El mito de Narciso

Por Eva Vera

 

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Narciso (1599-1600,  Galleria Nazionale d’Arte Antica, Palazzo Corsini, Roma) no aparece citado en las fuentes ni en ninguna biografía contemporánea, y su atribución se debe a Roberto Longhi en sus escritos de 1916 y 1951. No todos los estudiosos están de acuerdo, así que se han planteado otros autores.

 

La confirmación de esta atribución puede encontrarse en una licencia de exportación de 1645, relativa a un Narciso de Caravaggio de medidas parecidas a las de este lienzo. Los detalles surgidos de la restauración, los resultados de los análisis, las comparaciones estilísticas con otras obras de Caravaggio y el modelo iconográfico hacen pensar que Narciso es una obra plenamente característica de este pintor. Además, Vodret, en 1996, lo situó en el periodo de 1597 a 1599. De estos años son, por ejemplo, el Tañedor de laúd, la Magdalena penitente, y sobre todo Santa Catalina de Alejandría.

 

El mito de Narciso es un tema que no ha sido muy tratado en la pintura italiana, aunque sí en la literatura.

 

El mito de Ovidio cuenta que “al nacer, el adivino Tiresias predijo que Narciso llegaría a viejo con la condición de que no se viera a sí mismo. Muy pronto, este joven empezó a deslumbrar por su belleza inigualable. Muchos eran los pretendientes que tenía, tanto hombres como mujeres. Sin embargo, Narciso rechazaba los requerimientos de todos ellos. Entre las pretendientes rechazadas se encontraba la ninfa Eco. Sus gemidos animaron a las otras doncellas, despreciadas por el altivo Narciso, a exigir a Némesis, diosa de la venganza divina, que castigara al joven. La diosa escuchó sus demandas e hizo que Narciso se inclinara para beber en una fuente. En ese momento, Narciso vio su rostro reflejado en el agua, y quedó perdidamente enamorado de sí mismo. Tan fuerte fue la atracción que ejerció la imagen de sí mismo sobre Narciso, que éste no dejó de mirarla hasta morir de inanición y de melancolía. Al cabo de un tiempo, el cuerpo de Narciso desapareció y, en su lugar, nacieron unas flores que recibieron el nombre del bello joven.” [Cañuelo, S. y Ferrer, J. Mitología griega y romana. Editorial Optima, Barcelona, 2003. P. 284]

 

Caravaggio utiliza una composición sencilla, dividiendo el lienzo en dos partes, la superior con Narciso apoyado ante el agua, y la inferior con su propio reflejo. Los brazos del joven siguen los lados del lienzo, y su vestimenta es la propia de finales del siglo XVI.

 

El reflejo de Narciso, sin embargo, no es tan bello como él: es más oscuro, con los ojos algo cerrados, menos atractivo.

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