  la película protagonizada por Val Kilmer y dirigida por el siempre preciso, Philip Noyce (1997). El guión tomó mayor consistencia al dotar al personaje de una niñez y un pasado. A pesar, de todos estos ingredientes fue una hecatombe en la taquilla, como en lo personal. Pues, Val Kimer (no estuvo a la altura requerida) y la coprotagonista aquella excepcional Elisabeth Shue emprendieron una caída profesional en barrena, que los ha situado en el rol de actores de reparto muy lejanos de la fúlgida glamurama ochentera que gozaron. Actualmente, se ha anunciado nuevo proyecto para este año en formato TV-Movie. Dirigirá Simon West y  el papel de Simon Templar lo protagonizará el británico Adam Rayner. Seguiremos expectantes.

One thought on “CANAL NOSTALGIA: 'El Santo'

  • el 1 mayo, 2013 a las 5:47 pm
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    ¡Vaya toalla! ¡Qué tiempos aquellos en los que veías que todas las hermanas mayores y hasta las madres, soñaban con Rogelio!
    Tanto me fascinaba lo que cantaban que todavía lo recuerdo –tal como sonaba en mis oídos repletos de caperucitas y bellas durmientes: “tengo una peca como un bombón, pupedesi pupedeson…”
    Después, pasaron los años y se convirtió en 007. Nada tenía que ver con Simon Templar… Para mí el peor de la saga al servicio de su majestad.
    Curioso lo del film; buenos actores y un director óptimo que no tuvieron el gancho esperado.
    Tu entrada me ha hecho sonreír. Gracias, Anna

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