La "moneda social" como alternativa para una economía más justa

Por Cristóbal Vergara Muñoz.

moendas_sociales_foto_webEl tema sobre el que me ha ocurrido ocupar mi disquisición tiene una conexión directa y actual con la tan sufrida crisis que estamos viviendo. Creo que en realidad es de manera velada un interesante debate ente posturas políticas y económicas sobre las cuales me atrevo a afirmar que podemos oscilar desde el más evidente «progresismo» hasta el más acomodado «conservadurismo«.

En los últimos años y dado el aumento de sufrimiento y carencia que ha generado nuestro modelo económico con sus ciclos y su crisis, ha ido en crecimiento la utilización de las llamadas «monedas sociales«. Puede que no conozcamos el término pero están hoy por hoy relativamente presentes en un pequeño sector de nuestra economía que lucha desesperadamente para salir adelante. Para hacernos una idea inicial de lo que es una moneda social, pues es muy probable que ni siquiera conozcamos el tema o incluso el término, me he permitido introducir el siguiente texto procedente de un portal sobre economía solidaria. A modo de primer contacto, decir que es una moneda en la mayoría de los casos «no oficial» normalmente fuera del ámbito estricto de la legalidad de un país.

“La moneda social es un instrumento para conseguir relaciones económicas igualitarias y basadas en el trabajo real. La moneda social se crea y se destruye por y en función de la actividad económica real que se dan entre las entidades y personas participantes.

Es una moneda local, que no produce intereses y que no tiene sentido acumular. Esto elimina la posibilidad de especular con ella y facilita una alta rotación de la misma, aspecto que favorece los intercambios internos. En este sentido, nunca hay escasez de moneda, sino que existe tanta como riqueza o trabajo real existe en el Mercado Social.

Por tanto, es una moneda que se crea de forma democrática, descentralizada y comunitaria, lo que permite consolidar y potenciar economías locales basadas en la cercanía y el conocimiento mutuo.”

Para aclarar, creo que el concepto de moneda social terminará clarificándose finalmente tras otra cita igualmente interesante con la cual tendremos ya abundante material para la reflexión.

“Se entiende por sistemas monetarios sociales, también conocidos como alternativos, comunitarios, complementarios, locales, paralelos, etcétera, a aquellos sistemas monetarios que se crean al margen de las monedas oficiales del país, y que tienen como objetivo fundamental la promoción de proyectos económicos y sociales de carácter local, a la vez que la puesta en valor de los activos y recursos locales que no se encuentran dentro de los círculos y circuitos ordinarios de intercambio debido a la escasez de la moneda social. La implantación de estos sistemas monetarios permite promover transacciones económicas que de otro modo no tendrían lugar por ser la moneda social escasa. En definitiva, son sistemas organizados y gestionados destinados al intercambio de determinados productos y servicios producidos en el ámbito local.”

Visto esto, me gustaría pasar a analizar lo que supone la implementación de estos instrumentos en nuestra sociedad tanto de manera positiva como negativa, ya que de unos años hasta aquí, han empezado a usarse con cada vez más frecuencia y necesidad.Nacidos de la escasez y de la miseria a la que se está abocando a la población de los países “desarrollados”, son elementos surgidos para la supervivencia, el fomento del consumo local y la mejora de las expectativas de vida de las personas que carecen de recursos. En un principio, estas características tienen mucho de positivo; muestran que hay mucho que ganar con ellas. Existen en España numerosas monedas sociales que se utilizan exclusivamente en un ámbito más o menos local, ejemplo de ellos son el Boniato, la Mora, el Puma, el Coin, el Ecosol, la Turuta o la Pita, por citar unos pocos dentro del ámbito nacional.

Reflexionando sobre lo que suponen estas nuevas herramientas para la ciudadanía me encuentro ante una dicotomía que me hace dudar de ellos y por otra misma parte alabarlos. Si bien encontramos que la supervivencia y calidad de vida de muchas familias y personas ha mejorado gracias a ellas, son monedas que operan normalmente de una forma alternativa al sistema monetario tradicional. Por pensar en un ejemplo propio del sentido común, son elementos con una relevancia tan pequeña en nuestro sistema económico que es completamente lógico que la mayoría de la sociedad desconozca la existencia de las monedas sociales. La cantidad de dinero “real” que mueven es pequeña y sirven fundamentalmente para revalorizar el comercio de una pequeña zona, o para dotar de dignidad a personas con una inmensa escasez de moneda tradicional (es decir, de euros). Son claramente, tras un primer análisis, un mecanismo de defensa contra ese agresivo elemento que hace ya décadas introdujo nuestro sistema económico llamado “deslocalización del capital”. Estas monedas con carácter social premian su circulación y la capacidad de especular con ellas es inexistente o mínima; son pues una “revisión” del concepto de dinero que utilizamos hoy en día en manos de los grandes acumuladores de capital. Esta puesta en uso de la moneda social es una pequeña rebelión y replanteamiento de la misma idea por la que usamos hoy día el dinero. Hay un concepto de justicia social y economía solidaria para con los otros en todo ello, una manera de decir que el intercambio monetario sirve para crear riqueza y por lo tanto bienestar en la ciudadanía y la sociedad y no para la acumulación de poder en las manos de una élite de personas.

Gracias al auge y surgimiento de fenómenos como el 15-M, este tipo de prácticas alternativas han aumentado y junto a ellas la toma de conciencia por parte de las personas acerca de lo que se consume, cómo se hace y las relaciones de poder intrínsecas que existen entre unos y otros al realizar las transacciones comerciales. Además, constituyen una forma novedosa y a la par muy antigua de organizarse, tanto que ha llegado a suponer una manera de defensa de los más expuestos de nuestro país. Adoptar una moneda social también es la creación de un pequeño muro local ante el saqueo del capitalismo global para que así los golpes de grandes entidades (ya sean multinacionales o gobiernos) nos afecten un poquito menos y tengamos un pequeño espacio dónde caernos muertos. Al menos tras reflexión y lecturas esa creo que es la idea.

