La Semana Negra de Gijón

Por PACO G. ESCRIBANO. En la Semana Negra la veteranía se nota. Llegué el viernes por la noche y «no fui a la Iglesiona». Fui al bar Galicia, que tampoco es moco de pavo. El pulpo con cachelos es como para enmarcarlo, oigan. Y como el surrealismo embadurna mi vida, verán lo que me pasó. Dejo la chupa encima de una silla. En un abrir y cerrar de ojos, la chupa desapareció y en su lugar apareció una señora comiendo pulpo.

-¿Y la chupa que había ahí? -le pregunto.

-No, no, aquí no había nada -responde.

-¿Cómo que no?

Y el marido, que lo mismo pensó que a lo mejor le iba a meter un galletón a su señora me dice con su mejor sonrisa: «Sí, sí que había, pero se la ha llevado un borracho».

-¿Cómorrrrr? -respondo.

-Sí, se la dado el camarero.

Como lo oyen. Y el camarero con su risa boba…: «Es que creí que no era de nadie, jeje…»

Y yo flipándolo. Total, que le miro con cara «¿no serás tú el tonto del pueblo?» y me largo a buscar al borracho del que me habían dado una somera descripción: «…lleva un abrigo…»

Lo ficho una calle más allá haciendo cosas de borracho, pero no veo mi chupa. Hasta que bajo la mirada hasta una bolsa de El Corte Inglés que el pobre llevaba atada y por la que asomaba la manga de mi chupa. El nota iba rapao, con pendiente…, vamos el típico que si te lo encuentras en un callejón sabes inmediatamente que el que mató a Manolete fue él. Pero claro, yo pensé que si le pedía la chupa por favor no me la iba a dar. Así que puse jeromo de mala hostia, le arranqué la bolsa y se la rompí en sus narices. Agarré mi chupa y le dije: «¡Esta chupa es mía, y no te meto una hostia porque me das pena!». El menda debió pensar que yo estaba más loco que él, así que ni me sacó un cuchillo ni me hizo frente ni nada, se limitó a decirme que a él se la habían regalao.

Para redondear la noche, acabé bañándome en la playa a las cuatro de la mañana, pero esa es otra historia.

La directiva de la Semana Negra ha cambiado y mucho es lo que se comenta de si falta este escritor, de si no está aquel, etc. Para mí, todos los que están lo merecen, pero sí que echo de menos a gente, tanto a escritores como a semaneros de pro, pero…, doctores tiene la Iglesia.

Finalmente, al día siguiente pasé por la Iglesiona y me metí una fabada y zanca de pollo al horno: todavía hoy, tres días después, estoy haciendo la digestión. Claro, que el ponerte de comer y beber hasta la bola no ayuda, pero ¡qué coño!, estoy de vacaciones y para misticismo ya están las tardes de lectura en el parque de mi barrio, siempre que no vaya uno por el parque y se encuentre con un chiringuito de gallinejas como me pasó cierta tarde, pero esa es otra historia.

Por lo demás, la cosa está como siempre. Las tardes pasan entre mesas redondas, presentaciones y las actuaciones de Yampi, que para los que no le conozcáis, es el nota que ameniza en la carpa con su guitarra y lo mismo te interpreta «Calle Melancolía» que «Échate un cantecito» a lo Kiko Veneno, pero en versión Yampi, que mola más.

Ah, y ayer después de comer, como me apetecía ver la cara de Petros Márkaris pimplándose un orujo de yerbas, pues le invité a uno, y trató a la copa como si fueran viejos amigos y me devolvió un «thank you» con acento de Chelsea.

Por las carpas han pasado Juan Bolea, Rosa Ribas, Ernesto Mallo, Marcelo Luján y el propio Márkaris, entre otros.

Puedo afirmar y afirmo que las copas y las comilonas van haciendo mella en este cuerpo serrano y solo estamos a lunes. Y que el peligro se incrementa día a día. Sin ir más lejos, anoche llegó Jerónimo Tristante, no les digo más.

Bueno, les dejo, no se vaya a acabar el vermú. No somos na…

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