Vuelve 'The killing': primeras impresiones

 

Por MARTA AILOUTI

Gris. «Se dice del color que normalmente resulta de mezclar el blanco y el negro». También, nublado. Coloquialmente, frío. Gris es el Seattle de The killing, más negro que blanco en esta tercera temporada, también pasada por agua, que se presenta con un doble capítulo de estreno donde se dan sus primeras pinceladas. Todas en tonos oscuros. Adolescentes marginados abandonados a su suerte. Mentes retorcidas. Enfermos, depravados. Psicóticos. Asesinos en serie. Y Linden. Y Holder. Juntos y por separado.

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En sus dos primeros episodios los personajes desfilan a lo largo de la pantalla, en un intento que busca ser más una presentación de asesinos y víctimas en potencia que un avance en la trama, lo que se echa un poco en falta. Algo más de acción, alguna pista interesante en la investigación, un interrogatorio, algo, cualquier cosa, hubiera añadido un poco de intensidad al asunto. Pero cuando terminan nos quedamos un poco como estábamos. Porque las cosas más evidentes ya las sabíamos. Pero vayamos por partes.

Un año después de resolver el caso de Rosie Larsen, las vidas de Sarah Linden (Mireille Enos) y Stephen Holder (Joel Kinnaman) han corrido una suerte dispar. Él, que ahora viste de traje, es un exitoso policía de homicidios con aspiraciones viables a ser sargento y una pareja estable. Ella vive en una isla, trabaja en una estación de ferry, mantiene una relación con un joven compañero y ve ocasionalmente a su hijo, quien se ha ido a vivir con su padre a Chicago. También ha dejado de fumar, pero de aquella manera que siempre lo hace.

Algunas cosas, no obstante, no han cambiado. O eso al menos debe pensar Linden, a la que la muerte parece perseguir, cuando Holder aparece por su puerta. La química y la complicidad de estos dos traspasa la pantalla. El intercambio es breve, de unos minutos, los suficientes para que los espectadores perdamos un poco las ganas de tenerles juntos en un mismo plano y podamos, así, centrarnos en otras cosa. También es el tiempo justo que necesita Linden para evidenciar lo mucho que ha cambiado en este tiempo. Bastan sus palabras. «No todas las víctimas merecen la pena», dice. Seattle ha vuelto gris, pero parece que en lo que respecta a ellos, de momento es ella la que se lleva la peor parte.

Sea como sea la razón de que Holder esté allí es fácil. Él y su nuevo compañero, Carl Reddick (Gregg Henry) del que tendremos que esperar para ver si gana algo más de protagonismo, están investigando el caso de una joven prostituta que fue encontrada en un edificio abandonado con la cabeza casi cortada del todo. Pasando por alto la facilidad con que el detective lo relaciona con un antiguo caso de su ex compañera, casi pareciera que estaba buscando un pretexto para ir a verla, lo cierto es que las conexiones, aunque forzadas, existen. Salvo por un pequeño detalle: Ray Seward (Peter Sarsgaard), el condenado a muerte por aquel primer asesinato cuya víctima fue la madre de su hijo.

Y este es uno de los puntos fuertes de la temporada. Al personaje de Sarsgaard dan ganas de tenerle empatía. Uno presupone, incluso casi sabe, que es inocente. Es una intuición, o pura lógica. Pero tampoco sería descabellado pensar en un imitador, dado lo propensos que son en la serie a dar giros inesperados. En cualquier caso uno trata de congraciarse inútilmente con ese alma en pena, tratada injustamente y atormentada por un crimen que, a priori, no cometió. Sin embargo, su lado oscuro es potente, como Seattle en invierno. Manipulador, cruel y agresivo. No lo pondrá nada fácil. Como tampoco se lo pondrá a él, el detective James Skinner (Elias Koteas), el que fuera algo más que un compañero hace algunos años para Linden está convencido de la autoría de aquel crimen, o tal vez sepa más de lo que cuenta.  

De fondo, el grupo de adolescentes que vagan por las calles de la ciudad buscando un sitio donde pasar la noche. Ya no es el apacible, aparentemente, entorno de los Larsen. Las calles son duras e inhóspitas. En ellas se mezclan todo tipo de chicos. El obsesivo Twitch (Max Fowler), la joven prostituta Lyric (Julia Sarah Stone), la chica con aspecto de chico, Bullet (Bex Taylor-Klaus), y la tímida y sensible Kallie Leeds (Cate Sproule), que tiembla ante la perspectiva de no encontrar un lugar en el que poder pernoctar. Un viaje a los infiernos de la ciudad donde nunca parece salir el sol. El atractivo de este lado despiadado que ataca a los más vulnerables es parte de la esencia de la serie que ha regresado más cruel que nunca. El problema es que de momento no se terminan de ver las virtudes de este grupo y el uso de tanto adolescente en las tramas conlleva el peligro de que estas se vuelvan un tanto frívolas por muy oscuras y retorcidas que sean.

Las presentaciones, por tanto, están hechas. A partir de ahora, The killing debería ganar algo de ritmo e intensidad también si quiere tener una oportunidad de verdad. De momento nos pone el color, gris eso sí, a las noches de este junio, en el que la mayoría de las series están finalizando sus temporadas. No hay problema. Tendremos paciencia. También aquí el verano se resiste a llegar.

One thought on “Vuelve 'The killing': primeras impresiones

  • el 18 junio, 2013 a las 11:07 pm
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    A ver si está menos pesada que la anterior temporada, que solo pasaba algo en los últimos minutos de cada capítulo.

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