Ahora bien, si una moneda social fuese un peligro real para el sistema económico, estarían prohibidas y controladas por la ley. Pero hoy por hoy no es así; de hecho, reactiva la economía de pequeñas zonas y reduce el peligro de aparición de problemas sociales tales como la exclusión y la marginación debido a una mejor organización de los escasos recursos monetarios de los que dispone una zona. Es decir ¿qué tenemos cuando adoptamos y nos sumamos a la idea de moneda social? Pues una mejora de la eficiencia económica en una zona limitada, con la que seguramente nuestra pequeña población pueda defender sus productos y su trabajo y por lo tanto con ello vivir mejor. Todo esto sería fantástico y maravilloso y falto de crítica si al igual que ya comenté en otro artículo, esto no tuviese un aspecto del que me permito plantearme cierta duda. ¿No estamos al final jugando al juego del sistema? ¿No estamos planteándonos una manera “alternativa” de supervivencia, para evitar tratar lo más posible con los saqueadores que manejan el capital? He ahí quizás el problema. La ciudadanía, en vez de unirse para derrocar a los tiranos que manejan a su antojo el sistema “de todos y para todos” se dedica a ramificarse en pequeñas comunidades en las que se defiende y crea de la escasez virtud. Evidentemente y para llevar a cabo esa tarea hace falta una mentalidad y un gran espíritu de lucha porque salir adelante en estos tiempos es fundamentalmente muy complicado. Sin embargo, puede que nos asemejemos al juego de la “caridad” que ya comenté en mi pasado artículo “Con las manos llenas de miseria”. Creo que es probable al final que acabemos descargando las responsabilidades entre la ciudadanía en vez de acusar y juzgar directamente a los que tienen la culpa. No es mi intención hacer de menos y despreciar a los usuarios y promotores de las distintas monedas sociales de nuestro país o las de otros lugares del mundo, pero a efectos políticos prácticos estoy por juzgar que es una medida conservadora para hacer que nuestro injusto modo de vida aguante y se adapte al capitalismo global depredador que constantemente sobrevuela nuestras cabezas. Es ciertamente una buena medida, pero únicamente un parche para ponerle a nuestro sistema económico ya injusto de por sí, la etiqueta de «más humano«. No le crea problemas al poder y por tanto no llama la atención de los tiranos, no les hace preocuparse (premisa primera para poder luchar por recuperar lo que es nuestro).

2 thoughts on “La "moneda social" como alternativa para una economía más justa

  • el 16 julio, 2013 a las 8:37 am
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    Apreciado Cristobal,
    Las monedas sociales no nacen del conformismo del «juego de la caridad» como parece que mencionas, sinó que nacen por dos motivos principales: necesidad material de cada vez más personas y sobretodo, necesidad de afrontar el futuro de otra forma. El sistema econòmico imperante actual, incentivando la competición, fomenta la especulación, el imperio del «tener cada vez más», la corrupción… y este modelo está destruyendo con rapidez muchos ecosistemas, provocando desertización, contaminación… Y su consecuencia: cambio climático… Cantidad de personas consumiendo sin límites, aniquilando lo que convenga (como si el Planeta fuera de «usar y tirar»)… Y todo para «ganar más dinero». El futuro lo debemos construir con otros cimientos, ya no de la especulación, el dinero no nos lo podemos comer, el dinero debe ser una herramienta facilitadora de la cooperación y en esto estamos los que vamos abriendo los ojos para crear una nueva economia para un futuro mejor.
    Deberíamos hablar de economias complementarias. Actualmente hay productos que dificilmente los podemos producir en un pueblo, un ordenador, un teléfono, un coche, un avión, etc. pero hay productos que hasta hace 30 o 40 años siempre se habían producido localmente (comida, ropa, muebles, casas, etc.), por tant debemos de hablar de «productos globales, mercado global y economia global» pero también de productos locales, mercado local y deberia haber economias locales para incentivar la producción y el consumo de estos productos locales.
    Con la economia globalizada, estamos comiendo comida que viene de miles de kilómetros con un alto coste energético (producción intensiva, conservantes, transporte, envoltorios, etc.) y en detrimento de la salud. El gran error de la economia global es, consequencia de la premisa de «ganar dinero a costa de lo que sea», incluir en este mercado global la comida y los bienes de primera necesidad.
    Las monedas sociales o, yo prefiero llamarles «sistemas de intercambio local o de proximidad», buscan volver al verdadero sentido del dinero: «ser una herramienta para facilitar el intercambio y no un bien en si». El resultado de estas nuevas economias cooperativas y no especulativas será (debe ser), el crecimiento de la producción local (comida, energia, ahorro), de la creatividad de la gente, de la mejora de la autoestima, de la participación, de la salud y sobretodo de la resiliencia (capacidad de resistencia a los cambios… Al cambio climático, al pico del petróleo, etc.).
    Con el crecimiento de estas economias complementarias locales y interconectándolas, podremos ir construyendo una nueva civilización (que ya está empezando) a la vez que iremos recuperando la fuerza necesaria para exigir los cambios éticos necesarios a la economia global para que progresivamente vaya abandonando todo aquello que nos perjudica colectivamente (armas, odios acumulados y derivados) y estaremos volviendo a amar la Tierra y las tierras con sus ecosistemas.
    Ton Dalmau>

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