Periodistas, la voz de la mujer en el espacio público

Por Anna Maria Iglesia

@AnnaMIglesia

 

alcott«Lo cierto es que Jo no era una protagonista de novela, sino una joven real», escribe Louise May Alcott a su inconformista protagonista; Jo no era ninguna de las heroínas que ella misma creaba durante las noches, Joe era «una joven real», debía portando actuar «conforme a su naturaleza», pero ¿cuál era su naturaleza? Considerada por muchos una novela para jóvenes lectoras, Mujercitas se postula, a través de su protagonista, como un texto esencial dentro de las reivindicaciones, no sólo artística, sino, y especialmente social y política, de la mujer. En una época en la que el matrimonio era la única salida, May Alcott, así como su protagonista, decide dirigir su propio recorrido vital hacia el, ya por entonces, inseguro mundo de la creación literaria. No eran años fáciles, las novelas «para mujeres», románticas y edulcoradas ficciones, o las publicaciones periódicas femeninas, dedicadas a cuestiones sin duda «superficiales», restringían no sólo el acceso cultual, sino la participación político-social de la mujer. Sin duda alguna, la sociedad ha cambiado; la rebeldía de Jo resulta anacrónica para muchas lectoras, todavía hoy hay demasiados retos que, de forma más sutil, invisibles tras el velo de una aparente igualdad, deben ser superados. «Red tejida con hilos invisibles», escribía la poeta cubana Dulce María Loynaz, hilos invisibles que, sin embargo, se hacen evidentes en la cotidianidad: en las imágenes publicitarias, en los altos cargos del mundo empresarial, en la diferencia de sueldo, en la repartición de las responsabilidades familiares…Todavía hoy hay muchas corbatas, todavía hoy el relato cultural, social, político y económico pertenece y, por tanto, es redactado por el hombre, quien como escribían, a finales de los años sesenta, Sandra M. Gilbert y  Susan Gubar, el hombre no solo escribe el relato, sino que construye sus personajes, asignándoles un rol del que, sólo aparentemente, no es posible abstenerse.

En el mes de enero, en Barcelona, el CCCB era escenario de la presentación del Observatori Cultural de Gènere que, bajo la dirección de Mª. Àngels Cabré, quiere afianzarse como una plataforma ciudadana desde la cual denunciar la disparidad que todavía hoy caracteriza el mundo de la cultura: del periodismo a la literatura, del teatro al cine, porque, todavía hoy, los cánones -y no sólo se piense al siempre mencionado en estas cuestiones Harold Bloom– sean meramente culturales o ideológico-políticos, son herencia de una tradición transmitida con voz masculina. Nuestra ley de paridad es todavía demasiado, todavía no ha dado los resultados esperados, afirmaba durante la presentación Montse Gatell, presidenta de l’Institut Català de la dona, y afirmaba que, precisamente por esto, hoy sigue siendo necesario preguntarse dónde está la mujer dentro de la cultura. Con la intención de publicar distintos informes sobre el papel de la mujer en los distintos ámbitos de la cultura, el pasado junio, l’Observatori presentó un informe, realizado conjuntamente con la Asociación de mujeres periodistas de Catalunya, sobre la disparidad existente en el mundo del periodismo. Si antes, de la mano de Montse Gatell, nos preguntábamos acerca del papel de la mujer dentro de la cultura, este informe nos permite, a partir del ámbito del periodismo, preguntarnos acerca la presencia de la voz de la mujer en el debate público; es decir, este informe, permite cuestionarse si, dentro de los debates socio-políticos e intelectuales la voz y, sobre todo, la opinión de las mujeres tienen, no sólo la misma presencia, sino también la misma valoración a nivel social, pero sobre todo, profesional. La cultura es transversal, sostenía Gatell, está conformada por dos sexos, con sus matices y son precisamente estos matices los que enriquecen la sociedad, aquellos que la convierten en un mosaico plural de voces y de miradas, pero ¿son resuenan todas las voces con la misma fuerza?

