Del hambre y la locura: Anne Sexton

Los miraba fijamente,
me concentraba en el abismo,
como se mira abajo una cantera,
innumerables millas hacia abajo,
mis manos vacilaban como ganchos
para sacar sueños de una jaula.
¡Oh, hambre mía, hambre mía!
Anne Sexton 

 

Por ANA MARCH. Fue Houellebecq quien señaló que la lucidez solo nos puede ser proporcionada por las sensaciones extremas como el placer y el dolor, el orgasmo y la muerte y en ocasiones –pocas- el arte y la poesía. Frente a esto no es de extrañar que, consumando su condición en los extremos, la lucidez culmine muchas veces en locura. En el diálogo Fedro o de la Belleza Platón nos cuenta que cuando los dioses pusieron nombres a las cosas no consideraron la locura como algo vergonzoso ni como algo despreciable, siempre que tuviera origen divino. El filósofo griego distinguía entre tres clases de locura divina siendo una de ella la de los artistas, la cual era producida según él, por las musas. Entre esos muchos ejemplos de artistas tocados por una penetrante agudeza y a su vez por una profunda debilidad psíquica se encuentra la poeta estadounidense Anne Sexton, una de las mayores exponentes de la poesía del siglo XX.
La vida de Anne Sexton fue un caótico y turbulento huracán que se devastó a sí mismo. Hambre incapaz de satisfacerse que terminó por devorarse. Impetuosa ansia de vivir que se estrelló contra el dolor en lucha permanente frente a sus múltiples manifestaciones, disputando por alcanzar alguna satisfacción que nunca llegaba totalmente. Esa voluntad de vivir -como la entendía Schopenhauer- fue la que condujo a Anne Sexton, paradójicamente, el día 4 de octubre de 1974 a tomar entre sus manos una copa de vodka e ir hasta el garaje, introducirse envuelta en el abrigo de piel de su madre en su Cougar rojo y morir asfixiada. Decía Schopenhauer que el suicida no renuncia a su voluntad de vivir pero está en desacuerdo con las condiciones en que esta se le ofrece. Morir como último acto de rotunda adscripción a la vida, por no aceptar sus grietas y fisuras.

 

Estaba cansada de ser mujer,
cansada de cucarachas y cacharros,
cansada de mi boca y de mis pechos,
cansada de cosméticos y de sedas.
Aún había hombres que se sentaban en mi mesa,
circulando alrededor de la fuente que yo ofrecía.
La fuente estaba llena de uvas púrpuras
y las moscas se cernían atraídas por el olor
y hasta mi padre vino con su hueso blanco.
Pero yo estaba harta del género de las cosas.
(…)

Anne Gray Harvey – Anne Sexton-, nació en Newton, Massachusetts, el 9 de noviembre de 1928, en el seno de una familia burguesa y conservadora, siendo la menor de tres hermanas. Desde niña su vida se vio expuesta a abusos, crueldad e indiferencia, sintiéndose no querida. Según ella misma afirmaba sus padres no habían querido que naciese, sus hermanas competían con ella y le ganaban en todo, sus maestros no sabían despertar su interés e inteligencia y la trataban con impaciencia y enojo . La réplica a ese rechazo fue rebelarse, contravenir y desafiar. La niña temerosa fue convirtiéndose primero en una joven rebelde y audaz y luego en esa mujer extravagante y provocativa, de enhiesta belleza, que son los atributos que hasta hoy enmarcan la figura y el mito de Anne Sexton. Pero esa rebeldía no fue suficiente para sortear los convencionalismos y a los 19 años, a pesar de estar comprometida con otra persona, Anne se fugó con Alfred “Kayo” Sexton II, con quien luego se casaría. Sobrevienen entonces años de rutina, infidelidades -por parte de ella- y de difícil convivencia hasta que en 1954, meses después del nacimiento de Linda Gray Sexton, la primera hija del matrimonio, se desata en Anne la primera crisis nerviosa, diagnosticada como depresión posparto. Un desplome psíquico que la lleva a ingresar en Westwood Lodge, el hospital psiquiátrico que se convertiría luego en su refugio, cuando las voces que la incitaban a matarse cobraban demasiada fuerza. En 1955, con la llegada de la segunda hija, Joyce Ladd Sexton, Anne vuelve a sufrir otra crisis nerviosa que termina en hospitalización, sus hijas son enviadas a vivir con los abuelos paternos y es durante esta estancia que comienza a ser tratada por el Dr. Martin Orne, quien fue su terapeuta durante nueve años y el responsable de conducir los pasos de Anne Sexton hasta la poesía, pues descubriendo su especial inclinación hacia las letras le recomienda escribir como parte de la psicoterapia.

