Ley Wert y contradicciones humanísticas

Por Santiago Benito.

las_humanidades_85406_t0En vista de que aprueban la ley Wert, creo que es necesario hacer un breve comentario al respecto utilizando ciertas claves que nos ayuden a tratar dicha ley con una visión que vaya mucho más allá de frases célebres como: “¡religión no, porque los curas son pederastas!” o “la religión hace falta sí o sí, porque sin ella la sociedad está hecha un infierno”.

Quiero tratar especialmente este tema que a la religión se refiere porque es algo que me toca muy personalmente. A pesar de profesar el catolicismo, creo que es una verdadera canallada la manera en la que se va a colocar la religión en el sistema educativo. Aunque a muchos les resultará extraño, es una canallada para los mismos católicos y no tanto para los no creyentes; en lo que sigue trataré de explicar este punto. Personalmente, no hay cosa que más me alegrara que ver a todo mundo unificado bajo unas mismas ideas y que trabajaran juntos para un fin común (o al menos que se respetasen como hermanos), ahora bien, de suceder tal utopía me gustaría que todo el mundo encontrase e hiciese suyas las enseñanzas de Cristo porque realmente se les aparezcan como apropiadas y esenciales como individuo y no porque se las impongan.

Colocar la religión como una asignatura que realmente puntúe rompe por completo la esencia de este razonamiento. Me parece bien que la religión esté presente en los centros como una materia a estudiar porque se sea creyente o no, la religión católica ha tenido y tiene mucha presencia en nuestra cultura, y no es una locura que esta se imparta en los centros, de manera opcional eso sí, ya sea para compartirla o para criticarla. La nueva ley de educación parece respetar por ahora esta premisa básica (así que los que de entrada dicen «religión no» o «ley Wert no» antes de respirar que empiecen a leer de dónde vienen). Es evidente que a pesar de que alguien curse religión no se le va a poner una pistola en la cabeza para que crea, pero a pesar de cumplir la premisa que venimos tratando, la religión puede convertirse en lo que no es: “una asignatura más o menos fácil, una maría, que además cuenta para nota, así que me apunto”. Esto no va a hacer que la gente crea más o que la gente tenga más valores, en todo caso tendrá una respuesta de rechazo; será una asignatura para sumar nota (que de entrada es algo que parece positivo) y no algo a lo que verdaderamente poder encontrarle un sentido. Lo que verdaderamente importa de la religión no se puede evaluar con nota, no se puede medir ni cuantificar, “¿te pongo un 10 si eres un santo?” Aun pudiéndose hacer esto, ya estaríamos pillándonos los dedos, porque el «santo» no lo es porque puntúe y no busca que se le puntúe.

Por ello, es una verdadera canallada que la propia Iglesia -de la cual me considero miembro- permita esto, porque realmente pensar que beneficia a la religión o es ignorancia o directamente despreocupación absoluta, por lo que para los creyentes ha de ser lo más importante. Pero el verdadero despropósito es que nosotros los católicos nos dejemos manipular de tal manera por gente como esta que usa la religión como herramienta para hacer ideología, ya que muchos de estos «personajes» que dicen beneficiar a la religión, ni son católicos ni son nada, cosa que a muchos no les importa reconocer y lo cual respeto, pero no a costa de este juego. Hago una llamada de atención: nos están usando como papel higiénico, donde además, para el resto de las personas, el guarro es el mismo papel y no el que lo «ensucia» (aunque hay que reconocer que nos dejamos manchar y somos responsables de ello).

Respecto a la ley en general, el ministro «afirma» que es buena porque ayudará a mejorar los informes sobre la educación de nuestro país, que son pésimos. Estoy totalmente de acuerdo en que el nivel es más que bajo, sólo hay que darse una vuelta por las aulas: lugar donde se premia el mínimo esfuerzo, se pasa de curso con total impunidad, etc. Sí, nuestro nivel educativo es bajo, da lástima, pero querer incrementar nuestra puntuación de cara a estadísticas internacionales no es mejorar la educación, al menos directamente. Por temas que ahora no vienen al caso, medidas de la nueva ley como el control más minucioso de las capacidades de los niños en primaria me parece perfecto para no ir dejando recaditos al “profe” del curso siguiente que, comiéndose “el marrón”, tiene que enseñar lo suyo y lo que el año pasado no ha aprendido el niño que se ha «rascado las pelotejas».