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 Al presentar el informe realizado, Lina Barber, presidenta de l’Associación de dones periodistes de Catalunya,  señalaba que, todavía hoy, y a pesar de los progresos indudablemente realizados, la presencia de mujeres periodistas en las secciones de opinión de los periódicos es generalmente escaso. La razón de ello, explicaba Barber, con la aprobación de las periodistas Patricia Gabancho y Eva Peruga, presente al acto, es que dentro del periodismo, el género de la opinión es aquel que no sólo permite ofrecer información, sino también hacer presión el los distintos poderes para instaurar un determinado discurso dentro de la sociedad. La presencia de mujeres periodistas frente a las cámaras o frente a los micrófonos de las radios resulta importante, ante todo, porque es un reflejo de una paridad cada vez más generalizada, pero también porque los medios -por mucho que, en ocasiones, deseemos negarlo- son el espejo frente al cual gran parte de la sociedad se ver o, mejor dicho, se quiere ver reflejada. Resulta fácil caer el tópico y, una vez más, detenerse nuevamente, a veces con una saña exagerada, acerca de la eterna discusión sobre los modelos estéticos impuestos desde los medios. No se trata de eso o, si se trata de ésto, es solamente el último eslabón de una cadena que, dicho sea de paso, no es exclusivo al ámbito televisivo-periodístico. Cuando se habla de la presencia de las mujeres en los medios de comunicación, cuando uno se refiere a la necesaria paridad dentro de estos ámbitos, se quiere hacer hincapié en el hecho de que, a través de las periodistas se instaura una paridad dentro de la opinión pública y, por tanto, dentro del debate social.  Hace algunos días, un periodista afirmaba que su trabajo era aquel de dirigir las preguntas y las críticas que los ciudadanos no podían dirigir a quienes los gobiernan; es necesario, por tanto, que entre esos interlocutores haya paridad, es necesario que la batuta no sea exclusiva de algunos. Gabancho confesaba la dificultad de participar en tertulias, la difícil labor de las mujeres periodista: «tienes que hacerte valer», afirmaba la periodista, «no puedes callarte frente a un contertuliano, pues yo tengo su mismo derecho para hablar», sentenciaba, aunque no tardaba en confesar que este derecho no siempre resulta fácil de conquistar, puesto que, todavía hoy es demasiado frecuente el recurso a tópicos y dichos de indudable raíz machista. «Mujer de» está todavía muy presente en el hablar cotidiano; las referencias a la estética o, incluso, a ámbitos más íntimos son recurrentes, también por parte de representantes institucionales, en el momento de desacreditar la opinión contraria.

La denuncia de una situación compartida por muchos ámbitos profesionales, no debe, sin embargo, impedir la congratulación por los logros conseguidos. Así como Lina Barber aplaudía la labor realizada, dentro del ámbito catalán, por Xantal Llavina y Cristina Puig, es necesario mencionar también:el trabajo de Gloria Lomana como directora de los Informativos de Antena 3; la reciente apuesta periodística, cuyo valor informativo y rigor es admirable, de Alicia Gutiérrez con Infolibre; la dirección de Sandra Fernández al frente de La Sexta Noche, que se ha consolidado como un referente entre los debates políticos; el trabajo de Ana Pastor que, con El Objetivo, demuestra una vez más su valía o la labor de Carmen Morodo, directora adjunta de la razón. A ellas habría que sumar muchas más; las periodistas que, con su trabajo, acercan las conflictivas realidades más allá de nuestras fronteras como Mayte Carrasco, Mónica G. Prieto o Olga Rodríguez; aquellas que desde los micrófonos no dudan en cuestionar el poder como Pepa Bueno, Ángels Barceló o Julia Otero; quien hacen de la investigación un elemento indispensable para dilucidar lo que el poder oculta como Mayka Navarro o Cruz Morcillo o quien, tras años de andadura profesional, no teme en embarcarse en el proyecto del Huffington Post, como Montserrat Dominguez.

Son muchos los nombres que aquí no aparecen, y por ésto mis disculpas. Tiempo atrás, Virginia Woolf reclamaba una habitación propia, ahora es necesario reclamar un espacio público propio, un espacio de debate, de discusión y de paritaria participación. El periodismo es, actualmente, el micrófono a través del cual esta paridad todavía por conseguir completamente se anuncia y se difunde, por ello su importancia y, por ello, el merecido homenaje a todas aquellas que, en tiempos más difíciles, lo hicieron posible. No puede concluir este texto sin una mención especial a la gran periodista de indudable valor y, todavía más, valía profesional, Rosa María Calaf.

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