Este infográfico de los 10 libros más vendidos en los últimos 50 años puede leerse como una radiografía de nuestra predilección literaria y como tal un atisbo a nuestra psique dominante. Si bien es cierto que la Biblia y el Libro Rojo de Mao son lecturas obligatorias más que electivas, los restantes 8 libros, con la ayuda del marketing y de franquicias cinematográficas, toman el pulso de nuestra inquietud literaria.  Y si consideramos, como exploramos en este artículo, que somos lo que leemos, esta lista refleja a dónde vamos intelectualmente como sociedad: el modelo consumista también abarca a las letras.

Libros de fantasía, con sus respectivos desdoblamientos en el cine, empiezan a dominar el mercado literario (teniendo en cuenta que ya se asomaa  al lista The Hunger Games). Libros que indudablemente están bien escritos –de la misma forma que la música pop de Lady Gaga o de Madonna cuenta generalmemte con una buena producción musical–; pero que están hechos a la medida para satisfacer a la cultura de masas, y no a una preocupación literaria: estilística, artística o humanitaria. En inglés se usa la palabra infotainment, para describir la programación televisiva que predomina en la actualidad; podríamos extrapolar esto a la literatura. Los medios de comunicación –como la TV, la radio, el cine y también la imprenta– cumplen la función principal de entretener, siempre reproduciendo un estilo de vida orientado al consumo de productos –que son enaltecidos por ese entretenimiento, generalmente aspiracional.

En la lista habría que rescatar hasta cierto punto el Libro del Señor de los Anillos, propulsado por la trilogía de Peter Jackson, si consideramos la calidad literaria y la emisión de un mensaje que, en sus intersticios, no es el que enarbola la sociedad de consumo, recuperando los viejos arquetipos de una épica que atraviesa la historia del hombre sin estar constreñida a una época específica.

Luego tenemos libros de superación personal con tintes esotéricos, como son El Alquimista y Piense y Hágase Rico, que incorporan principios del new age (como que el pensamiento puede crear la realidad) a una serie de instrucciones prácticas para obtener beneficios espirituales y/o materiales. Curiosamente el libro de Napoleon Hill, una especie de biblia para el hombre de negocios, fue inspirado por el tantra y, supuestamente, por la canalización de inteligencias astrales. De nuevo esta literatura está inscrita dentro del marco utilitario de la sociedad de consumo: leo para obtener un beneficio puntual; pero también leo algo que me dice qué tengo que adquirir (y seguir adquiriendo) para lograr ser lo que quiero ser (o mejor dicho lo que un paradigma de aceptación y realización social me dice que debo ser). La literatura, como manifestación del arte, es inútil, según Oscar Wilde. Inútil al menos en cuanto a que no es algo que pueda transformarse en una divisa que pueda intercambiarse en un mercado y en que se crea sin un fin específico (“el arte por el arte”).

Más allá de romanticismos, acaso un poco ingenuos dentro del imperio del capital, y entendiendo que salvo algunas decorosas excepciones los bestsellers históricamente no han sido las grandes obras de literatura, recordemos que los libros son la tecnología más efectiva que hemos desarrollado para compartir mentes y programarlas (si bien ahora el Internet, de una manera más expedita y menos concentrada, se convierte en la estructura mental de la humanidad). Así que estos libros son en buena medida lo que pensamos, pero podrían ser otros, y nuestro pensamiento –que a fin de cuentas determina cómo nos relacionamos y qué realidad habitamos– podría ser otro.