La señora "Guevara": cuando mamá cogió su fusil.

 

Por Iago Fernández

@IagoFrnndz

 Hoy al mediodía he leído en El Semanal un reportaje sobre Neymar, el último fichaje astronómico del F.C. Barcelona. El mediodía del sábado anterior, había leído en el mismo suplemento un reportaje sobre PSY, el autor del éxito pop Gangnam style. Y otro sobre Jeff Koons, el cotizado artista que firma esculturas de aspecto infantil, colores chillones y tamaño supersizeme. El mediodía del sábado anterior al anterior, y el anterior del anterior del anterior, di con sendos reportajes sobre celebrities. El hilo conductor de los reportajes de El Semanal viene siendo la fama y el dinero, no tanto la especificidad de su objeto en el área que atañe.

El Semanal de hoy, a Dios gracias, incluía un reportaje cuya historia me ha sorprendido y no guarda relación con la fama o el dinero. La historia es de venganza y amor, como en los guiones del mejor Quentin Tarantino o Park Chan Wook. Su protagonista, una mujer, “Guevara”. Su escenario, la guerra de Siria en curso desde 2011. El antagonista de “Guevara”, Bashar Al-Assad, actual presidente de Siria, y su partido político, el Baath árabe-socialista. Contra su gobierno se alzó la cólera de toda Siria, la de sus contribuyentes árabes y la de puro y corbatín que impostan los políticos europeos. El aporte de “Guevara”, miembro femenino del grupo rebelde Katiba, destaca por su efectividad como luchadora y por la historia que forjó su motivación guerrera y, poco a poco, la transformó en un símbolo de resistencia y libertad para el pueblo sirio.

 

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 Trabajaba como profesora de inglés, tenía un marido y dos hijos de 7 y 10 años respectivamente, pero un día volvió a casa y la encontró hecha cenizas por culpa de un bombardeo; habían muerto sus dos hijos. Inmediatamente, se alistó en el Katiba y empuñó un fusil Dragunov de francotirador, herencia de la Unión Soviética y cuyo alcance supera el kilómetro. Ahora quizá presione un gatillo guarecida en las ruinas de Alepo, capital de la provincia de Siria, contra las hordas del gobierno; siempre se aposta en primera línea y avizora pacientemente. Cuando termina el trabajo de francotiradora, se viste al uso y actúa, según el reportaje de El Semanal, como indiscernible ama de casa. En una forografía, “Guevara” empuña el fusil a través del butrón de un edificio. En otra, inspecciona un puesto ambulante y tienta el peso de un fruto amarillo. Allí, en Alepo, la conocen como “La francotiradora” y, aunque no es habitual que una mujer intervenga fuera del ámbito doméstico, la respetan con admiración. Las declaraciones de “Guevara”, no obstante, cortan el aliento, sobre todo cuando asegura que disfruta matando, que matando, se siente bien,pero matando, claro, a las huestes de Bashar Al-Assad y su partido político, el Baath árabe-socialista.

Por lo demás, Neymar sigue aporreando balones, Koons, firmando esculturas näif, PSY, pergeñando su nuevo disco, dice, y El Semanal, cubriendo noticias de interés internacional, de dudoso interés humanístico y, sólo a veces, de claro interés humanístico. Cada cual hace lo suyo por distintas motivaciones y ayudado por el peso de la inercia, como las bombas que cayeron en la batalla de Alepo. Sea como sea, el resultado parece fruto de un delicado efecto mariposa: ¿cómo pueden cohabitar una misma sección Koons, PSY, Neymar y Guevara? Ah, ya sé. Porque “Guevara” es indistinta y la olvidaremos pronto, porque a Neymar, en menos veinte años, también lo vamos a olvidar y con PSY pasará lo mismo. A Koons, que ya dejó huella en la Historia del arte, lo aguantaremos quizá unas décadas y también lo derrotará el olvido.

 Así lo sugieren la prensa contemporánea, su aspecto milenarista y los contenidos intercambiables. Pero no importa. El milenarismo es de juguete y sólo asusta cuando se nada en el bienestar o en la estabilidad precaria del españolado medio. A «Guevara» le da lo mismo. El olvido le parece un chiste, la derrota o la victoria, también. Ha perdido a sus dos hijos y ya poco significa el resultado del combate. Es cuestión de dar la pelea, en última instancia y a pesar de todo. Bashar Al-Assad y el partido Baath árabe-socialista ni siquiera son el objeto del conflicto, sino el disfraz de una pulsión innombrable, salvaje y vital que pugna contra el absurdo humano. «Guevara» comete una heroicidad existencial y ahí es donde obtiene la razón y el derecho en la lucha.  Esto, claro, apenas lo consideramos cuando leemos el reportaje sobre «Guevara», luego el de Neymar, el de PSY o el de Koons indistintamente. Al ver a «Guevara» enmarcada en tal o cual suplemento, parece que no advertimos el calibre de su valentía y que su actuación trasciende límites geográficos, históricos, sociales y políticos, que a fin de cuentas, dispara envalentonada contra el absurdo, contra el olvido invencible que amenaza las figuras de Neymar, PSY, Koons o al propio suplemento, polvo en el polvo, como lo fueron sus hijos y como lo seremos ella, usted o yo.

 

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