Tenemos que tener cuidado no sólo con “la ley Wert”, sino con cualquier ley de educación que pretenda aplicarse, no sea que enseñemos a mejorar el índice educativo a costa de lo que sea; en este caso, el aprendizaje realmente significativo de los alumnos. La mejora de nuestro nivel educativo en encuestas e índices internacionales ha de ser la consecuencia de la mejora del aprendizaje y no un fin en sí mismo. En vista a esto, puedo decir que la nueva ley Wert no refleja una mejora “directa” de lo que propiamente es educación: a lo que se va a enseñar es a aprobar, cosa que ya sucede en el último curso de bachillerato en donde se «enseña» a aprobar los exámenes de selectividad y no a aprender. Aumentar la calificación de la enseñanza española en el campo internacional por mor, únicamente, de aumentarla, es un ejercicio no sólo carente de sentido sino autodestructivo dentro de la educación. Hay que empezar a examinar la nueva ley por la puerta de si en verdad se potencia o no la educación: es aquí donde está la verdadera discusión que puede evitar el ejercicio ideológico.

Partiendo desde esta última premisa y dejando de lado la posible discusión de si esta ley reduce o no derechos, me limitaré a comentar otra cosa que, al menos por el momento, no me entra en la cabeza: la auténtica barbaridad y deterioro del ser humano que supone el ataque directo a las asignaturas de Humanidades. Es indignante que los de una acera se intenten quedar las humanidades como propias; las humanidades ni son de izquierdas ni son de derechas. Más allá de esto, lo realmente triste es que nuestro señor ministro les entra al juego, y les reconoce a los de enfrente las humanidades como propias («eso es algo de rojos y comunistas», dicen muchos): de aquí se sigue que como las humanidades sólo nos sirven para quitarnos votos, pues las borramos del mapa. Unos apropiándose de las humanidades para hacer ideología y los otros les siguen el juego como niños.

El verdadero punto de este artículo es mostrar que quitar las Humanidades es un atentado -valga la redundancia- contra la humanidad, porque realmente estas son las quela-ensenanza-de-las-humanidades forman al hombre como tal y hacen que la desmedida aplicación -y presencia- social y política de las ciencias no nos destroce, entre otras muchas cosas. Lo más irónico de esta ley es el hecho de que atacamos las humanidades pero potenciamos la religión, pero ¿qué es la religión sino una materia de humanidades (a juicio de muchos como yo algo vital)?. El problema no está ya en si «sí a la religión» o «no a la religión», sino en lo absurdo y contradictorio que es nuestro ministro al quitar un sector de las humanidades y potenciar otra materia humanística ¿qué demuestra esto? Pues que Wert no tiene verdaderas justificaciones para quitar una y poner otra, precisamente porque no existen razones para tal justificación. Esto lo califica como un verdadero ignorante. Aunque seamos realistas, el ser ignorante, en este discurso no tiene cabida, porque esta contradicción sobre la que llamo la atención es algo de lo que se da cuenta cualquiera, así que por ser leal a mis principios de no criticar insultando y sí con argumentos, me reservo el adjetivo. Critico pues la nueva ley por este carácter contradictorio que se da a la hora de implantarla: potencio las humanidades pero no las potencio al mismo tiempo. Es aquí donde podemos ver su carácter ideológico: no por la religión sino por las verdaderas intenciones manifestadas por el ministro en tal contradicción.

Pero hay más: también es muy curioso como el ministro nos habla de la importancia del castellano por el bien de todos los españoles y por el bien de la nación como tal, cosa con la que estoy de acuerdo sustancialmente; ahora bien, si hablamos de «españolizar» creo que el ministro debería saber que para formar buenos españoles que realmente valoren, cuiden y quieran su nación, no sólo hace falta enseñar castellano sino también las humanidades propias de nuestro país, que por si no lo sabe Wert todavía, son muy ricas en historia e influencia. Digo pues, que no tiene sentido hablar de españolizar y después atacar a las humanidades frontalmente; simplemente otra contradicción más en la estructura de esta nueva ley. El problema no es españolizar, sino que precisamente esto no se está haciendo con la nueva ley.

Como digo, para saber esto, no hace falta ser muy listo, sólo estar más o menos bien formado, ¿no será que tenemos un ministro de Educación sin educar? Dejando la ironía de lado, la ley de nuestro ministro tan llena a mi juicio de contradicciones, no demuestra sino que lo que se está haciendo es politiqueo barato para ganar votos y no tanto un intento real de que la educación mejore. La ideología está aquí y no en si esta es una ley de derechas o no.

 

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