 

Usted, Doctor Martin, pasea
del desayuno a la locura. A finales de agosto,
pasé de prisa por el túnel antiséptico
donde los muertos al moverse hablan todavía
de apretar sus huesos contra el avance
de la curación. Y yo soy reina de este hotel de verano
o la abeja que ríe en un tallo
(…)

La escritura, el arte, se convierte en el único medio para olvidarse momentáneamente del dolor, de la carencia y la escisión que la vida acarreaba en su seno. Durante los dieciocho años siguientes Anne Sexton escribe con una voluntad inquebrantable, a veces de forma obsesiva pero siempre metódica y rigurosa. Lo convencional, lo cotidiano, las exigencias sociales y familiares que asfixiaban su vida comienzan entonces a ser sublimadas mediante la procaz e impúdica exposición que de sus sentimientos hace en sus poemas. Sin condescendencia escribe sobre temas tabú: las relaciones de parentesco, la vida conyugal, el sexo, la labilidad psíquica y sus más íntimas experiencias como mujer. Comienza a relacionarse con el lenguaje de su inconsciente, la escritura le ayuda a excavar en esa otra porción vedada de sí misma aunque no logra liberarle de sus depresiones. Entre 1957 y 1974 intenta en varias ocasiones quitarse la vida, aún así la poesía crece, se extiende del hospital a cursos de escritura, workshops, seminarios. Su primer libro, Al manicomio y casi de vuelta (1960), obtiene reconocimiento inmediato, sus poemas aparecen en revistas, antologías, periódicos, es invitada a conferencias y lecturas. Anne Sexton se convierte en una autora reconocida y controvertida, expuesta al juicio moral de su época, una época recordemos, asolada por la propaganda del sueño americano, las casas con jardín y la búsqueda del paraíso doméstico. La crítica la sitúa en el centro de las disputas de facciones opuestas, en publicaciones, reuniones literarias, entrevistas; los detractores muestran sus dientes y le dedican opiniones ultrajantes. Anne se resiste y sigue, a pesar de su fobia al rechazo, explorando en sus sentimientos, trazando su particular envite. Escribe sobre la contradicción del amor-odio de la maternidad, el adulterio, el incesto, la masturbación, la menstruación, el aborto, el suicidio, el éxtasis sexual corrosivo, la dependencia al alcohol y las drogas, entre otros. Expone en carne viva y sin ambages, con un lenguaje claro, sencillo, casi discursivo –directo-, y a su vez altamente rítmico, su recorrido particular por la cara B del sueño americano. Con una asombrosa capacidad asociativa y habilidad para preñar sus poemas de símbolos, plasma su subjetividad y nos dibuja un mapa de los horrores, su particular carnaval de fantasmas, su mortal juego de espejos donde se confunde el reflejo de sus experiencias con la de su exuberante imaginación de alas negras.

 

Mi vida
ha aparecido desvestida en los tribunales,
detalle por detalle,
testigo de huesos muertos por testigo de huesos
muertos,
y me sentí avergonzada en el veredicto
y me dieron medio penique
y las vísceras de un gato.
Pero sin embargo seguí confesando
confesando, confesando
a los curas invisibles,
a través de la alambrada del infierno
y ellos se mearon sobre mí en aquella cabina telefónica.

Sus libros, diez en total, recibieron numerosos reconocimientos. Nominados para el National Book, la hacen entrar en la Royal Society of Literature, se convierte en profesora de la Universidad de Boston, recibe cuantiosas becas para sus viajes y libros. En 1967 recibe el premio Pulitzer, del que luego será jurado, y el Shelley Award de la Poetry Society of America, el Phi Beta Kappa de la Universidad de Harvard y en 1969 el del Radcliffe College. En 1970 el doctorado honoris causa de la Tufts University, en 1972 el de la Fairfield University y en 1973 el del Regis College, entre otros. Su éxito en lo literario no concuerda con su carrusel psíquico y el malestar es pocas veces sofocado por la calma. Entre una y otra publicación su condición psíquica se empobrece. Decide que su matrimonio no puede seguir adelante y se divorcia de Kayo Sexton, para luego encontrar en la soledad un agravante más que la llena de ansiedad. Pasa una temporada en Westwood Lodge, luego en el McLean´s Hospital de Belmont y, finalmente, en el Human Resources Institute de Brookline, en Massachusetts, pero ninguno de estos tres remansos temporales logran detener su descenso. Una tarde, después de haber almorzado con su gran amiga, Maxine Kumin, decidió, una vez más, que ya era suficiente, y a la vez que asfixiaba su cuerpo con monóxido de carbono rasgaba, esta vez sí definitivamente, el tiempo hasta hacerse inmortal.
La obra completa de Anne Sexton ha sido reunida este año por Linteo Poesía en un robusto ejemplar bilingüe y con una magnífica traducción de José Luis Reina Palazón, gracias a lo cual nos es dada la oportunidad de vislumbrar las proporciones descomunales del abismo Sexton. Aproximarnos supone correr un riesgo. Nadie sale incólume de la experiencia de descender a su verbo. La poesía de Anne Sexton es el relato estremecedor de una devastación. Tragedia íntima que se precipita a la destrucción deteniéndose en la palabra para expresarnos su despiadada ejecución, y así, advertirnos sobre el infierno que desata la destrucción cuando vivir es un impulso, un hambre categórica.

 

Entinto mi huella. Babeo en trance
y cojo saliva y sangre y vino y aspirinas
para hacer una salsa y limpio mi cara con ella.
Después muerdo la página, un extraño amante de la
muerte
y la esfera de mi reloj dice Hola y alimento el nombre.
Nombre, te ahogaré como la madre en vinagre
porque te he heredado, un vale, una transferencia
(…)

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[1] Extraído del prólogo, Cómo fue, de Maxine Kuming, de la edición americana, Anne Sexton, The Complete Poems, Mariner Books, Houghton Mifflin Company, NY, 1999. Traducción para la edición bilingüe publicada por Linteo Poesía de José Luis Reina Palazón.

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